El triunfo de la ilusión y el lento crepúsculo de la razón.

Hoy la ilusión levanta orgullosamente su cabeza donde antes reinaba la razón. Esto ocurre en la política, en las sociedades, en las personas, pero deriva, quizás, de un cambio que se produjo alrededor de 1920 en la física, simultáneo con otros que recorrieron Europa como consecuencia de los horrores de la primera Guerra Mundial. Aunque la Guerra era consecuencia de varias ilusiones, al acabar en falso, las ilusiones crecieron con fuerza, pues se equivocó el diagnóstico, y se achacó el desastre a la razón. 

Las ilusiones sociales se sostenían sobre la ilusión que se creó acerca de los fenómenos del nivel atómico o inferior, una ilusión que se resume en una frase de un libro del año 2000: “Todo es al mismo tiempo una partícula y una onda”, lo cual es, evidentemente, una ilusión como las de Alicia en el País de las Maravillas. Las cosas no pueden ser simultáneamente blancas y negras, cuadrados y triángulos, al menos en el mundo real. En los mundos de Matrix, cualquier cosa puede ser cualquier otra cosa. Si rechazamos la realidad, entramos en la locura. Directamente.

Si la base de todos nuestros pensamientos es la doctrina que tendría que describir la realidad del mundo, y esta doctrina es una ilusión, el resto del funcionamiento social se desliza hacia esta. La razón es difícil, exige pensar mucho, y es lenta en sus acciones. La ilusión es fácil, para vagos, y rápida en sus puestas en marcha, que llevan a fracasos que sus proponentes se resisten a reconocer. 

A nivel atómico las energías de interacción son del mismo orden de magnitud que las propias de los sistemas. Un electrón (algo cuya existencia los ilusos empezaron a negar hace años) se mueve en un átomo con aproximadamente la misma energía que las ondas que pueden interaccionar con él (el que una radiación electromagnética tenga mucha energía no es más que el hecho real de que está compuesta por muchas ondas individuales de energías concretas dependientes de sus frecuencias. Si las frecuencias son bajas, esas ondas individuales no interaccionan con los electrones directamente. Las que interaccionan deben tener un tamaño, es decir, una frecuencia, adecuada para la interacción, y su energía es similar a la del electrón en sus distintos niveles en los átomos). Si queremos un ejemplo a nivel humano, ninguna ola de gran longitud de onda, en el mar, por alta que sea, daña un barco. Pero sí lo daña un paquete de ondas frikis que embisten contra el barco siendo de su mismo tamaño. 

Ese paquete de ondas de pequeño tamaño actúa sobre los electrones en golpes energéticos, de manera discreta o cuantificada (en cuantos de energía). Se crea la entelequia del “fotón” como una partícula imposible, pues se le asigna una masa igual a cero. Los fotones solo existen en las interacciones entre la radiación electromagnética y la materia, y por lo tanto lo que está cuantificado es esa interacción, y no la radiación misma. Si yo tengo un tanque con agua moviéndose en ondas, de manera continua, y abro y cierro una abertura, pasará un cuanto de agua, debido a la interacción del agua con la compuerta. Lo que esta cuantizado (lo que es discreto) es la abertura, no el agua. 

De la misma manera se propone que la materia (partículas con masa) es realmente una onda. Pero así como podemos detectar una onda electromagnética al pasar lejos del aparato de medida por su interacción magnética, no podemos detectar la forma ondulatoria de las partículas sin someterlas a interacción directa con la materia, y de hecho, con materia muy ordenada, como cristales, por ejemplo, o biprismas eléctricos. 

El caso del biprisma eléctrico es muy ilustrativo acerca de esta magia de la naturaleza ondulatoria de las partículas. Una serie de electrones pasan uno a uno cerca de un hilo de araña recubierto de oro y cambian sus trayectorias. Los impactos de una sucesión grande de esos electrones sobre una pantalla marcan que las desviaciones están cuantizadas, Hay trayectorias que los electrones siguen y otras que no. Se interpreta esto como análogo a las interferencias entre ondas. Pero el potencial del hilo de araña es un potencial de tipo central, y ya Schroedinger demostró que este tipo de potenciales genera movimientos cuantizados (las trayectorias de los electrones en un átomo). Una explicación racional lleva la discretitud de las trayectorias de la “naturaleza” del electrón a las fuerzas eléctricas que experimentan. No es que los electrones sean ondas, sino que las fuerzas eléctricas de determinados sistemas producen cuantización.

Pero las explicaciones racionales no tienen éxito. Las personas (y los físicos entre ellas) realmente quieren mundos extraños, multiversos, velocidades mayores que la de la luz, viajes instantáneos, teleportación, acción a distancia, etc, etc. 

¿Qué pasó a finales del siglo XIX para lanzar a los seres humanos de la realidad al ilusionismo? 

En la fabricación de nuevos productos, y en la economía en general, incluso en el arte, se cumple la consecuencia de los límites humanos y de la naturaleza. Se cumple la curva logística. El desarrollo se mantiene hasta que en un cierto punto la curva se hace plana, se hace más de lo mismo y esto deja de interesar (de vender).  El desarrollo se detiene. 

Europa estaba en la cima de su desarrollo porque el resto de los países estaban en sus horas más bajas.  Y realmente ya no había mucho más que hacer siguiendo el modelo establecido. Puesto que se había desarrollado al máximo la razón, las formas místicas de pensamiento volvieron a ganar adeptos. Muchos trataron de buscar en el orientalismo, de dentro y fuera de Europa, nuevas formas de tratar de entender el mundo. Ante fenómenos en las pequeñas escalas, un poco distintos de los habituales, en vez de buscar razones para los mismos, era más emocionante pensar que se estaba descubriendo un mundo nuevo, algo que ya no se podía hacer a nivel humano. 

Hoy las personas educadas por aquellos pensadores se resisten a aceptar la realidad, y se esfuerzan en seguir la ilusión de que detrás de lo que se mide y de lo que se ve, hay otras cosas. Si no aquí, en Marte, o en otras galaxias. 

Y estas ilusiones acerca de la trama del universo permean a la trama social. Se piensa que se puede vivir sin trabajar. Se piensa que hay pobres porque hay una riqueza fija y que unos la quitan a otros, sin ver que la riqueza se crea si se quiere. China piensa que va a tener más riqueza si conquista otras regiones del Globo, cuando la realidad es que son ricos porque hay otros ricos que les compran sus productos, y que en el momento en que esos otros dejasen de ser ricos ellos volverían a la pobreza. Y hoy, en 2022, Rusia vuelve a la ilusión de que puede ser mas poderosa que el resto de Europa y de “Occidente” basándose, como los terroristas de la ETA, en destruir todo lo que pueden. 

Y basta con pensar en las ilusiones en la historia para ver que solo la razón ha dado riqueza y tranquilidad al ser humano. La revolución protestante, las guerras de religión, la ilusión de Luis XIV acerca de su “grandeza”, la ilusión de la Revolución Francesa, la ilusión del Kaiser Guillermo, de Hitler, de Lenin, de Mao. Nada más que desastres, muerte y pobreza para los seres humanos. 

Y hoy, cuando se ha llegado a la parte alta de la curva logística desde 1945, se ha llenado el planeta, ya no hay nuevas tierras que descubrir y volvemos, en la física y la sociedad, a nuevas ilusiones.  Solo espero que los desastres tarden lo bastante como para que no afecten a nuestros hijos. Respecto a nuestros nietos mi miedo es considerable. 

Compartir:

Un comentario

  1. Excelente reflexión para un escenario como el nuestro actualmente , para ayudarnos a tener una visión mas realista, ser mas reflexivos y consciente de los momentos que vivimos y no vivir de falsas ilusiones. La vida es bella pero nadie aseguro que fuera fácil. Necesitamos urgentemente reaccionar. Gracias por ayudar a ello

Deja un comentario