Energía = Riqueza

El mundo entero gira en torno a la idea de riqueza. Los más ricos siempre quieren más, los pobres quieren acceder a algo de esa riqueza. Los países se endeudan para mañana para tener riqueza hoy. La vida es la búsqueda de la riqueza o, una vez conseguido algo de la misma, cómo utilizarla.

Pero ¿qué es realmente la riqueza?

Basta con mirar a las aves pequeñas, a los pájaros, a los gorriones, a los aviones y los vencejos, para saber directamente lo que es la riqueza. Estas aves se pasan el día como locas, buscando ansiosamente comida. Pero la comida es energía, y esa es su riqueza.

¿Y la nuestra?

Las personas más ricas han tenido siempre palacios, obras de arte, objetos preciosos, y servidores. Los palacios han exigido emplear en ellos muchísima energía, en materiales, transporte, trabajadores que tienen que comer, etc., es decir, utilizar energía. Al final, los palacios son energía incorporada,  de difícil o imposible acceso, y equivalen a energía disipada.

Las personas menos ricas trabajamos para tener la posibilidad de acceder a los tres tipos de energía, directa, almacenada e incorporada. La directa es, por ejemplo, el calor del sol, o del fuego, que nos permite mantener la vida. La almacenada es, por ejemplo, la comida,  las funciones corporales y mentales de todos los segundos de nuestras vidas. Otro ejemplo, la gasolina, que nos permite desplazarnos rápidamente de un lugar a otro. La incorporada son los bienes inmuebles, por ejemplo, que nos permiten protegernos del entorno, y disponer nuestras vidas. Más riqueza es acceso a más energía, menos riqueza es la limitación al acceso de la misma.

Durante las primeras etapas del Homo Sapiens, éste accedía a una cantidad de energía muy limitada, y a veces dejaba de poder acceder a ella, por ejemplo, durante las grandes sequías.

Con la primera revolución energética, es decir, la agrícola, el ser humano accedió, más o menos de repente, a excedentes energéticos. El mejor ejemplo son las pirámides de Egipto. Al comienzo del sistema de irrigación que capturaba, mediante canales, las aguas del monzón de Etiopía, los recursos energéticos producían excedentes que había que disipar, y nada mejor que construir pirámides. Pero esos recursos energéticos eran fijos (la cantidad de agua del Nilo tenía un límite). Al crecer la población los excedentes empezaron a escasear, y al cabo de pocos siglos ya no había excedentes para seguir construyendo grandes pirámides. De mucha riqueza para unos pocos y una riqueza moderada para muchos, se pasó a la misma riqueza para los grandes ricos, y muchísima menos para los demás. Aún así, esa menor riqueza era mayor de la que podían disponer los nómadas de las tierras desérticas al otro lado del istmo (entonces) de Suez, o de las tierras semidesérticas de la altiplanicie de Judea.

Los excedentes de riqueza volvieron a aparecer en la segunda revolución energética, la de los combustibles fósiles, solo que esta vez los excedentes fueron gigantescos, ya que esos combustibles se habían almacenado durante 30 millones de años en el Carbonífero, hace 300 millones de años, y los estamos gastando en unos 300 años. 

La riqueza se expandió desde Inglaterra a los EEUU, a los países continentales de Europa, y posteriormente a los países del Golfo y otros con carbón, petróleo y gas natural. La población volvió a crecer (la abundancia de energía permitió el desarrollo de la medicina y la disponibilidad de alimentos) desde unos 1.000 millones a 8.000 millones camino de los 10.000 millones en este siglo XXI. Los enormes excedentes de energía actuales empiezan a disminuir al bajar las reservas de combustibles fósiles y aumentar la población a la que hay que distribuir energía. Según la FAO, hoy hay 800 millones de personas muy pobres, en un mundo de aparente abundancia. No hay suficiente energía que llegue hasta ellos. 

Como ocurrió en Egipto.

Los seres humanos, ignorantes de esta realidad de lo que es la riqueza, han establecido monedas diversas, que siempre han estado relacionadas con la disponibilidad de energía. En Roma se sutilizaban el denario y el sestercio. Una cierta cantidad de denarios, unos 40.000, equivalía a un barco lleno de energía almacenada en forma de granos de trigo,  de aceite o de vino, por ejemplo. La demanda y la oferta, las condiciones del entorno, la abundancia o escasez de monedas, pueden hacer que el precio en monedas de ese trigo fluctúe a lo largo de los años, pero su valor energético es siempre el mismo, y misma es por tanto su riqueza.

Hoy seguimos debatiendo, como si fuésemos ignorantes de esta realidad, sobre la riqueza de las personas y de las naciones en términos monetarios, cuando en realidad deberíamos preocuparnos por la disponibilidad de energía de cada persona y de cada país. O al menos, aceptar abiertamente como iconos todos los esquemas financieros y monetarios, que terminan, en un plazo de 20 años como máximo (generalmente menos años) en colapsar cuando no están mantenidos con riqueza real, es decir, con energía disponible.

La energía es el ingrediente esencial para producir lo que llamamos “bienes”. Más energía, más bienes, y son bienes lo que queremos. Hoy se habla de la necesidad de “decrecer”, de usar cada vez menos cosas, de vivir con lo que tenemos. En primer lugar, este es un mensaje para una pequeña parte de la humanidad. La gran mayoría lo que quiere es tener más: Más comida, mejores viviendas, más transporte, mejores ropas, … . En segundo lugar, una vida sin mejorar es la vida de las hormigas: 300 millones de años sin el menor cambio, sin el menor objetivo, absolutamente inútiles.

Si tenemos energía más que de sobra, podemos, si queremos, reconstruir un país, un mundo, de otra manera, con abundancia real, sin tener que “satisfacer deseos ilimitados con recursos escasos”.

España tine unos 500.000 km2. Con una décima parte de ellos, en general desiertos, o sin cultivos ni bosques,  con esa décima parte, cubierta de placas solares o de turbinas eólicas, tendríamos la energía que representa el PIB español.

Se entiende mal como no se llena esa superficie de captadores de energía, y seguimos con penuria en España.

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