Titanic: salvados por un microbio

Poco podía pensar Henri Van den Steen que el médico que no le dejaba embarcar por padecer tracoma, una enfermedad infecciosa que afecta a la conjuntiva de los párpados, le estaba salvando la vida. Junto con su hermano, Leo Peter, Henri quería emigrar desde su Bélgica natal hasta América para abrir una panadería. En otras circunstancias se podría pensar que Henri había tenido mala suerte, solo que Leo y Henri querían viajar de Southhampton a Nueva York en un barco recién construido llamado Titanic que en principio era insumergible. Hoy en día sabemos que la forma más segura de salvarse del hundimiento del Titanic no fue subirse a un bote salvavidas, sino no haberse embarcado en el transatlántico.

 

El Titanic se va a pique. En la noche del 14 al 15 de abril de 1912 el Titanic se hundió, dos tercios de las personas que estaban a bordo murieron, en su mayoría víctimas de las heladas aguas del Atlántico Norte.

El tracoma lo produce una bacteria llamada Chlamydia trachomatis, que vive dentro de las células de la conjuntiva del interior de los párpados, es muy contagiosa y si no se trata puede producir ceguera, por lo que hace cien años, en un mundo sin antibióticos, era una enfermedad temible. A diferencia de bacterias como algunas estirpes de Escherichia coli que provocan infecciones quedándose en el exterior de nuestras células, Chlamydia vive en su interior. La adaptación a vivir en el interior de una célula humana ha dejado profundas huellas en la fisiología de la bacteria, que se manifiestan en su genoma y en su proteoma. Por lo general, las bacterias que son patógenos intracelulares han modificado los procesos de proliferación de forma que en líneas generales podemos decir que los han reducido en unos casos más que en otros.

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Antes de embarcar se examina a los pasajeros para detectar a quienes padecen enfermedades contagiosas. 

Si nos centramos en los elementos que inician la división celular, E. coli necesita utilizar un mínimo de diez proteínas distintas para ensamblar un divisoma, el complejo proteico que realiza la división de la membrana interna y otras cuantas, cuyo número exacto no se ha determinado, para realizar todo el proceso de división celular. Además E. coli mantiene su forma y no estalla por la presión a la que está su interior gracias a una malla rígida, el peptidoglicano, que rodea la membrana interna. Chlamydia por el contrario tiene una cantidad de petidoglicano muy baja.

Lo que más sorprende de Chlamydia es que carece de una importante proteína, FtsZ, que inicia la división celular en la mayoría de las bacterias, y que también existe en uno de los grupos de arqueas (euriarqueas) e incluso en orgánulos de muchos eucariotas, como los cloroplastos y las mitocondrias de algunas especies. Es más, un pariente cercano de FtsZ, la tubulina, juega importantes papeles en el citoesqueleto de las células eucarióticas, en las que sirve entre otras cosas para canalizar el tráfico de vesículas por el citoplasma. Se ha postulado que la función de FtsZ en la división celular de Chlamydia la sustituyen algunas enzimas que intervienen en la síntesis del poco peptidoglicano presente.

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El ciclo de desarrollo de Chlamydia. La bacteria se ha especializado en vivir dentro de una célula y en producir descendientes que propagan la enfermedad. La línea roja representa la membrana de la célula humana. La infección se propaga por los llamados "cuerpos elementales", EB (elementary bodies) en su denominacion en inglés, que como las esporas son metabólicamente inertes.

Se sabe que a bordo del Titanic había un equipo médico excelentemente dotado y con las mejores medicinas de la época, pero los antibióticos, que hubieran permitido tratar las infecciones a bordo, no estarían disponibles para su uso clínico hasta tres décadas más tarde. De hecho Alexander Fleming ni siquiera había descubierto la penicilina. Precisamente la penicilina no hubiera sido tampoco la mejor ayuda para curar el tracoma, ya que su acción la ejerce sobre la síntesis de peptidoglicano. Chlamydia es sensible a la penicilina, pero para tratarla se prefieren antibióticos que bloquean la síntesis de proteínas, como la azitromicina, un antibiótico que se puede administrar por vía oral e incluso puede ser eficaz en una dosis única.

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En última instancia a Henri Van den Steen, y a otros varios pasajeros que no subieron a bordo por padecer la misma infección posiblemente les salvó de la muerte por choque hipotérmico seguido de ahogamiento un microbio que, tras su larga asociación con las células humanas, ha perdido una parte importante de su genoma, incluyendo el gen ftsZ. Para él podríamos decir que Chlamydia más que un patógeno fue un simbionte. Por cierto Leo Peter, el hermano de Henri fue una de las víctimas del naufragio, su cadáver no se recuperó.

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3 comentarios

  1. Saludos Vicente:
    Otra excelente entrada que combina divulgación científica, detalles históricos y una prosa muy pulida. Tus lectores asiduos agradecemos este conocimiento tan interesante.
    Esperamos muchas más colaboraciones como ésta.

  2. Existen aún partes del globo en las que el tracoma persiste y afecta a poblaciones:
    África
    Asia
    Medio Oriente
    Algunas partes del centro y el sur de América
    Noreste de Australia
    Muy interesante.

  3. Los responsables de Educación deberían pensar en trasladar el método «microbichitos» a la escuela pública. Nuestros niños adquirirían una formación científico-humanística fantástica y, lo que en estos días es muy importante, a bajísimo precio.
    Adelante, Miguel, siempre nos alegras la jornada.

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