Bacteriología Santa

El 19 de octubre en el Vaticano, si nada lo impide el papa León XIV canonizará a José Gregorio Hernández Cisneros, un venezolano ilustre que el 29 de octubre de 1864 nació a orillas del lago Maracaibo en Isnotú  y murió en Caracas el domingo 29 de junio de 1919.
A principios de mayo de 1984 había llegado yo a Caracas para participar como profesor de un curso de la Cátedra Ramón y Cajal del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), se acercaba el día de la madre, que los venezolanos celebran el segundo domingo de mayo, ese año el día 13.
 

 
Caracas estaba llena de tarjetitas para felicitar a las madres en su día, con grandes y “ostentóreas” (como diría Gil y Gil) rosas y otras flores menos opulentas, bellísimas jóvenes mamás arrullando a rollizos bebés y una congregación entera de vírgenes y mártires de la santa madre iglesia.
Todo, menos el día elegido para la celebración, que en España es el primer domingo de mayo, caía dentro de lo que me parecía lo normal. Todo menos unas tarjetas en las que aparecía a todo color la efigie de un señor con bigote americana y sombrero de calle de ala estrecha. Esta estampa no me encajaba en los perfiles tradicionales que el imaginario colectivo había grabado en la mentalidad de católico, apostólico romano que de niño me inculcaron los escolapios.
Pregunté a los venezolanos y a un amigo español que trabajaba en Caracas y me dijeron que era José Gregorio Hernández, una figura muy venerada en Venezuela, tanto por los católicos como por los seguidores de la variante venezolana de la santería.
José Gregorio era un buen hombre, médico de profesión que atendía gratis a los enfermos que no podían pagarle. Por lo que me contaron supe que fue una de las primeras, algunos decían que la primera, víctima del tráfico rodado en Caracas.
José Gregorio Hernández había estudiado Medicina en Caracas y se especializó en bacteriología en Paris y Berlín. A su vuelta a Venezuela fue profesor en la Universidad Central. Con él a petición del gobierno venezolano trajo un microscopio y otros equipos médicos que se instalaron en el hospital Vargas que estaba conectado con la universidad. El 6 de noviembre de 1891 fundó la cátedra de Bacteriología, la primera de esta especialidad en América de la que fue su primer director. Tras sus estudios en Francia y Alemania publicó un 1906 un libro, Elementos de Bacteriología, texto de carácter didáctico en el que empieza exponiendo las ideas generales que describen las bacterias distinguiéndolas de otros microorganismos. Lógicamente, siendo su autor médico de formación y de profesión, es un tratado básico de microbiologia médica que enfatiza las propiedades de las bacterias patógenas, las infecciones y los síntomas que producen, las lesiones que dejan en los cadáveres, los tratamientos curativos disponibles a principios del siglo XX y las vacunas que se podían utilizar. El texto completo del libro, tanto de la primera edición de 1906  como de la segunda, póstuma, de 1922  están accesibles en internet.
Como es lógico, la bacteriología ha progresado bastante desde la publicación de la obra. El tratamiento de las infecciones y el éxito en su curación cambió radicalmente con el descubrimiento de los antibióticos que Fleming inició en 1928 con la penicilina y que Florey y Chain hacia 1941 lograron producir en cantidad permitiendo su uso clínico.
Muchos de los temas que trata , entre ellas la descripción morfológica de la división bacteriana y de la relación entre el tiempo de duplicación y la composición del medio de cultivo son en líneas generales bastante acertadas, aunque poco detalladas y hoy en día las conocemos en mucho más detalle. No en balde ha transcurrido más de un siglo en el que la Microbiologia Molecular ha progresado hasta permitirnos conocer en detalle las moléculas que forman el septo de división que separa a las células hijas y cómo se ensamblan. Como es lógico, a principio del siglo XX la genética de las bacterias estaba por descubrir. En Tübingen Fiedrich Miescher en 1871 había obtenido ácidos nucleicos de glóbulos blancos a lo que él llamó nucleína, pero no fue hasta 1928 que Frederick Griffith, que trabajaba en Londres, publicó sus experimentos demostrando que el estreptococo era transformable y que ya fue en 1944 cuando finalmente Oswald Avery, trabajando en el Rockefeller Institute, publicó que la transformación del estreptococo dependía del ADN demostrando que la herencia está conservada en esa molécula. Ahora sabemos que las bacterias son organismos procarióticos, desprovistos de núcleo porque no tienen una membrana que separe el ADN del citoplasma, algo que a José Gregorio Hernández le resultaba muy extraño.
Gran importancia tienen en el texto los procedimientos experimentales clásicos que se necesitaban para manipular y estudiar las bacterias en el laboratorio. Como ya dije fue José Gregorio quien llevó el primer microscopio a Caracas e instruyó a los estudiantes en su manejo.
Cuando aquél domingo de junio ocurrió el atropello del futuro santo, el vehiculo le lanzó contra un bordillo produciéndole una lesión craneoencefálica grave. Aunque el propio conductor del automóvil que le atropelló le trasladó al hospital no había en aquel momento ningún médico de guardia. Cuando al final acudió uno solo pudo certificar el fallecimiento.
Ya por el tiempo de mi visita a Caracas José Gregorio Hernández tenía popularmente fama de santo milagrero, La iglesia Católica tardó un poco más que la rama del sincretismo venezolano en reconocer sus méritos. En 1972 había sido reconocido como siervo de Dios por el papa Pablo VI. No fue hasta 1986 que el papa Wojtila le declaró venerable. El papa Francisco beatificó a José Gregorio en 2021 y aprobó en 2025, pese a su mala salud, la canonización. El nuevo papa, León XIV, decretó que José Gregorio será canonizado el 19 de octubre de 2025 junto con la monja Carmen Rendiles Mártinez, víctima de la gripe en 1977, que serán los dos primeros santos venezolanos. Por su parte a José Gregorio Hernández le cabe la gloria de ser el primer bacteriólogo que es santo de la Iglesia Católica.

 

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3 comentarios

  1. Maite Garcia presidenta del Seminario Permanente de Ciencias Naturales Asociación de Profesores de Madrid con domicilio social en el Real Jardín Botánico

    Maite Garcia presidenta del Seminario Permanente de Ciencias Naturales Asociación de Profesores de Madrid con domicilio social en el Real Jardín Botánico

    Es uno extraordinaria recopilación la que ha hecho el profesor Miguel Vicente en relación con un bacteriología historia de la microbiología impacto de los microorganismos en la vida humana y concretamente en la salud y sus técnicas de estudio y factores anecdóticos que se convierten en auténticos inclusores de conocimientos para quien los lee y especialmente útiles para proponer a los alumnos de Enseñanza Secundaria y especialmente de bachillerato por lo que nos proponemos difundirlo a través del Aula Virtual del curso que comienza el 20 de octubre de 2025 y termina el 13 de diciembre del mismo año con una conferencia a cargo del profesor Miguel Vicente sobre bacterias que matan y nos parece que enviar estos materiales a los alumnos de Bachillerato les aleja de candidato de opiniones erróneas algunas interesadas y poniéndoles a su alcance una información detallada secuenciada y tremendamente valiosa

  2. A ver si lo entiendo: Un médico con una labor valiosa en el campo de la medicina y la enseñanza. Vale muy bien. En el último parrafo se comenta una frikada que añade contexto, que incluso resulta divertido (menos el atropello, que uno piensa que por que narices no bajaron los ángeles del cielo a elevar del suelo al atropellado antes del impacto). OK. Pero colar la frase «Por su parte a José Gregorio Hernández le cabe la gloria de ser el primer bacteriólogo que es santo De la Iglesia Católica» me parece un signo de los tiempos oscuros que estamos viviendo. Para la ciencia tiene que ser una verguenza (no un orgullo ni mucho menos gloria) que la actividad científica se mezcle con las supersticiones de cualquier tipo.

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