Divulgar e informar en tiempos de pandemia
Con los años se ha ido reconociendo la utilidad de la divulgación científica, y también su valoración social ha crecido. La pandemia provocada por el SARS-Cov-2 ha traído ahora una plétora de expertos, de divulgadores y de información que era impredecible hace sólo una década. La divulgación ocupa ahora espacios muy importantes y extensos en los medios de comunicación, unos con mayor rigor científico que otros. Se quejaba hace unos días una divulgadora sobre los contenidos de algunos programas que no distinguen entre los hechos científicos probados y las mentiras y datos falsos y a mi entender no sin razón.
El SARS-Cov-2 nos pilló a todos por sorpresa, no solo hemos de aprender cómo protegernos de sus efectos sobre la salud, también nos obliga a enfrentarnos a diferentes modos de informar y divulgar que dejarán huella en cómo se comunica el impacto de una pandemia . Imagen de enlace.
Demasiada información
Si algo ha proliferado en este último año, además del coronavirus, ha sido la información sobre sus propiedades, sus efectos y qué hacer para evitarlos. Para mi es un exceso y me ha saturado.
Informar es esencial pero el exceso de información, a menudo poco relevante no es bueno, produce fatiga pandémica.
Supongamos que se nos incendia la casa y cuando cogemos el extintor en vez de instrucciones gráficas con tres o cuatro imágenes claras lo que nos explican primero es la legislación sobre cómo fabricarlo. Podemos imaginar que cuando vayamos a usarlo ya no nos hará falta, el fuego será imparable y puede que estemos muy chamuscados.
Son innumerables las opiniones y los consejos que a diario han difundido los medios de comunicación, se han multiplicado a la vez los expertos que los dan. Debe ser difícil importunar a científicos relevantes a todas horas para dar consejos así que en muchos casos abundan los recién llegados. Cada uno se ha debido sentir en la necesidad de contar a su manera cómo se comporta el coronavirus y al público han llegado muchas definiciones y variados relatos. Esto no contribuye a que se asimile lo que es importante.
Errores y datos sin confirmar
Más perjudicial es la información errónea. Hace un año este coronavirus era casi desconocido, tampoco sabíamos muy bien cómo protegernos de él. Puede que al principio las mascarillas escaseasen, pero el error sobre la vía de contagio estaba muy extendido. Océanos de lejía y otros desinfectantes se tuvieron que utilizar hasta que se vio que el contagio se produce mayoritariamente, como debía haber parecido lógico al tratarse de una enfermedad respiratoria, por la respiración de aerosoles más que por el roce.
En tiempos normales los resultados científicos no se publicaban hasta no ser evaluados por expertos en el tema. Pero la pandemia de COVID nos ha pillado a contrapié, cuando es posible colocar en la red casi cualquier resultado previo que a veces nunca llega a probarse con certeza. Fuera del entorno científico resulta difícil discernir la fiabilidad que tienen estas comunicaciones preliminares. Prescribir hidroxicloroquina como una cura, pese a sus efectos secundarios y su poca o nula eficacia, se basó en una de ellas que no pudo al final corroborarse con certeza.
¿Se sabe todo sobre la propagación del virus?
Sabemos que los aerosoles pueden ser la forma predominante de contagio pero no me resulta tan claro si se conoce tan bien cómo se propaga en las poblaciones. Tanto la propagación inicial del virus como luego la de sus variantes me sorprende. Es cierto que somos las personas quienes propagamos el virus, pero no conocemos bien cuándo exactamente lo hacemos. La frecuencia de portadores sanos, el periodo de incubación de la enfermedad largo y asintomático, y la capacidad infectiva del virus, además de la dificultad y escasez del rastreo y al inicio de la pandemia la escasez de diagnóstico pueden ser las causas por las que los brotes aparentan surgir como de repente en un momento y por todas partes. Si a eso añadimos que muchas veces la descripción de las propiedades infectivas y gravedad de cada virus procede de estudios preliminares no sorprende que varias decisiones, como bloquear viajes y cerrar fronteras no acaben siempre de acertar.
La propagación de bulos y noticias infundadas
Cuestión más grave ha sido la propagación de bulos por las redes sociales, algo que si se junta con la baja cultura científica lleva a errores perniciosos que se han hecho más patentes en los errores difundidos sobre las vacunas. A mi no me parece que entrevistar a los peatones que pasan por donde está un reportero sea lo más adecuado, y menos que se conceda igual importancia a quienes difunden opiniones sin base científica. No se puede confundir la libertad de expresión con la propagación de falsedades contrarias a la ciencia y a veces carentes de lógica.
Vacunas e información
Muchos de los errores difundidos sobre las vacunas desaparecen según se extiende la inoculación probando tanto la eficacia como la seguridad de cada una de las disponibles. Puede que incluso a corto plazo llegue a entenderse que la denostada vacuna de AstraZeneca no es que sea mala sino que en algunos grupos de edad aún no se ha probado lo suficiente y que por precaución no se aconseja inocular en toda la población.
La escasez de suficientes datos, la irregularidad y la precipitación con la que se comunican, por no hablar de la ignorancia de algún responsable de decidirlo, creo que dificulta que se tomen todas las medidas eficaces que ayudarían a frenar la pandemia y a disminuir sus efectos dañinos tanto sobre la salud como sobre la economía.