Los profesionales sanitarios participamos en la atención de todos aquellos que acuden a nosotros. Para eso nos formamos. También somos pacientes potenciales y reales, acudiendo a colegas, compañeros o simplemente al profesional que nos corresponde cuando toca. Vemos esa atención que se nos dispensa, inevitablemente, desde una perspectiva diferente del no sanitario. Lo mismo ocurre cuando es un familiar el que necesita cuidados.

Esa diferente óptica nos hace considerar aspectos distintos y distintivos. Escudriñamos las actuaciones, las actitudes, las aptitudes, las habilidades del profesional con la visión de lo que se hace en otros sitios, de lo que se haría, de lo que haríamos, de lo que desearíamos o creemos que se debería hacer. Y esto también puede hacernos replantear lo que sabíamos y conocíamos, e incluso nuestra manera de hacer y pensar en situaciones análogas en las que nosotros o nuestros compañeros fuéramos los profesionales que prestasen la atención.

Todo eso nos ha ocurrido. O nos ocurrirá en un futuro poco deseado en el que nosotros o nuestros conocidos seamos pacientes. Es una manera cotidiana de proceder de la mente. La reflexión se genera, brota, cuando nos vemos sorprendidos o sometidos a incertidumbres. Más si cabe cuando hablamos de la enfermedad, del padecimiento propio o vecino. En las  esperas, las dudas, las decisiones apresuradas, las noches de vigilia, pensamos sin poder desprendernos de nuestra condición de terapeutas o cuidadores.

En esa suerte de ambivalencia permanecemos expectantes, indagadores, atentos. Somos padecientes  o familia a la par  que volvemos la mirada sobre nosotros mismos cuando miramos al profesional que nos atalanta.Y descubrimos los beneficios de una sonrisa, una palabra cálida, una petición de paciencia o una invitación a la despreocupación. E incluso damos un valor renovado a la respuesta solícita a una petición de información cuando nos sentimos perdidos. Distinguimos a distintos profesionales que se coordinan y nos hacen más llevadera la estancia obligada. Y, claro, también vemos cuando las cosas podrían ser de otra manera.

Esperamos tener presente siempre la importancia de los pequeños detalles, de un gesto, de una muestra de comprensión, de una palabra amable. No debería ser necesario, pero a veces se nos olvida que cualquier día podemos estar al otro lado.

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