CARTA A LOS HEREDEROS (DE LA FISIOTERAPIA)

El título de esta entrada  emula al que leíamos cuando nos considerábamos uno de aquellos a los que Antonio Gala se dirigía en sus escritos dominicales. Corrían los primeros años 90, en los que comenzamos y terminamos la carrera de Fisioterapia, y nos sentíamos destinatarios de los alegatos del escritor, en los que nos animaba, o así lo interpretamos ahora, a ser motor de cambio hacia un mundo mejor.

Han pasado muchos años, y nos hemos hecho mayores. En este tiempo hemos ejercido la Fisioterapia en distintos ámbitos, desarrollando nuestra particular carrera pero también participando en la tarea colectiva de aportar en el crecimiento de la profesión. Como docentes intentamos contribuir a la formación de unos estudiantes que tenéis ahora la edad con la que leíamos aquellos discursos de Gala. Puede parecer una temeridad, un alarde de pedantería y vanidad, pero, con mucha modestia, nos vamos a atrever a arengaros desde esta tribuna a esos que bien podéis ser herederos de los que llevamos ya un tiempo en la Fisioterapia.

Estamos en un periodo difícil. Al fin y al cabo la dificultad suele ser inherente a las crisis. Los fisioterapeutas del ámbito privado por unos motivos, y los de la sanidad pública por otros, pasan por tiempos convulsos, obstáculos, amenazas, retos, incertidumbres. Los estudiantes tampoco gozan de los mejores tiempos, como paganos de las restricciones presupuestarias de las universidades, y el consiguiente aumento desmesurado de las tasas o la disminución del número de profesores. Estos y otros problemas no los diferencian de otras profesiones o de otros estudios universitarios.

Pero la Fisioterapia tiene sus propios y a veces exclusivos inconvenientes. En el entorno académico la falta de control sobre el número de estudiantes que acceden al Grado, o las deficiencias en la consecución de todas las competencias y en la coordinación de la educación teórica con la clínica, o la incoherencia de lo aprendido con la realidad sociolaboral. Los que en estos años os habéis incorporado a la profesión os topáis con un mercado laboral saturado, la consecuente ausencia de demanda de empleo, o unas ofertas que rayan o sobrepasan la tomadura de pelo. Claro, siempre os queda explorar nuevos horizontes laborales allende los Pirineos, que eso culturiza mucho. Y, si tienes la fortuna de que esto no sea exactamente así, en otras ocasiones te obligan a silenciar lo que sabes, a servir de excusa para que otros tengan algo que prescribir y tú, solícito, sigas unas directrices que te sonrojan.

El panorama no parece halagüeño.  Pero tú posees algo que nosotros perdimos. Atesoras la bisoñez que te hace a la vez vulnerable y atrevido. Se necesita esa nueva savia, un renovado empuje que nos despierte a los que nos empezamos a dormir, a los que cambiaron la bizarría por el talante acomodadizo, a los que se conforman con cumplir,  a los que se resisten a crecer, a los que prefieren la cómoda tranquilidad a la molestia de decidir.

Te pido sólo lo que muchos de los que estamos, y muchos de lo que estuvieron, ya hicimos: formación e información. Una lleva a la otra. El estudiante bien informado es el que puede reclamar la mejor formación. Es mucho lo que debes saber cuando te den el título de Grado. Está en la orden CIN/2135/2008. Si te informas sabrás que posees o poseerás un título que te otorga autonomía para ejercer, sin dependencias jerárquicas de otros profesionales; que puedes y debes usar tu cerebro antes que tus manos, para planificar y decidir; que puedes y debes informar a tus pacientes sobre lo que les haces o aconsejas; que puedes investigar y gestionar; y, lo más importante, que debes ser crítico

La información y la formación permiten una crítica constructiva. Deben impregnarte de un espíritu crítico, demandante, reivindicativo propio, o eso pensamos, de tu edad. Cuando te formes reflexiona sobre lo que te cuenten, duda, cuestiona, no sientas lo que te digan que tienes que sentir. Sé receptivo, imita, pero no sin pensar aunque el imitado sea un sabio. Si eres estudiante me atrevo a invitarte a esa lucha, a participar además de a estudiar, a interesarte por lo que se hace y debería hacer, a conocer tu futura profesión, a empezar a sentirte fisioterapeuta. Si ya lo eres, pero aún no lo sientes, adéntrate un poco más en la Fisioterapia, comparte, contacta, acércate a colegios u otras organizaciones profesionales, encontrarás gente con mucha ilusión. Eso sí, si la Fisioterapia te atrapa, te cautiva, te apasiona, acéptala, cómo no, con una visión crítica. Y hazla compatible con todas las demás cosas que te ofrezca la vida.

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