NORMOPRAXIS

En el último número de la revista Cuestiones de Fisioterapia su director, Jesús Rebollo, aborda de nuevo uno de los aspectos esenciales para el desarrollo de la profesión. Nos recuerda que en los hospitales, públicos y privados, el despliegue de las competencias del fisioterapeuta dista mucho de llegar al que puede y debería ser.

 

En el último número de la revista Cuestiones de Fisioterapia (1) su director, Jesús Rebollo, aborda de nuevo uno de los aspectos esenciales para el desarrollo de la profesión. Nos recuerda que en los hospitales, públicos y privados, el despliegue de las competencias del fisioterapeuta dista mucho de llegar al que puede y debería ser.

Conocimos a Jesús Rebollo hace veintidós años, los mismos que hace que terminamos la diplomatura de Fisioterapia, en el marco de unas jornadas en Toledo. Ya entonces, con la inexperiencia y la ilusión de un recién titulado, nos impresionó. Después fue coordinador del Libro Blanco de Fisioterapia, llegó a Catedrátido de Fisioterapia, publicó numerosos artículos y es, para nosotros sin duda, una de las figuras más relevantes en la creación de una base teórica que ha propiciado el despegue de la Fisioterapia como profesión madura, científica y autónoma, al menos en el nivel académico.

En su editorial Jesús Rebollo recuerda lo que todos sabemos o deberíamos saber. El fisioterapeuta tiene capacidad, o se le presupone, para ejercer su labor de manera autónoma, integrada, en cooperación con los demás profesionales sanitarios. Es lo lógico y además lo que recoge su catálogo de competencias (ORDEN CIN/2135/2008) que le reconoce legalmente su suficiencia, más bien idoneidad, para diagnóstico, planificación y tratamiento de fisioterapia.

Nosotros hemos hecho de este asunto algo recurrente en esta bitácora, precisamente por considerarlo trascendental, nuclear. No entendemos como a estas alturas los gestores y demás profesionales implicados no toman medidas para propiciar algo que, suponiendo un cambio de mentalidad y paradigma, no puede sino beneficiar al usuario y al sistema. Quizás el error es pensar que esto conlleva la desaparición de los profesionales que el sistema actual interpone entre fisioterapeuta-paciente y fisioterapeuta-médico especialista o de familia. Esto no tiene por qué ser así, y es razonable que se desencadenen suspicacias en este sentido. Pero tampoco ha de ser el sistema el que ignore otras posibilidades o los fisioterapeutas los que tengan que renunciar a sus competencias, diríamos que obligaciones, por ello. En realidad se trata de normalizar lo que ya ocurre en el ámbito académico y reconoce la legislación.

Lo que Jesús Rebollo llama normopraxis, en el entorno clínico de la atención especializada es más bien algo anecdótico, poco común. En los últimos meses, durante los avatares de nuestro ejercicio, hemos pensado que las cosas seguían como en aquel 1993. Sería injusto, sin embargo, no reconocer la labor de todos los colegas que en la realidad sí han propiciado cambios. Pero queda mucho por hacer para que la «normalidad» llegue ámbito asistencial de lo público. Jesús Rebollo dice que esto ocurrirá, pero también pide el empeño de los fisioterapeutas para ello.  Nos hacemos eco de esa petición, una vez más, y especialmente la dirigimos a las generaciones más jóvenes. A ver si dentro de otros veintidós años podemos decir otra cosa.

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Referencias

1. Rebollo Roldán J. Ejercer los criterios de normopraxis y usos propios de la profesión. Cuest. fisioter. 2015, 44(2): 69-70.

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