LA CUESTIÓN DIAGNÓSTICA
Nos acabamos de agenciar un sintagma. Con una carga simbólica intencionada. Todo aquello que llamamos «cuestión» parece tener empaque.
Pues sí. Hace nada más y nada menos que 15 años abordamos el tema del diagnóstico en fisioterapia en esta bitácora. Decíamos ya entonces, perdón por la inmodestia de la autocita, que «los fisioterapeutas no disponemos de un listado de diagnósticos fisioterápicos […], no hay normas establecidas que homogeneicen la manera de especificarlos. Nosotros, al menos, no las conocemos. Idealmente, estas normas deberían emanar del consenso de organismos de la profesión internacionales. Esta tarea no debería demorarse y los fisioterapeutas han de fomentar la formulación del diagnóstico propio». Y aquí estamos, tras 15 años, y sinceramente veo difícil que en los que nos quedan como fisioterapeuta lo veamos.
Cuando hablamos de esta cuestión a nuestros alumnos decimos, sin sonrojo, que el diagnóstico de fisioterapia, ese que recoge la guía docente como competencia a adquirir en el Grado, no existe. Bueno, existe, pero el que cada fisioterapeuta, escuela, tendencia o moda hace suyo. Esto es un problema serio, no exclusivo de la Fisioterapia. Hay controversias, desacuerdos, indefiniciones sobre el tema en otras disciplinas. Precisamente hemos leído en un libro de Psicología (1), en la que ha habido incluso rechazo a las clasificaciones diagnósticas o discrepancias internas sobre el uso de las propias de otras especialidades como la Psiquiatría, sobre la importancia de tener una forma de clasificar conductas y pacientes. Como nos parece relevante recordar que seguimos pendientes de la concretización del diagnóstico en fisioterapia traemos a este rincón las razones esgrimidas para ello. Así, facilitar la comunicación entre profesionales. Es díficil tratar pacientes cuando no se comparten los criterios para ello. Tampoco podemos investigar sobre un proceso o enfermedad si no compartimos qué es o como lo distinguimos. Hablar de discinesia escapular, por ejemplo, comparar, investigar o replicar lo que otros han hecho es imposible sin una descripción compartida de lo que es.
Facilitar la recuperación de la información en nuestra memoria. Cuando nombramos una alteración, disfunción o daño estamos asignando una etiqueta que nos facilita cualquier intervención posterior con solo nombrarla, sin necesidad de reinterpretaciones, repeticiones o redundancias sobre lo que hemos visto u otros han nombrado ya.
Definición e impulso de la investigación. Investigar sobre algo en distintos lugares, en separación o compartición, replicar un estudio, implica que se haga sobre el mismo objeto para que las conclusiones sean comparables y extrapolables. El diagnóstico compartido lo posibilita, sin este es imposible. Lo afirmado, concluido, constatado por otros no vale si no hay claridad diagnóstica. La investigación en fisioterapia, como en cualquier ciencia, requiere credibilidad. Si no investigamos sobre algo definido no vale.
Acumular información, pronosticar, aclarar etiologías. Cuando hablo de algo, ese «algo» marca el campo de acción y lo que estudiamos sobre ello debe estar acotado, aunque se puede extender a otros supuestos. Si hay indefinición en lo que es «movimiento restringido» o «hipomovilidad» o «dolor neuropático» lo que concluyo pierde consistencia porque se refiere a algo mal concretado, máxime si no es compartido por el colectivo al que afecta el diagnóstico. Igualmente, conocer el curso, predecirlo, no es posible si no hemos clasificado sobre lo que pretendemos delimitar. Lo mismo ocurre si pretendo conocer causas o desencadenantes de algo que no tenemos muy claro qué es. Sin un consecuente compartido por todos los que intentan conocer los antecedentes no podemos llegar a las causas.
Definición de los tratamientos. Históricamentes, ya menos, la fisioterapia ha sido una disciplina de tratar. Pero ¿qué tratamos? No es infrecuente que los abordajes, técnicas, enfoques, prioridades adolezcan de mucha variabilidad en nuestra profesión. Claro, si no tratamos lo mismo es difícil que tratemos parecido. Si no tenemos la misma categorización de los usuarios es poco probable que lleguemos a consensos como los de las guías clínicas. El problema puede ser el mismo o similar pero cada uno dará su propia receta con base en su diagnóstico. ¿Le suena al lector?
Información para la historia clínica e informes. Terminamos con este motivo para el diagnóstico del libro de Belloch. Hemos insistido aquí muchas veces en la importancia de la documentación clínica. Lo escrito queda, lo vemos y lo ven otros. Sin un diagnóstico compartido la fiabilidad de la información para el seguimiento, la continuidad asistencial, la determinación de consecuencias legales es escasa. Siempre puede impugnarse.
Hay intentos de clasificaciones como la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y la de la Salud (CIF) que tienen predicamento. Pero su uso, en nuestra experiencia, es testimonial. Otras clasificaciones más estructuralistas son comunes, aceptando un enfoque categorial como el de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), propia de la Medicina. Concluimos, casi como empezamos. Esta es una gran cuestión en nuestra profesión, no pretendíamos resolverla, sólo recordar lo obvio, sin diagnóstico, el que sea, no podemos dirigir nuestra acción ni ayudar a los pacientes. Sigamos buscando.
Referencias:
1. Belloch, A., Sandín, B., & Ramos, F. (2020). Manual de psicopatología. Manual de psicopatología, Vol I. Pag. 71-2.