La inmutabilidad de la lepra

¡Ay, pobre Yorick! Yo le conocía… tenía un humor incansable, una agudeza asombrosa. Hamlet, príncipe de Dinamarca, reflexiona así sobre la muerte de un bufón real cuyo cráneo sostiene mientras hace un alto en el camino. Se basa la tragedia de Shakespeare en posibles sucesos verídicos ocurridos entre los siglos XIII y XIV y la acción se desarrolla en una corte inmersa en luchas fratricidas como las que también por entonces llevaron en Castilla al asesinato de Pedro I el Cruel a manos de su hermanastro Enrique de Trastámara el Bastardo. En esos mismos años Jorge, un desconocido danés de Odense falleció víctima muy posiblemente de la lepra que le infectaba. Ningún príncipe debió estar muy interesado en su muerte, y lo que es seguro es que nadie desenterró su cráneo para recitarle versos transcendentes. El cráneo de Jorge ha tenido que esperar hasta hace unos días para conseguir su momento de gloria participando en un estudio sobre la estabilidad del genoma del bacilo de Hansen, Mycobacterium leprae, causante de su mortal enfermedad. Es un genoma en el que apenas ha habido cambios desde el medievo hasta llegar al genoma de los bacilos de la lepra actuales.

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Cráneo de Jorgen_625. Y ahora, ¿dónde están tus pullas, tus brincos, tus canciones, esas ocurrencias que hacían estallar de risa a toda la mesa? Fuente de la imagen: Ben Krause-Kyora.

 

La lepra, casi erradicada de Europa en la actualidad, tiene todavía una incidencia mundial de 250.000 casos al año. El bacilo de la lepra es un parásito muy peculiar, muchos de sus genes han perdido la capacidad de expresarse, tras sucesivas mutaciones no codifican ya ningún producto activo, por eso se les llama seudogenes. Su abundancia lleva a que esta bacteria, casi en perpetuo ayuno de muchos nutrientes que necesita para crecer, no consiga multiplicarse más que cada catorce días, mientras otras bacterias que, como Escherichia coli, habitan en el cuerpo lo consiguen en unas pocas horas.

Un equipo de investigadores de once instituciones europeas y otra de Mali, liderados por la Universidad de Tübingen y la Escuela Politécnica Federal de Lausana han obtenido ADN de restos del bacilo de la lepra presentes en huesos y dientes hallados en tumbas de los siglos X al XIV, entre ellos los de este danés, paisano de Hans Christian Andersen, al que han llamado Jorgen_625. En su caso la muestra estaba en tan buen estado que la secuenciación ha permitido reconstruir el genoma completo de la bacteria que le infectaba.

En el estudio se ha encontrado que los bacilos obtenidos de las muestras medievales, danesas, suecas y británicas, son casi idénticos entre ellos y que en casi un milenio el bacilo de la lepra apenas ha sufrido cambios a nivel genético. Tan solo se han inactivado cinco genes más que pasan a engrosar la lista de los seudogenes que ya no codifican productos activos. Uno de los nuevos seudogenes es un antígeno, una molécula a la que el sistema inmunitario puede reconocer para neutralizar a la bacteria, y que posiblemente al inactivarse haya relajado un poco la presión que ejercen las defensas del cuerpo sobre el microbio.

El genoma del bacilo que infectó a Jorge es casi idéntico al que se puede aislar hoy en día en los Estados Unidos, lo que da crédito a que la lepra en América procede de Europa. En Europa la lepra dejó de ser frecuente desde el siglo XVI, cosa que no puede achacarse a que el bacilo haya perdido virulencia, ya que en mil años, como se desprende del estudio apenas si ha cambiado. Debe haber otras causas para ello, quizás sean las mejoras sociales o los cambios en los hábitos cotidianos y también posibles modificaciones en el sistema inmunitario o que otras infecciones como la tuberculosis producida por Mycobacterium tuberculosis, o la peste la desbancaron.

REFERENCIA:

Schuenemann, et al. 2013. Genome-wide comparison of medieval and modern Mycobacterium leprae. Science.

 

 

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2 comentarios

  1. Siento no opinar, soy un analfabeto en asuntos de biología molecular. Ahora bien, sería interesante que el profesor Miguel Vicente nos explicara el fin de la lepra, la epidemia que asoló gran parte de Europa, gracias al sistema de aislar a los infectados en lugares semi-carcelarios.

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