El capital social
Dentro de nuestra serie de Desarrollo comunitario, le vamos dedicar varios artículos a estudiar el concepto de capital social, término muy utilizado no solo en sociología y desarrollo comunitario, sino también en estudios de epidemiología social (en este caso, como una variable explicativa, y teóricamente independiente, de las desigualdades en salud entre comunidades). Aunque en la epidemiología social española ha tenido un cierto rechazo, por la influencia de autores como Vicente Navarro, creo que merece la pena conocer los estudios y recopilaciones de Robert Putnam sobre los cambios del sentimiento comunitario en la sociedad estadounidense, en la segunda mitad del siglo XX. Estos dieron lugar al desarrollo teórico del concepto de capital social y a su popularización, a partir del exito de su ya clásico libro: “Bowling alone” (“Solo en la bolera”); que además inspiró, en parte, el también famoso film de Michael Moore “Bowling for Colombine”.
Portada del libro: Robert Putnam. “Bowling alone. The collapse and revival of American Community”. Simon and Schuster Paperback, New York, 2000
Porqué me interesa el capital social
El término capital social, además de parecer ya desfasado, nunca me resultó simpático. Primero porque autores a los que daba tanto crédito como Vicente Navarro lo criticaban ferozmente y nos advertían de su uso como soporte intelectual del neoliberalismo imperante[1] [2]. Y segundo, porque efectivamente fue utilizado en la década de los 90 y la primera década del nuevo siglo, por algunos epidemiólogos que parecían reivindicar y querer demostrar un factor independiente de las desigualdades socio-económicas y de clase social (aunque relacionado con las mismas) para explicar diferencias en situaciones de salud. La idea de que pertenecer a asociaciones deportivas o asistir a cultos religiosos fuera un factor de protección frente a los problemas de salud, independientemente de tu situación socio-económica, me resultaba ridícula, además de reaccionaria.
Por ello, desde esta economía de esfuerzo en que uno tiene que seleccionar entre las múltiples lecturas disponibles y los cientos de autores existentes, pero también, porqué no admitirlo, desde un cierto sectarismo ideológico, nunca me interesó leer a Putnam. Sin embargo, por motivos familiares, mi reciente y creciente interés por conocer mejor a la sociedad estadounidense me llevó a comprar este año en una librería de Missouri el famoso libro de Putnam “Bowling alone”[3] y hacer el esfuerzo de leer en inglés sus más de 500 páginas de cabo a rabo. El considerable esfuerzo ha merecido la pena y me gustaría compartir con vosotros parte de las cosas aprendidas y de las nuevas curiosidades intelectuales que me ha despertado.
Como veremos, si me acompañáis en este viaje, los estudios que se recopilan en el libro (y el concepto de capital social) nos aportan, entre otros muchos, tres elementos, que me interesan especialmente:
1. Estudiar las características de solidaridad que desarrollan algunas comunidades socialmente desfavorecidas, que les permiten enfrentarse mejor a la adversidad socio-económica, en relación a otras de similares condiciones, pero instaladas en la anomia social, el desencanto y el “salvase quien pueda”. Es decir, el camino desde la privación social a la mala salud no es lineal y tiene una interesante complejidad. O utilizando conceptos ilustrados: la solidaridad mitiga la falta de igualdad y de libertad. Una vez identificados estos factores mitigadores, podemos ver, desde la intervención comunitaria o la pedagogía social, como se pueden apoyar e incrementar. En los tiempos que nos esperan, es importante conocerlo y operativizarlo.
2. Considerar los valores y experiencias de la generacion de pertenencia como un factor explicativo del grado de implicación política y comunitaria, incluso de ciertas posturas frente a la desigualdad. Al igual que hacen algunos autores, recientemente celebres a raíz del movimiento 15-M y la indignación social ante la crisis, como Tony Judt (“Algo va mal” y “Postguerra”) o Stéphan Hessel (“¡Indignaos!”), Robert Putnam sostiene que hay diferencias importantes entre el compromiso comunitario, social y político (en el caso de Europa, compromiso con el estado de bienestar social) de la generación que vivió el periodo de entreguerras y la segunda guerra mundial, de las posteriores: los “baby-boomers”, la “generación X” y la actual generación joven.
En el caso de España, las generaciones con mayor vocación social y comunitaria serían las nacidas en las décadas de los 40 y los 50, que vivieron el auge de los movimientos sociales de resistencia frente a la dictadura, en los últimos años del franquismo, y la posterior transición democrática, con la construcción del incipiente y deficiente estado de bienestar social español.
Sin embargo, las que llegaron a la madurez en la última década del siglo XX y primera del XXI, estarían menos interesados en la participación en actividades comunitarias, sociales y políticas; serían menos conscientes del valor del universalismo y la solidaridad interclasista (que está en la base del estado de bienestar social que se encontraron hecho); y, por lo tanto, estarían más atraídos por planteamientos neoliberales individualistas, de libre elección de servicios públicos y de fragmentación de los sistemas de provisión de servicios (tipo cheque escolar, fomento del uso de la sanidad o la educación privadas, reducción de impuestos, estado mínimo, “cultura del esfuerzo y de la excelencia”, etc.)
Retrato de Tony Judt y portada de sus libros: “Algo va mal” y “Postguerra”
Retrato de Stéphan Hessel y portada de su libro “¡Indignaos!”.
3. Permite conocer mejor la compleja evolución de los valores y los estilos de vida de la sociedad estadounidense, que tanto nos influye a España y al resto del mundo, y que da lugar a fenómenos tan peculiares, como el fundamentalismo religioso y el comunitarismo reaccionario del Tea Party.
Qué es el capital social
Según Putnam[4], el término se refiere a las conexiones entre los individuos, a las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza que surgen de ellas.
El término “capital” quiere denotar que las redes sociales suponen un valor en sí mismo. Al igual que un destornillador (capital físico) o la educación universitaria (capital humano) puede incrementar la productividad (individual y colectivamente), los contactos sociales afectan a la productividad de individuos y grupos.
El capital social tiene un aspecto individual y uno colectivo. Por el primero nos beneficiamos individualmente a través de las conexiones sociales que establecemos. Por ejemplo, todos sabemos el valor que tiene el establecimiento de redes (“networking”) para conseguir un trabajo (para uno mismo o para un hijo o familiar). A veces es tan o más importante el “a quién conocemos” (capital social) que el “qué conocemos/qué sabemos” (capital humano). No solo es la fuente del clásico “enchufe” o “el tráfico de influencias”, sino al mero acceso a la información de la existencia de la oferta de trabajo, y determina la mayor facilidad de conseguirlo, si el que contrata tiene una garantía de confianza de un candidato frente a otro desconocido. Es decir, las redes sociales son importantes en nuestras vidas para encontrar trabajo, a alguien que nos eche una mano, una compañía o un hombro donde llorar.
Pero el capital social también tiene “externalidades” que afecta a la comunidad del individuo. No todos los beneficios y costes de las conexiones sociales recaen sobre el individuo que hace los contactos. Es un bien privado, pero también es un bien público. Como individuo puedo estar pobremente conectado, pero puedo beneficiarme de vivir en una sociedad bien conectada.
Las conexiones sociales se sostienen en normas de conducta, entre las cuales la reciprocidad es la más importante. Puede ser una reciprocidad especifica (“Hago esto por ti, para que luego lo hagas por mi”), pero la que tiene mas valor es la reciprocidad generalizada (“Hago esto por ti, sin esperar que me devuelvas nada, pero con la confianza que un tercero cualquiera lo hará alguna vez por mí si lo necesito”). La reciprocidad implícita en los servicios que se intercambian en los bancos de tiempo (ver en este blog: El banco de tiempo), de forma colectiva (no necesariamente de forma mutua, en forma de trueques), es un buen ejemplo.
Como vemos, el concepto es primo hermano (incluso, una reformulación) de otros como solidaridad, fraternidad, cohesión social, virtudes cívicas, etc., aunque se diferencia en ciertos matices. Por otra parte, veremos en los siguientes post que el capital social tiene connotaciones y dimensiones positivas (ayuda mutua, cooperación, confianza, efectividad institucional), junto con otras negativas (sectarismo, etnocentrismo, corrupción).
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Este artículo forma parte de la serie “Desarrollo comunitario”, escrito por Javier Segura del Pozo, que lleva las siguientes entregas publicadas hasta ahora:
- Desarrollo comunitario-Community development
- Desarrollo comunitario radical, según Margaret Ledwith
- Las uniones de crédito (”Credit union”)
- Las comunidades compasivas: el bienestar en el final de la vida
- Food mapping: midiendo el acceso a alimentos saludables
- Salop Drive Market Garden, un ejemplo de Agricultura Urbana.
- El enfoque ABCD de desarrollo comunitario
- El mapa de recursos de una comunidad (Asset mapping)
- La investigación apreciativa (Appreciative inquiry)
- El banco de tiempo
- José María Arizmendarrieta y el movimiento cooperativo de Mondragón
- “Healthy living centres” o centros de vida saludable, Gran Bretaña (1999-2010)
- Saul Alinsky y las reglas del buen rebelde
- El capital social
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[1] Vicente Navarro. A critique of social capital Int J Health Serv. 2002;32(3):423-32. Accesible en: http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2002/12/a-critique-of-social-capital.pdf
[2] Vicente Navarro. Commentary: Is capital the solution or the problem? International Journal of Epidemiology 2004;33:672–674. Accesible en: http://ije.oxfordjournals.org/content/33/4/672.full.pdf+html
[3] Robert Putnam. “Bowling alone. The collapse and revival of American Community”. Simon and Schuster Paperback, New York, 2000. Hay una traducción española: Putnam, Robert. Solo en la bolera: colapso y resurgimiento de la comunidad norteamericana. Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores, S.A. 2002.
[4] El material de este apartado está basado en una traducción personal de párrafos del libro: Robert Putnam. “Bowling alone. The collapse and revival of American Community”. Simon and Schuster Paperback, 2000. pp. 18-22.
Por lo que yo he leído sobre el capital social no lo veo como soporte intelectual del neoliberalismo sino justamente como lo contrario, pero supongo que todo depende desde el punto de vista que se estudie. Por lo que yo sé el capital social es, esencialmente, confianza y redes sociales y eso no creo que sea nada malo, pero tal vez estoy equivocado. De hecho los países más «ricos» en capital social son los países nórdicos (que son los que tienen un mayor estado del bienestar).
Al respecto el último trabajo de Charles Tilly «Confianza y Gobierno» (2010) puede ser muy interesante para desarrollar el tema propuesto por Javier. Explica la desdemocratización por la ruptura de lo que él llama redes de confianza y su relación con los gobiernos.Estrategias y relaciones entre unos y otros. Un gran trabajo de un extraordinario sociólogo.Saludos.
Reflexiones interesantes sobre «capital social» . Me adhiero a los tres puntos que planteas sobre los que se puede abrir debates interesantes.
En nuestra practica comunitaria solemos hablar de fortalecer el contexto comunitario como una red dinamica de conexiones y relaciones en el entorno de una comunidad que promueve capacidades para los cambios y si se fortalece con diversos instrumentos los resultados son mejores. Yo no lo llamaba capital social pero creo que es lo mismo.
Aunque lo de la generacion de pertenencia me gusta y en cierto sentido me identifico me parece que es un factor a tener en cuenta importante pero que no explica suficientemente las diferencias existentes entre las distintas generaciones ante la situación actual de los problemas en nuestras sociedades y la forma de abordarlos conjuntamente.
Gracias a los tres por vuestras interesantes aportaciones.
En cuanto a lo que plantea «yomismo», estoy de acuerdo con él de que no tiene porque ser un soporte intelectual del neoliberalismo. Sin embargo, aclaro que se ha identificado el concepto de «capital social» con el neoliberalismo, en cuanto a la insistencia de este en el valor de «la sociedad civil» frente al papel del estado.
La idea seria que una sociedad seria mas próspera y feliz si se facilitan, sin interferencias del estado, las libres relaciones e iniciativas de individuos, tanto mercantiles (el valor de «la mano invisible»), como humanas y de solidaridad. Ciertas funciones clásicas del estado, como la cobertura de las necesidades minimas de asistencia social, sanidad, educación, etc, podrian ser cubiertas mejor por las iniciativas de esta sociedad civil.
El capital social representaria la potencia de relacion y desarrollo de esta sociedad civil. Una comunidad con un gran capital social podria superar en teoria las desventajas de las condiciones socio-economicas. Estas quedarian en segundo plano. Incluso, si una comunidad tiene un bajo capital social, la culpa podria ser suya. Aclaro: esta no es mi opinión, sino los que utilizan el concepto de capital social como posible apoyo al neoliberalismo.
En cuanto a lo que dice Juan Luis, tambien estoy de acuerdo en que la generacion de pertenencia no explica suficientemente ciertas posturas individualistas y poco solidarias que vemos actualmente. Sin embargo, es un interesante factor a considerar. A mi me da que pensar esta composicion etaria del movimiento 15-M: los jóvenes «ni-ni», junto con los «canosos» (y menos entre 35 y 45 años). El redescubrimeinto y fascunacion por la generacion de Stephen Hessel y Jose Luis Sampedro.
Gracias Alberto por tu sugerencia. Lo pondré en la cola de las lecturas (!!!). Tu tesis promete. Como le ocurrio a Ulises con Itaca, lo importante no es llegar, sino lo qu evas a aprender por el camino.
[…] Redes sociales informales. La familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de asociaciones pueden, a través de prestamos, información (sobre oportunidades laborales, ayudas, etc.), asesoría y apoyo, ayudar a atravesar los malos momentos. En la crisis postsoviética, el estar casado o el pertenecer a organizaciones, sindicatos, clubs deportivos o parroquias, fue un factor de protección que disminuyó los efectos adversos para la salud[2]. De nuevo, la cohesión social fue buena para la salud (ver en este blog: El capital social) […]
Realmente es un post muy interesante. Un saludo.
va