Las clases sociales en la España del siglo XXI (III): Los ricos no se retratan en las encuestas

Por Javier Segura del Pozo

Médico salubrista

 Siempre me ha sorprendido que el Sr. Botín y yo pertenezcamos a la misma clase social, según las clasificaciones usadas en encuestas de salud o estudios sociológicos. La realidad es que la clase más alta está mal retratada en los estudios, tanto porque se la incluye indiscriminadamente en la misma clase social junto con un amplio estrato de población (los profesionales universitarios de grado superior), con condiciones socio-económicas y de salud muy diferentes, como por el hecho de que no se suelan captar a los más ricos en las muestras de las encuestas. La consecuencia es un sesgo importante en nuestros estudios y una falta de información sobre la salud de las clases más privilegiadas, que nos sirva de referencia de la máxima salud colectiva posible y de la meta para reducir la brecha en salud respecto al resto de clases sociales.

  

Los Sres. Emilio Botín y Amancio Ortega, con los que, según las clasificaciones sociológicas y epidemiológicas al uso, comparto clase social (¡!!)

La heterogénea clase I

Como dijimos en el primer artículo de esta serie (ver: Las clases sociales en la España del siglo XXI (I): La Clasificación Socioeconómica Europea (ESeC)), en los estudios sociológicos y en las encuestas de salud se ha seguido la tradición weberiana (Max Weber), desarrollada  por el británico John Goldthorpe[1], de retratar las clases sociales a partir de la posición de las personas en el mercado de trabajo, determinada por su ocupación y su nivel de educación. Es decir, se construyen las clases como una agrupación de ocupaciones, que por sus características (estatus de empleo, tipo de contrato, etc.) mantienen una posición similar en el mercado de trabajo.

En los estudios de salud la clasificación más usada es la propuesta en el año 2000 por un grupo de trabajo de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFyC)[2], a partir de una adaptación de la Clasificación Nacional de Ocupaciones, que se basaba a su vez en la de John Goldthorpe.

Merced a esta lógica, en la clase alta o clase I se incluyen juntos a los grandes empleadores, los altos directivos de las empresas y la Administración Pública y los profesionales de nivel alto. Es decir, por el hecho de ser un profesional con licenciatura universitaria estás en la misma clase que los directivos o dueños de grandes bancos y empresas multinacionales, a pesar de ser la posición socio-económica muy diferente y, por lo tanto, los determinantes de la salud. Por eso decía que se daba la paradoja que a un médico funcionario (profesional del sector público) como yo, se me considere de la misma clase social que la de las personas con las mayores fortunas de España.

  Además, a la hora de confeccionar una encuesta, la muestra final está condicionada por la accesibilidad de los encuestadores a las personas seleccionadas. Es conocida la dificultad para acceder a estos segmentos sociales. Hablando en plata, es muy difícil “pillar” a los ricos, como los Sres. Emilio Botín o Amancio Ortega, para pasarles el cuestionario. No solo porque no se les localice en casa o en la oficina a la hora de la encuesta (o difícilmente accedan a ser entrevistados), sino porque muchos ocultan su riqueza y no se incluyen en los registros oficiales (por ejemplo, los de Hacienda) como “ricos”.

 La consecuencia es que en la clase I están infrarrepresentados los substratos más altos (o si se prefiere, están sobrerrepresentados los profesionales frente a los directivos). Lo cual, unido a que los ricos son proporcionalmente menos que el resto de los segmentos sociales incluidos, hace que cuando hablamos de “la salud de la clase I” utilizamos valores medios que no retratan en absoluto “la salud de los ricos”.

Y en relación a la clasificación socio-económica en su conjunto, esta no tiene clase alta como tal, porque estamos seguros de que no la captamos. Como explica Miguel Requena en el capítulo de la Fundación Encuentro[3], ello plantea la paradoja de unas clases medias que no se sabe en «medio» de quiénes están. 

 

¿Cuántos ricos hay en España? ¿Qué proporción de la clase I representan?

 Según el mencionado último “Informe España 2011”de la Fundación Encuentro[4], en España habría 1.817.519 personas pertenecientes a la clase I (9,8% del total de la población ocupada de 2010). ¿Cuánto ricos hay? Si consideramos como ricos a los que ganan más de 600.000 € al año, tenemos dos cifras. Una es la correspondiente a los datos declarados a Hacienda: según las estadísticas del IRPF del ejercicio 2010, sólo 5.186 personas tienen una base imponible superior a los 600.000 euros[5]. Sin embargo, en España habría un total de 140.000 «ricos», según el Informe Mundial de la Riqueza 2011 elaborado por Capgemini y Merrill Lynch Wealth Management, que cataloga como «ricos» a las personas que tienen un patrimonio de un millón de dólares como mínimo en activos de inversión (cifra próxima al umbral de 600.000€ antes utilizado)[6]. Es decir, en España habría un rango entre 5.000 y 140.000 ricos. Nos quedamos con la segunda cifra.

 Si suponemos que estas 140.000 personas están incluidas en la clase I (a efectos estadísticos, ¿todos los ricos son población “ocupada”? ¿También los rentistas?), resultaría que los ricos representarían menos de un 8% de la clase I y solo un 0,8% de la población total ocupada de España.

  

La salud de los ricos como meta

 La consecuencia es un sesgo importante en nuestros estudios y una falta de información sobre la salud de las clases más privilegiadas, que nos sirve de referencia de la máxima salud colectiva posible en este momento histórico y de la meta para reducir la brecha en salud respecto al resto de clases sociales.

 Los niveles de salud que tienen estas 140.000 personas probablemente representa el máximo nivel de salud que en estos momentos históricos podemos alcanzar los españoles. Nos marcan los límites máximos determinados por nuestros condicionantes biológicos, genéticos y sociales, y nos aportan plausibilidad biológica y social a unas metas de calidad y esperanza de vida en buena salud[7].

  

Distribución del estado de salud percibido según la clase social, en hombres y mujeres. España 2006.Porcentajes estandarizados por edad. Al haber un gradiente social claro, la clase I marcaría la meta del máximo porcentaje de muy buena salud percibida a alcanzar por el resto de clases sociales. Sin embargo, probablemente el nivel de  salud percibida de “los ricos” o de la “clase más alta” no está incluido en esta clase I y, coherentemente con este gradiente social (clase social más alta-mayor nivel de salud), sería superior al aquí representado. Fuente: ENS 2006, reproducido en el “Informe de la Comisión para reducir las Desigualdades en salud en España”. Ministerio de Sanidad y Políticas sociales.

  

Evolución de la esperanza de vida al nacer en hombres, según la clase social, en Inglaterra y Gales, entre 1982 y 2006. En el último periodo 2002-2006, los hombres de clase alta vivía por termino medio  5,8 años más que los de clase baja (80,4 años  frente 74,6 años). Lo que no sabemos es cuánto viven por termino medio los “ricos” encuadrados en “la clase alta”. Por otra parte, desde 1982 a 2006 la clase baja es la que menos ganancia de esperanza de vida ha tenido (3,9 años). Fuente: Office National Statistics. http://www.ons.gov.uk/ons/taxonomy/index.html?nscl=Health+Inequalities

  

¿Dónde están los capitalistas?

La teoría marxista sobre clase sociales consideraba dos clases: la burguesía capitalista y el proletariado (a veces, entremedias, distinguía a la pequeña burguesía). [Ver en este blog: Curso de Desigualdades Sociales en Salud (lección 10ª): Las Medidas de la Desigualdad Social. 1ª parte: La clase social].

¿Podemos seguir hablando de «capitalistas» en el siglo XXI? Según Angel Martínez González-Tablas[8], sí. Alberto Garzón recoge en un artículo en su blog “Pijus económico”, titulado “Las clases sociales en el capitalismo moderno”  , el desglose que hace el profesor Martinez Gonzalez-Tablas de la clase capitalista en 5 grupos:

  1. Capitalistas parasitarios. Son aquellos cuya riqueza no es utilizada para producir bienes y servicios para la sociedad. Son ricos cuya riqueza aumenta por vías no vinculadas a la actividad económica.
  2. Capitalistas de capital ficticio. Son aquellos que tienen títulos de propiedad (acciones, por ejemplo) sobre alguna empresa que sí reproduce la riqueza de una sociedad. Sin embargo, no han sido los sujetos que aportaron los fondos iniciales para comenzar la propiedad productiva, y aunque dotan de liquidez a las empresas no están ligados a ellas más que de una forma especulativa. Sus intereses no están vinculados a los intereses a medio plazo de la empresa, es decir, un posible proceso de inversión que amortice en varios años puede ser contraproducente con los intereses de este tipo de capitalistas. Un ejemplo son los fondos de inversión: entidades con una lógica de maximización de la rentabilidad en todo activo financiero y que se desentienden del destino final de la empresa en la que se mantiene la propiedad (a menudo de forma muy breve).
  3. Capitalistas proveedores de fondos (de propiedad o de crédito). Son aquellos cuyos intereses están vinculados a la empresa. Obtienen ingresos de los intereses o dividendos. Son el clásico ejemplo del capitalista del siglo XIX al que se recurría para obtener recursos en alguna nueva empresa, y que se mantenía al tanto de la evolución de la misma.
  4. Capitalistas activos (en un sentido de control). Tienen títulos de propiedad y además gestionan la empresa.
  5. Cuadros, gestores o ejecutivos. Carecen de títulos de propiedad relevantes y en un sentido estricto son asalariados con gran capacidad de gestión sobre la empresa. Además, suelen ser retribuidos con formas financieras que vinculan los resultados de las acciones a sus ingresos (como las stocks options).

¿Entre todos son más o menos de 140.000? ¿Cuál es su nivel de salud? ¿Cómo podríamos retratarlos en nuestras encuestas de salud?

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 En la próxima entrega, hablaremos del declive de la vieja clase obrera

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Este artículo forma parte de la serie “Clases sociales y Salud»   , escrita por Javier Segura del Pozo, que se completa con:

A) Dos artículos-lecciones del Curso de Desigualdades Sociales en Salud:

 B) De la serie “Desigualdades sociales en salud de la Comunidad de Madrid”:

C) La serie “Las clases sociales en la España del siglo XXI”, que tiene el siguiente índice (los artículos publicados hasta la fecha tiene el vínculo de acceso incluido):

  1. La Clasificación Socioeconómica Europea (ESeC)
  2. La distribución de clases en España
  3. Los ricos no se retratan en las encuestas
  4. El declive de la vieja clase obrera
  5. Las nuevas clases oprimidas
  6. El auge de los profesionales
  7. El auge de los servicios y el comercio
  8. Los empleados del Estado de Bienestar social
  9. Los inmigrantes nos hicieron más ricos a los españoles

 D) Se complementó con estos dos artículos escritos por Javier Ugarte Perez:

  1. Observaciones sobre los criterios de división en clases sociales que aparecen en el Informe España 2011 (Fundación Encuentro)
  2. Clases sociales e identidades (homo)sexuales

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Como hemos dicho, esta serie, forma a su vez parte del Curso de Desigualdades Sociales en Salud, escrito por Javier Segura del Pozo, que hasta ahora ha editado las siguientes entregas o lecciones (si queréis acceder a ellas, pinchad en cada titulo):

  1. De Hipocrates a Koch pasando por Virchow y Engels (Lección 2)
  2. La caja negra y  los epidemiologos sociales del siglo XX (Lección 3)
  3. El informe Black-The Black report (Lección 4)
  4. El estudio Whitehall o el mito del infarto del ejecutivo (Lección 5)
  5. El sueño epidemiológico de las ciudades laboratorio y el estudio del condado de Alameda (Lección 6)
  6. El informe Black español o informe Navarro-Benach (Lección 7)
  7. El informe Acheson (1998) (Lección
  8. El informe de la Comisión de Determinantes Sociales de Salud de la OMS de 2008. (pendiente) (Lección 9-1ª parte)
  9. Informe de la Comisión Nacional para Reducir las Desigualdades Sociales en Salud en España (“Informe Borrell”) (lección 9-2ª parte)
  • Lecciones10 a16: Las medidas de la posición social
  1. La clase social (Lección 10),
  2. Ocupación (Lección 11),
  3. Educación ((Lección 12),
  4. Ingresos (Lección 13)
  5. Privación social en areas geográficas (Lección 14)
  6. Estudios de desigualdades en áreas pequeñas. Estudios ecológicos. (Lección 15)
  7. La perspectiva de la trayectoria vital (Lección 16).
  1. La estartegia inglesa de lucha contra las DSS (1998-2010) (Lección 21)
  2. “Healthy living centres” o centros de vida saludable, Gran Bretaña (1999-2010) (Lección 22)
  3. Los estudios e intervenciones en Escandinavia y los Paises Bajos (lección 23)

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[1] Goldthorpe, J. H. (2012): “De vuelta a la clase y el estatus: por qué debe revindicarse una perspectiva sociológica de la desigualdad social”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, en nº 137. Pag 201-216.  (citado en Miguel Requena: ver referencia 3). http://www.reis.cis.es/REIS/jsp/REIS.jsp?opcion=articulo&ktitulo=2286&autor=JOHN+GOLDTHORPE

 [2] Grupo SEE y Grupo SEMFyC. Una propuesta de medida de la clase social. Atención Primaria 2000; 25: 350-63.

 [5] Otros 67.744 españoles declararon  bases imponibles entre 150.000 y 600.000 € en 2010

[6] http://www.capitalmadrid.com/2011/7/19/0000021800/seguro_los_ricos_un_buen_negocio.html

 [7] Desgraciadamente, en España no tenemos información de esperanza de vida por clase social al ser muy deficitaria la presencia y cumplimentación de las variables sociales (especialmente, ocupación y nivel estudios) en los certificados de defunción (y, por lo tanto, en el Registro de Mortalidad). Para tener información sobre las diferencias de esperanza de vida por clase social tenemos que acudir a los estudios ecológicos (diferencias por características socio-económicas del lugar de residencia) o a estudios internacionales (entre ellos, los del Reino Unido que siguen siendo una referencia para los estudios de epidemiologia social).

[8] Martínez González-Tablas, A. (2007): Economía Política Mundial. I. Las fuerzas estructurantes, Ariel, Barcelona.

 

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5 comentarios

  1. Enhorabuena Javier. Está muy bien. En realidad en salud pública, epidemiología y sociología deberíamos reconocer nuestra incapacidad para medir adecuadamente el fenómeno de la clase social en su conjunto y, en especial, como señalas en sus extremos. En el caso de los ricos, hay que considerar además que no sólo se carece de instrumentos de medición, sino también, de conocimiento en general. Se podría comparar la cantidad de producción científica sobre la pobreza (abundante) y la realizada sobre la riqueza (escasa). El fenómeno de la pobreza ha sido frecuentemente estudiado (o al menos reportado) por la academia, mientras que el de la riqueza es estudiado en raras ocasiones. Casi siempre, para estudiarla, debemos recurrir, como haces en tu artículo a informes de revistas especializadas. Es decir, el periodismo gana (como tantas otras veces) en este campo a la academia. Sin embargo, el estudio de la riqueza podría dar muchas claves explicativas, tanto de las desigualdades en salud (no sólo por la via de la política fiscal, que también), como de las causas de la pobreza. Por ejemplo, que en las últimas décadas se haya producido una importante transformación de capitalistas proveedores de fondos en capitalistas de capital ficticio creo que es muy relevante para explicar el volumen de desempleo actual. Gracias por el blog, un abrazo, Daniel

  2. Buenos días¡. Muy buena entrada. Invita a la reflexión en algunos aspectos que me preocupan desde hace tiempo y que me gustaría compartir contigo o cualquier otro lector que se anime. Veamos. Tiene que ver con tu afirmación de que “la salud de las clases más privilegiadas, que nos sirve de referencia de la máxima salud colectiva posible en este momento histórico y de la meta para reducir la brecha en salud respecto al resto de clases sociales”.

    Es común en epidemiología elegir una categoría de referencia con la que otras se puedan comparar, pero hay que ser precavido sobre a quién se elige para ello. En el estudio de las desigualdades elegimos a menudo a los que tienen estudios superiores como referencia por ejemplo para medir el riesgo de muerte de las personas sin estudios. Inferimos además que si el nivel de estudios del último grupo pudiese llegar a ser el de la categoría de referencia el riesgo de muerte se equiparía y lograríamos evitar un número aproximado de muertes. Y lo hacemos sin preguntarnos si es eso posible, aunque en este caso consideremos, más o menos, que sería lo deseable. ¿O no?

    Volviendo al texto sobre las clases sociales más privilegiadas se me plantean varias preguntas: ¿es posible llegar a alcanzar el nivel de salud de las clases más privilegiadas?, y otra más compleja ¿es “deseable” alcanzar su nivel de salud?. Ambas preguntas se relacionan con otra muy importante: ¿cómo este grupo ha logrado alcanzar la máxima salud de la que se supone goza y que además nos fijamos como meta?. El que un determinado grupo de población, en este caso los más ricos entre los ricos, haya llegado a alcanzar un máximo de salud nos debe llevar a interrogarnos sobre cómo han llegado a conseguirla. De igual forma, y esto sí lo hacemos, nos preguntamos cómo es posible que hayan acumulado las enormes fortunas que poseen. Sobre estos hay respuestas. Respuestas que nos llevan hacia lugares poco agradables de visitar. Expolio de recursos naturales, apropiación de fuente de energía, explotación de mano de obra, comercio de armas, narcotráfico, especulación inmobiliaria, especulación financiera de diverso tipo (sobre alimentos, sobre divisas, sobre fuentes de energía, etc…). Lugares todos ello llenos de victimas y tan reales como el aire que respiramos. La posición socioeconómica privilegiada que consiguen, vía expolio, estafa, prevaricaciones, guerras, etc… produce al fin entre otros frutos sus niveles de máxima salud. ¿Es así? No se pueden disociar sus máximos de salud de los caminos por los que han transitado para conseguirlos, ni las victimas inocentes que han dejado por el camino. ¿Se puede llegar a estos máximos sin andar por los mismos recorridos? Si es posible enhorabuena, pero si no ¿a qué tomarlos de referencia, o plantearlos como metas? Para mí es imposible pero además, y eso es más importante, indeseable. Debemos preguntarnos, debatir, de todo ello. Definir categorías de referencia nos debe llevar a preguntarnos el cómo se llega a formar parte de la misma, cómo se ha constituido, cómo se mantiene o se reproduce, y finalmente si es deseable, además de posible, querer ser uno más del club de las clases más privilegiadas. Al fin su nivel de salud es la manifestación del expolio de la salud sobre las otras clases sociales, al igual que su máxima disponibilidad de acceso a los recursos de todo tipo de los que disfrutan es el reflejo del expolio y la servidumbre a la que someten a la naturaleza. El modelo es insostenible y de imposible generalización. Hay un debate profundo pendiente, que otros grupos en el territorio de la economía han comenzado a andar (el decrecimiento de unas cosas y el crecimiento de otras), sobre cómo mejorar los niveles de salud colectivos fuera del actual modelo de desarrollo capitalista que está llegando a los límites de sostenibilidad ecológica del planeta, y que ya hace tiempo rebasó en lo social. Debemos identificar otras canteras de salud de las que extraer de forma equitativa materiales que nos ayuden a aumentarla y otros grupos de referencia. Ni aún tomando como categoría de referencia a la clase social I en su definición más general estaría de más plantearse algunas de la preguntas que formulo. En un sociedad de clases ¿es posible alcanzar los mismos niveles de salud que los de las clases sociales más altas?, ¿es deseable? Ahí lo dejo. Disculpa Javier por la longitud del mensaje y de nuevo gracias por tu trabajo.

  3. Querido Antonio, te devuelvo el piropo… y no por mera cortesía. Gracias por tu interesantísimo comentario.

    Me partece muy acertada tu reflexión sobre la necesidad de relacionar la buena salud de las clases altas con la insuficientemente buena salud de las clases bajas.

    Si la distribución (desigual) del nivel de salud entre las clases sociales es determinada por la distribución (desigual) de la riqueza, el poder, las oportunidades de educación-empleo-ingresos, las condiciones de empleo, la exposición a riesgos (laborales, ambientales, residenciales, etc), el bienestar material, la asunción de hábitos saludables, los instrumentos para afrontar el estrés y las crisis vitales psicosociales, etc., entre las mismas clases sociales,… el «exceso» de salud de la clase alta sería a costa del «deficit» de salud de la clase baja.

    ¿Podriamos hablar entonces de una apropiación de la «plusvalía» de salud por parte de las clases altas? ¿de un cierto «vampirismo» en la salud de las clases altas sobre las bajas? ¿Podemos hablar como dice, la profesora sueca-mexicana Laurell, de que los beneficios del proceso productivo se obtienen a costa de un «desgaste» (acumulativo) de la salud de las clases trabajadoras?

    En consonancia con esta idea, ¿Estariamos pensando que el «capital global de salud» alcanzable y disponible es finito y cerrado y el reparto actuaría como vasos comunicantes (si se da más a unos es a costa de quitar a otros)?

    Es un interesante debate y yo personalmente, aunque comparto tu visión dialéctica de los determinantes sociales de la salud y de los riesgos del crecimiento por el crecimiento, no estoy seguro de si la nivelación de salud entre clases sociales o la disminución de «la brecha» (diferencia de nivel de salud entre las clases)se haria necesariamente a costa de una disminución de salud de las clases altas.

    De cualquier forma, creo que cuando se pone a los niveles de salud de las clases altas (por ejemplo, esperanza de vida) como referencia, lo que se quiere principalmente indicar es la plausabilidad biológica, genética o de especie de esa meta de salud. Es decir, que no hay ninguna barrera biológica para que aquellas clases más bajas (o más medias) lleguen a ese nivel de salud alcanzados por las clases más altas.

    Ya lo decía hace poco, de forma golosa, Berlusconi, después de haberse sometido a la centésima intervención de cirugía estética y de ser un referente (envidiado) de calidad de vida (¿y umbral ético?) de muchos italianos. Según él, está demostrado que el ser humano puede llegar a vivir más de 120 años…Otra cosa es, como tú dices, a costa de qué o de quiénes unos personajes tan «draculianos» como Berlusconi pretenden mantenerse jóvenes,lozanos(?), gozosos, sanos y…ricos.

    Seguiremos filosofando, tal como nos gusta a Antonio y a mí. Aunque hay que recordar que estas discusiones, aparentemente de interés meramente filosófico, tienen un evidente impacto en el diseño y análisis de resultados de nuestros estudios epidemiológicos.

    Un abrazo, Antonio, y la reiteración de mi envidia por los que vivís en una ciudad tan bella e ilustrada como Cádiz que seguro que favorece el «aireamiento» y «esponjamiento» de las mentes y los cuerpos.

    Javier

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