LAS CARRERAS DE GRADO EN MARCHA

La Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, ha dado su aprobación para las nuevas carreras de Grado presentadas por distintas universidades, rechazando 57 de las propuestas. Curiosamente, el 90% de las denegadas han sido propuestas por universidades privadas. Por lo que respecta a la Fisioterapia, se han aprobado el título ofertado por las universidades Católica San Antonio, Zaragoza y Europea de Madrid.

La decisión, como es lógico, no ha sentado nada bien a los ofertantes de las nuevas carreras denegadas. Desconocemos el sistema de evaluación que la ANECA  ha utilizado para su decisión por lo que no podemos opinar si ha sido acertada. Lo que sí sabemos es que, en lo que respecta a las carreras sanitarias, concretamente  Medicina, los representantes colegiales (Organización Médica Colegial), asociaciones científicas y asociaciones de estudiantes, no veían con buenos ojos la ampliación del número de facultades en las que se impartiría su disciplina. Ahora se felicitan de la evaluación de la ANECA y de la decisión del Consejo de Universidades que ratifica el recorte.

Como decíamos, es chocante que la mengua cercene las aspiraciones de varias universidades privadas, tres en Madrid, y que la Administración de esta comunidad se sienta perjudicada por tal hecho, haciendo apreciaciones sobre la concesión a tres universidades catalanas de sendas nuevas facultades de Medicina. La discrepancia entre Comunidad de Madrid y el conjunto formado por colegios profesionales, estudiantes y universidades resulta, cuando menos, llamativa. Pareciera que los protagonistas, más allá de intereses corporativos, del presente y del futuro de la profesión médica fueran los menos conocedores de la realidad. Según las autoridades madrileñas la no creación de nuevas facultades compromete el futuro de la atención sanitaria de Madrid. Según organizaciones profesionales el problema de déficit de médicos es coyuntural y obedecería a una mala distribución de los mismos. Lanzar al mercado de trabajo más galenos no parece ser la solución. En el futuro esto podría crear bolsas de desempleados y un menoscabo profesional. Quizás los grandes perjudicados de esta negación sean entonces los propios proponentes. Parece obvio que la autorización alimentaría el negocio de la universidad privada, aspiración lícita en todo caso. Lo que nos inquieta son, entonces, los comentarios emanados de los administradores de Madrid. Si no parecen, según opinión de expertos, pertinentes más facultades, ¿por qué ese empeño en que se creen  más? Además, a Madrid  se la autoriza una facultad adicional a las existentes, en la Rey Juan Carlos. Y nos surge la duda de si la Comunidad hubiera mostrado su descontento si la autorizada  hubiese sido una universidad privada.

No queremos alimentar la discusión infértil entre universidad privada o pública. Pero sí pensamos que hay que ser crítico sobre la calidad de la educación de los futuros profesionales y pedir que quien forme a los mismos lo haga con unas garantías de calidad, que en el caso que nos ocupa han de ser exigentes. La desestimación de nuevas facultades se habrá producido por falta de expectativas o por falta de oportunidad. Al menos eso creemos, y oponerse a la decisión de organismos competentes puede sembrar la sospecha sobre los intereses de los que se oponen.

Como fisioterapeuta ya nos hubiera gustado que se hubieran sopesado todos los aspectos relativos a la puesta en  marcha de las escuelas de fisioterapia. No se planteó, o se obvió, la posibilidad de inundar el mercado de trabajo de fisioterapeutas, con el consiguiente deterioro de las condiciones laborales y el advenimiento del desempleo. Tampoco parece que se audite la calidad de la enseñanza prestada en ellas. Quizás deberíamos plantearnos los beneficios y perjuicios de la situación creada por tal abundancia. Pero esto lo dejaremos para otro momento.

Más sobre este tema en Diario «El País» del 28/5/2008.

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