¿Dependen nuestros derechos de según sea de lo que enfermamos?

Reproducción del texto original enviado a el diario EL PAÍS y publicado el 11 de junio de 2008

autor: Miguel Vicente


Hace un par de años unos colegas me hicieron el favor de preguntar a médicos de hospitales si creían necesario investigar para combatir a las bacterias resistentes con nuevos antibióticos. Lo más sorprendente no es que dos tercios dijesen que no, sino que la razón esgrimida era que los antibióticos ya existentes, o una combinación de ellos, resuelven en los hospitales el 80% de las infecciones. Quedaba implícito que un 20% de los casos no se resolvían, en otras palabras que el enfermo no sobrevivía. Preguntados por si esos casos tenían algo en común la respuesta era que son enfermos con uno de tres problemas: están inmunodeprimidos, han sufrido una cirugía mayor, o son viejos.


La edad modifica el aspecto del ser humano e influye en las enfermedades que padece. Aunque al final de todo aparezca la muerte, sería bueno que se pusieran todos los medios posibles para evitarnos enfermedades. No se trata, a mi entender, de morir con dignidad sino de morir con el mínimo de sufrimiento. Hans Baldung Grien: “Las edades de la vida», o»las edades y la muerte», 1539 (óleo sobre tabla, 151 x 61 cm, Museodel Prado, Madrid).

Intento reflexionar sobre el porqué a determinados enfermos se les considera casos perdidos. ¿Se aplican criterios muy economicistas al derecho de los enfermos? Para explicarme, ¿si el enfermo con pulmonía tiene 40 años, un individuo “productivo”, hay que curarle, pero si tiene 80 no?. Seguramente si lo preguntamos así nadie admitirá que uno y otro tengan derechos diferentes, pero no considerar importante encontrar curas para uno de ellos tiene ese significado. Además es que el riesgo de contraer la pulmonía aumenta significativamente con la edad.

Tampoco es hoy frecuente que personas sanas enfermen de tuberculosis, pero la incidencia de esta enfermedad entre los enfermos de SIDA no es despreciable, y el bacilo de Koch es cada día más resistente a los antibióticos que le combaten. ¿Tienen estos enfermos menos derecho a que se trabaje para encontrar una cura para una de las enfermedades que puede llevarles a la muerte? Una vez más preguntado así nadie se atrevería a decirlo.

Y raro es quien con una vida normal pesca una infección por bacterias como, por poner un ejemplo de actualidad, Acinetobacter, u otra de las que producen enfermedades “nosocomiales”, las que ocurren en los hospitales. Pero esto sí es un riesgo para quienes han sufrido operaciones quirúrgicas de envergadura. Una vez más diríamos que estos pacientes debieran tener el mismo derecho que cualquier ciudadano a que se busquen medios para curarle. Ni el viejo ni el inmunodeprimido ni el paciente quirúrgico merecen morir con una infección por mucha edad que tengan o graves que sean sus otras enfermedades. Aunque no sea la causa fundamental de su muerte, una infección no es nada agradable de tener.

Pero estos principios elementales de ética parecen estar en segundo plano, casi diríamos escondidos por el inconsciente colectivo, cosa que contrasta con la exquisita actitud empleada para otros casos, en que no se trata ya de vivir o morir, sino de aminorar el sufrimiento que inevitablemente acompaña al dejar de existir.
No intento culpabilizar a nadie, y menos por su trabajo: los médicos tratan a los enfermos con su mejor ciencia para curarles, las farmacéuticas desarrollan las mejores medicinas que pueden y los investigadores perseguimos ideas que lleven a encontrarlas, hasta los políticos distribuyen los limitados fondos disponibles para así mejorar nuestras vidas. Nadie en sus cabales responderá afirmativamente a la pregunta inicial de este escrito, pero un conjunto de circunstancias contribuyen a que al final exista un problema, para resolverlo sepamos que existe. Si todos tenemos derecho a que se traten nuestras enfermedades, debemos demandar, desde todos los foros y a todas las instancias, que se pongan medios para conseguirlo. Urge encontrar nuevos compuestos que frenen las infecciones, en especial las causadas por microbios resistentes, y eso no es sencillo, los antibióticos fáciles de encontrar ya se llevan usando más de medio siglo. Queda una labor difícil y costosa, tanto en imaginación como en recursos, si no la hacemos seguiremos haciéndonos preguntas éticamente incómodas.



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4 comentarios

  1. Hola,

    Quiero llamar la atención a algo que no tiene nada que ver con el articulo mismo. La pintura de Grien es una de las pocas del Renacimiento que ilustra un hongo. En el arbol a la izquerda, se ve claramente un polyporo que emerge del troco. El hongo enfatiza el mal estado del arbol (y de la viajez). Siendo estudiante de la historia de los hongos, ya he hecho este hallazgo, pero estoy contento de verlo de nuevo. Vease http://www.mykoweb.com/art-registry/index.html

    Elio

  2. Mil gracias Elio,

    mira que he viso el cuadro veces y nunca me dí cuenta de que el tronco tenia un poliporáceo. Esta reproducción de la imagen es muy mala, intentáré obtener un detalle del cuadro. Espero que hayas visto el original, y si no es así la próxima vez que estés en Madrid nos vamos a verlo al Prado.

    Es un hongo fascinante, hace un par de años tuve la suerte de ver cómo se desarrollaba uno en el tronco de un árbol recién muerto que estaba al lado del portal de mi casa. Lo veía todos los días, al salir para el laboratorio y al volver. En un determinado momento goteaba tanto que era como una ducha, y cuando el árbol se partió por el viento más que madera parecía de cartón.

    La vida es un puro conflicto, mientras el árbol muere, el hongo se propaga, lo que para uno es decrepitud para el otro es renacer.

    Un abrazo

    Miguel

  3. El enfoque del artículo es absolutamente defectuoso: se parte de prejuicios erróneos.
    La medicina, la de verdad, no tiene nada que ver con esos planteamientos depredadores irreflexionados.
    Así nos va…

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