Algún destacado politico actual tiene como norma gestual (con perdón) la sonrisa permanente. Sonríe en cualquier circunstancia, truene o haga sol, diluvie o el termómetro marque los 40 grados. Él sonríe, sonríe siempre, con lo que ha llegado un momento en que desde un punto de vista semiótico (con perdón) su sonrisa ha dejado de ser significativa. No solo eso: sus enemigos lo acusan de sonreír porque es un cínico, cosa que no creemos; pero sus asesores de imagen deberían al menos considerar lo que decimos.Al fallecido  Mitterrand le aconsejaron que rebajase sus colmillos porque el aspecto de vampiro que tenía el presidente de la República Francesa era abrumador; a nuestro personaje tendrán que decirle algo, no sea que un día -es solo un ejemplo–un <<hincha>> contrario se lance contra él confundiendo su sonrisa con la provocación.

 

MIGUEL GARCÍA-POSADA

 

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