Muchas ediciones del autor de «Pedrito de Andía» –una buena novela, por lo demás,– traen Sánchez-Mazas con guión, de manera que, si esto es así el nombre genuino del autor de <> es Rafel Sánchez-Mazas Ferlosio. Él sabrá por qué cambió los apellidos. Ni es el primero ni es el último escritor que lo hace; pero la historia del cambio es, en su caso, distinta de la de otros. Nada parece gratuito en este juego de apellidos. Desde luego, uno no alcanza las razones por las que dos hermanos de padre y madre se llaman de distinta forma. Góngora utilizaba el nombre de su madre, como Cervantes; Pablo Neruda fue en su origen un seudónimo, como lo es Francisco Umbral, como lo fue Corpus Barga, como lo fue Azorín. Pero R. S. F. no se ha inventado nada; ha suprimido un apellido que le molestaba. Está en su derecho de hacerlo, pero si se utilizan esas pautas resulta más difícil ir por el mundo de debelador de las mentiras ajenas. No faltará quienes lo defiendan. En realidad, R. S. F. ha utilizado en su artículo antiandaluz –digásmoslo claramente; por que no ha elegido un párrafo del Estatuto catalán su vieja táctica sofística del embrollo: léanse así, en sus ensayos (Taurus), sus muchas páginas dedicadas a Jorge Manrique, en las que absuelve a don Jorge del «error» de la mayoría de las estrofas del poema inmortal en atención a que unas pocas (las «de los infantes de Aragón / ¿qué se fizieron?», etcétera? ) son «acertadas». Pobre (grande) don Jorge. MIGUEL GARCíA-POSADA