OPOSICIONES

Hace unos días se celebró un proceso selectivo de personal para cubrir plazas de fisioterapeuta del Servicio Madrileño de Salud (SERMAS). Las esperanzas y anhelos de más de 5000 colegas se ponían en juego. Nosotros acudimos, más como curioso observador que como postulante. Y nos dimos cuenta de algunas cosas.

Han pasado varias jornadas y no queremos perder la frescura de algunas cavilaciones que se nos suscitaron. La más obvia, la ratio entre aspirantes y plazas, más de la treintena. La siguiente, derivada de la anterior, es la deducible masiva búsqueda de un empleo como el que se oferta. De esta emana la deducción de que las condiciones laborales de muchos fisioterapeutas son mejorables con un puesto en el servicio de salud convocante.

En el imaginario colectivo, expresión manida pero que viene a cuento, está incrustada la idea de que un empleo en la Administración nos sitúa en una posición segura y relativamente cómoda como alternativa laboral. Probablemente eso era lo que buscaban muchos opositores. Aspecto nada desdeñable en la situación del mercado laboral en España. Pero además, por lo dicho anteriormente, pensamos en las condiciones específicas que se dan en la Fisioterapia.

La cantidad de fisioterapeutas excede, seguro, la demanda de los mismos. Es evidente en la Sanidad Pública, pero también en el ámbito privado se dan síntomas de ello. La degradación de las condiciones laborales, los salarios, las minutas que se pueden ver en la publicidad de servicios de fisioterapia indican que para hacerse un hueco en el mercado laboral hay que bajar el listón de las aspiraciones profesionales.

El origen está, suponemos, en la proliferación de centros de formación desde hace ya décadas. La consecuencia lógica era la saturación del mercado. La solución, como hemos dicho en muchas ocasiones, es el establecimiento de medidas de regulación de la oferta formativa. Algo que nos tememos no va a ocurrir. El númerus clausus se hace necesario para esta y para otras profesiones. No tiene justificación emplear fondos públicos en formar profesionales a sabiendas que no podrán devolver a la sociedad lo que esta les entregó. No tiene sentido «engañar» a las familias pudientes o que se esfuerzan hasta límites que comprometen su economía doméstica para convencerlas de una formación excelente obviando  lo que hay tras la graduación.

Precariedad, desempleo, inestabilidad, además de anhelo de un trabajo seguro y regularmente remunerado, son las motivaciones de los opositores. Queremos suponer que hay también algo de espíritu se servicio, de ambición por proporcionar una fisioterapia pública de calidad, de intención de contribuir al crecimiento profesional y de la profesión en unas aceptables condiciones laborales. Nos gustaría que el que lo desee pudiera elegir la sanidad privada o concertada porque le ofreciera un ejercicio profesional satisfactorio. Sería un buen equilibrio. Pero, creemos que por mucho tiempo, no podremos ser optimistas.

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