¡PRESENTE!
La profesora, con tono firme, va pronunciando uno a uno el nombre de los estudiantes que acuden al aula, en una universidad cualquiera, donde se imparte Medicina, Fisioterapia o Psicología. O cualquier otra titulación sanitaria.
Los alumnos valoran, al asistir a clase, lo que van a escuchar y ver en el aula. Es la profesora, que es muy buena, o la asignatura, cuya complejidad aconseja el refuerzo de la explicación presencial. Quizá no valoran la asistencia, sino que valoran el premio de unas décimas por contestar ¡presente! cuando la profesora pronuncia su nombre, o temen la resta de esas décimas por no estar para contestar ¡presente!
Hace años escribimos algunos textos sobre la formación a distancia (1-3). Hoy los suscribiríamos, aunque se referían a la formación posgrado. En el caso de la formación pregrado se podrían aplicar muchos de los argumentos esgrimidos entonces a favor o en contra de la formación no presencial. Pero lo que nos recuerda este asunto, por otro lado recurrente, es la carta de organismos profesionales, académicos y sindicales (4) en contra de la posibilidad de que los estudios de Fisioterapia (o cualquier titulación sanitaria) se puedan cursar en modalidad semipresencial. La misiva se dirige a la ministra del ramo. Sinceramente, ojalá sea atendida y que no se concedan más momios a las entidades educativas que aspiran a la semipresencialidad.
Pero claro, estar en contra de estas modalidades implica argumentos. Se dice en la carta que «la interacción profesor-estudiante es fundamental para adquirir las habilidades y capacidades necesarias para un adecuado ejercicio profesional. Además, esa interrelación consigue la obtención de otras competencias como la empatía, la comunicación y el trabajo en equipo”. Se asume, entonces, que en otras modalidades a distancia, en línea o semipresenciales, la ausencia de contacto físico en el aula o laboratorio impide conseguir un nivel competencial compatible con las exigencias del título. Y, en cualquier caso, no sería equiparable a una docencia enteramente presencial.
Vamos a ser cautos. Tales afirmaciones deben estar respaldadas de algún modo. Observación, encuesta o, mejor, estudios que comparen modalidades formativas dispares. Tal vez la costumbre, la tradición histórica, nos lleve a ser crédulos conformes con dichas afirmaciones. No vamos a revisar el estado de la cuestión en esos términos tan ambiciosos. Pero sí nos atrevemos a pedir un poco de reflexión, al menos intraprofesional, sobre la rotundidad de las pegas expresadas en la carta.
Nosotros nos manifestamos con claridad hace unos meses sobre el hecho constatado de que las aulas son poco o nada atractivas para muchos estudiantes, incluidos los de ciencias de la salud. Decíamos que la Universidad no engancha (5), la asistencia a muchas clases es accesoria, innecesaria, no aporta nada o casi nada, vaya, que no merece la pena el esfuerzo ni el tiempo para acudir a ellas. A no ser que sea obligatorio y se pase lista para contestar ¡presente!
El universitario pierde si no va clase. También lo dijimos, en línea con lo que piensan las organizaciones firmantes de la carta a la ministra. Pero admitamos que muchos estudiantes no lo ven así. Si, encima, los docentes y las universidades aceptan la realidad evidente de la semipresencialidad de facto, que la ministra les escuche está en el aire. De hecho, hay alternativas viables y facilitadoras de una formación no presencial adecuada. Nadie se cuestiona, al menos no lo hemos oído, que el título de los psicólogos formados en universidades a distancia, como la UNED en España, sea menos válido. Así que, si estamos por el mantenimiento obligado de la presencialidad del resto de titulaciones sanitarias esta tiene que ser algo más que una cuestión de costumbre y suposiciones acríticas.
Las profesiones, las universidades, los profesores han de convencer sin imponer que ir a clase aporta un valor objetivo, que no es una mera transmisión de un relato o contenido que se lea, escuche o vea desde la comodidad del hogar. Si no tenemos esto claro cualquiera prefiere otros sistemas de enseñanza que, encima, son mucho más baratos. Nosotros, los clínicos que impartimos clase de prácticum, no tenemos que convencer. Los profesores de la Academia, de la teoría, han de tener la tarea, el deseo y la ambición de que sus alumnos quieran ir a sus clases. ¿Es así?
Pongámoslo difícil al mercadeo universitario, hagamos clases con contenidos, procedimientos, prácticas que provean de aprendizajes profundos, integrados, duraderos, incluso amenos y divertidos cuando sea posible. Que amplifiquen y añadan valor a los contenidos que se pueden adquirir de otras maneras. Sobre todo, formemos mejores profesionales, cara a cara, presentes.
Referencias:
1. González-García, JA. El engaño de la formación a distancia. Fisioterpia. Acceso en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2007/11/02/el-engano-de-la-formacion-a-distancia/,12/04/2025.
2.González-García, JA. La formación a distancia (II). Fisioterapia. Acceso en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2008/01/24/la-formacion-a-distancia-ii/, 12/04/2025.
3.González-García, JA. Matices sobre la formación a distancia en las profesiones sanitarias. Fisioterapia. Acceso en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2013/05/24/matices-sobre-la-formacion-a-distancia-en-las-profesiones-sanitarias/, 12/04/2025.
4.CGCFE, AEF, CNDFF e o sindicato SATSE piden ao Goberno que a docencia do Grao de Fisioterapia siga sendo presencial. Acceso en https://www.cofiga.org/adjuntos/adjunto_2302.1740746706.pdf , 12/04/2025.
5.González-García, JA. La universidad que no engancha. Fisioterapia. Acceso en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2023/12/19/la-universidad-que-no-engancha/, 12/04/2025.