COVID-19: un triángulo mortal entre ignorancia, bulos y política

La COVID-19 es una enfermedad grave producida por el virus SARS-CoV-2 que apareció en Wuhan, una ciudad China, a finales de 2019. En la primavera de 2020 alcanzó niveles de pandemia y ha producido más de trescientas mil muertes en el mundo hasta primeros de junio. Hasta ese momento en España ha afectado a más de doscientas mil personas de las que más de veinte mil han fallecido.
A la enfermedad se añaden problemas científicos, sociales y políticos que contribuyen a agravar sus consecuencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Microhistorieta del coronavirus. Uruguay, además de haber frenado muy bien al coronavirus, ha publicado material didáctico excelente como esta historieta que relata la lucha contra el SARS-CoV-2. A los populares héroes Coco y Fran, que son dos bacterias amigas, ya les vimos hace dos años en “Bacterias: la historia más pequeña jamás contada” sobreviviendo a la gran desinfección que ocurrió cuando la limpieza de un hogar diezmó a los habitantes de Ciudad Bacteria. La historieta del coronavirus está en este enlace.

La ignorancia. Ya desde principio del año se sabía mucho sobre el coronavirus que provoca la COVID-19, entre otras cosas se disponía de la información completa que porta su genoma ya que se había obtenido la secuencia de su ARN. Era lo fácil de saber pero han sido muchas las sorpresas que se han descubierto sobre cómo interacciona con nuestro cuerpo para provocar la enfermedad y sobre cómo se contagia, y aún quedan incógnitas sin resolver. Aunque todos los datos indican que se trata de un virus natural que ha evolucionado para transmitirse desde un animal salvaje al ser humano y ser contagioso, no queda claro su origen ni cómo ocurrió su transmisión inicial a las personas. No es que saberlo con exactitud suponga un gran progreso en cómo curar a los enfermos, pero si es importante para tratar de impedir la aparición de nuevas enfermedades parecidas en el futuro. Lo más probable es que, como ha ocurrido con virus parecidos como el SARS, se originase en los murciélagos y de ellos haya pasado al ser humano utilizando a otro animal como estación intermedia. Se ha hablado de serpientes y del pangolin, pero no hay certeza.

El SARS-CoV2. Se trata de un virus, es decir de un patógeno que no puede hacer nada por si mismo. A diferencia de lo que hacen las bacterias, un virus ni crece ni se reproduce, es inerte. Para hacer algo semejante a lo que caracteriza a un ser vivo, un virus necesita introducirse en una célula y aprovecharse de ella. Los coronavirus tienen instrucciones para esclavizar a la célula, sus genes, en una molécula de ARN. Nuestras células tienen sus propias instrucciones en moléculas de ADN y también organizadas como genes que se agrupan en varios cromosomas. La diferencia entre tener ADN o ARN es que el ADN, al llevar la información en dos cadenas que se controlan una a la otra sufre menos equivocaciones cuando se replica. En el ARN ese control no existe y los virus con ARN tienden a sufrir más mutaciones.
Para invadirla, el virus, que es como una vesícula microscópica, lleva en su superficie una proteína que se pega a la célula. Precisamente por su facilidad para mutar, un virus que solo infecte a células de un animal puede con el tiempo adquirir la capacidad de adherirse e invadir una célula humana. Es lo que ha ocurrido ya en otras epidemias como la gripe aviar y el SARS.

Virus y enfermedad. COVID-19 es la enfermedad que produce el coronavirus SARS-CoV-2.

Tras los numerosos estudios contrastados que se han publicado se han desvelado muchas propiedades sorprendentes del SARS-CoV-2. Una de las más peligrosas es que los enfermos que aún no tienen síntomas lo pueden contagiar. El virus se propaga así de manera larvada en los pacientes dificultando al máximo la detección de cómo aumentan los contagios, algo que ha agravado mucho la pandemia.

La enfermedad. La descripción de como progresa la COVID-19 en los casos más graves parece un relato trágico de una catástrofe épica. Los intentos que nuestro cuerpo hace para evitar el daño que produce el virus son los que en última instancia llevan en un cinco por ciento de los enfermos al fracaso que inutiliza no solo a los pulmones, sino a casi todos los órganos del cuerpo y a la muerte.
Para empezar el virus penetra en las células de las vías respiratorias superiores, nariz y faringe porque una de las proteínas de su cubierta interacciona con la proteína Ace2 de nuestras células. Ace2 interviene en nuestro organismo en la regulación de la tensión arterial y abunda en las células del pulmón en las que la sangre se oxigena. Una vez dentro secuestra la maquinaria molecular de producir proteínas y desvía todo el metabolismo de nuestras células para multiplicarse, las destruye y empieza a invadir lugares como los bronquios y alveolos pulmonares. Uno de los síntomas iniciales es la pérdida del gusto y del olfato.
La respuesta de nuestro sistema inmunitario para combatir al virus puede ser desmesurada y es en esos casos en los que los pulmones fracasan. Ocurre que la respuesta es más desproporcionada en los enfermos que sufren otras afecciones, la hipertensión entre otras.
También la abundancia de la proteína Ace2, que en los niños no es tan alta, va aumentando con la edad. Esto explica por qué la COVID es más grave en los ancianos que sufren otras afecciones.
En los casos graves al enfermo le falta oxígeno en la sangre y se ahoga en los fluidos que se acumulan en los pulmones como resultado de la destrucción de sus células y del intento de acumular en su entorno a los elementos del sistema inmunitario que fracasan al intentar luchar contra el virus. Se produce lo que se llama una tormenta de citoquinas, las moléculas de nuestro cuerpo que en principio deberían guiar al sistema inmunitario para destruir las células infectadas y que se sospecha que se desbocan y llega un punto en el que no distinguen lo sano de lo enfermo.
Los daños no se limitan a los pulmones sino que se extienden al sistema circulatorio en donde se pueden formar coágulos en la sangre, a los riñones provocando fallos renales e incluso al cerebro.


La amenaza viral.
Tropas del ejército de los coronavirus, agazapadas en una zona contaminada de la casa, se aprestan a invadir a un paciente desprevenido avanzando por las manos sucias hasta la nariz.

Prevenir y curar. Lo peor de nuestra ignorancia es que todavía no sabemos cómo prevenir ni cómo curar la COVID-19. Por ahora no hay ninguna vacuna cuya eficacia se haya probado. Hay varias que se están probando en animales de laboratorio y otras que se están desarrollando, un par de ellas en el Centro Nacional de Biotecnología. Pero su utilización clínica no se espera que pueda ocurrir en menos de un año.
No se dispone tampoco de un medicamento que la cure. Se pueden aliviar los síntomas pero no hay nada que sepamos que elimine el virus. Un poco a la desesperada se han recetado medicamentos que se creía, sin pruebas suficientes, que podían frenar a este coronavirus. A la larga se ha comprobado que un antimalárico, la hidroxicloroquina, preconizado incluso por Donald Trump, no se sabe si produce más problemas que beneficios. Su uso solo estaba avalado por los resultados previos que daban un puñado de casos de un estudio en el que además faltaban suficientes controles. Vemos que el coronavirus también contagia a la integridad de la investigación científica. Las prisas excesivas conducen a situaciones surrealistas con respecto a la publicación, en dos prestigiosas revistas, de los ensayos de eficacia de la hidroxicloroquina. Las buenas noticias: que los investigadores tienen mecanismos de control para limitar la difusión de estudios insuficientemente respaldados por las pruebas experimentales. Está ahora por ver cuál es el resultado correcto. Solo el trabajo de los estudios clínicos bien realizados lo dirá.
Por ahora, a la espera de tener vacunas y medicamentos eficaces, lo más seguro es evitar el contagio.

Alarma salvadora. Seguir los consejos, lávate las manos con agua y jabón, desinfecta las superficies contaminadas y quédate en tu casa mientras dure la alarma, consigue derrotar al ejército invasor y así librarse de caer enfermo.

Los bulos. Como no podía ser de otra forma, la numerosa comunidad conspiranoica no podía quedarse sin proponer relatos fantasiosos sobre los orígenes del SARS-CoV-2. Pero las pruebas no los apoyan. El virus no se ha construido a propósito por mentes malévolas ni la propagación de la enfermedad está guiada por las nuevas tecnologías de comunicación inalámbrica. Tampoco se ha demostrado que se haya escapado de un laboratorio de alta seguridad ni que conocidos magnates lo hayan distribuido para beneficiarse de una hipotética vacuna que ya tendrían almacenada. Por el contrario todos los estudios indican que se asemeja mucho a otros coronavirus que en ocasiones han pasado desde los animales silvestres al ser humano.
También se han propuesto todo tipo de remedios inútiles, y a veces perjudiciales, sobre cómo curar o prevenir la COVID-19. Junto a los ya clásicos como el peligroso MMS (clorito sódico) hay otros harto peregrinos como el de que beber agua templada desactiva al virus. Piénsese que como todos los virus que nos atacan los coronavirus pueden proliferar en nuestras células que en el cuerpo están a 37 grados. Inyectarse desinfectante o lejía, un atajo al MMS, son cosas tan absurdas y perjudiciales que solo se le ha ocurrido proponerlas a los más ignorantes y pocos les han hecho caso.

La política. Al enfermo le interesa curarse, al sano no enfermar, al estúpido quién tuvo más culpa. Parecería viendo los debates en el Congreso que la política fuese el arte de discutir de todo menos de lo que hay que resolver. En España nos ha pillado a todos muy desprevenidos, nos creíamos muy a salvo, pero la pandemia ha revelado importantes carencias. En la sanidad pública, que es buena pero solo cuando no hay una crisis, una década de recortes tenía que notarse, y no solo en los medios materiales, también en la escasez de personal al que más que trabajadores se ha exigido ser héroes. El Gobierno ha tenido fallos. En las etapas iniciales algunos fueron por la falta de conocimientos sobre un virus taimado, otros por los cambios en las recomendaciones de las agencias internacionales, otros por falta de planes para gestionar una catástrofe que nos parecía imposible que ocurriese. Y también por no querer alarmar reconociendo la escasez de medios. Pero no creo que nadie lo haya hecho, como parece hacernos creer la oposición, para perjudicarnos. Tampoco hay que pensar que cuando esa oposición estaba en el poder recortase a propósito los fondos destinados a sanidad para perjudicarnos a todos. Escuchando a la oposición española es envidiable la situación política de Portugal, donde se ha entendido que ahora el acabar con el Gobierno puede esperar porque lo urgente es acabar con el virus.
También es envidiable la actitud de los ciudadanos uruguayos que voluntariamente adoptaron medidas de precaución que les han permitido tener un mínimo número de afectados por la pandemia. En nuestro país por lo general los ciudadanos han sido bastante contenidos y responsables, cosa difícil por nuestros hábitos.
Pero no nos flagelemos, hay sitios como Brasil o los todopoderosos Estados Unidos, en donde la situación parece peor. Suecia eligió no aplicar medidas de aislamiento confiando en que la inmunidad producida al enfermar y recuperarse un número alto de personas, la inmunidad llamada de rebaño, frenaría los contagios. Como no parece haber sido así se demostraría que la mejor forma de impedir la epidemia es impedir los contagios con medidas de aislamiento, y que la estrategia del Gobierno de España no ha estado muy equivocada.
Con los datos que tenemos parece de todas formas vital el analizar con tranquilidad lo que ha ocurrido para evitar errores si se producen rebrotes o nuevas pandemias.También es urgente volver a financiar la sanidad pública y la investigación hasta niveles como los de Alemania, país en el que más personas se han curado gracias al buen nivel de atención y recursos médicos. Es lógico que reiterar las recriminaciones y descalificaciones entre nuestros políticos no van a ayudar mucho a conseguirlo.

Aviso: el autor es microbiólogo, por lo que sus opiniones no pueden considerarse que tengan validez clínica. Asimismo la COVID-19 tiene aspectos muy diversos que son de interés pero que para mantener una extensión razonable no se han tratado en este articulo.

 

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15 comentarios

  1. Buena explicación sobre que es el Covid-19
    Buenas reflexiones para quien deba hacérselo mirar, con el ánimo de no repetir errores pasados.
    Gracias

  2. Solo unas puntualizaciones:
    1. ¿De qué sorpresas habla Miguel en el párrafo titulado «La ignorancia?». Con una que me especifique me conformo.
    2. Para ese 5% que muere es preciso definir «enfermos». Si significa infectados, no llega al 1%. En las dos úlltimas temporadas gripales con datos publicados para España, la gripe se movió entre el 1,2 y el 2 en cuanto a muertes por cien infectados. En 2017-18, eso significó 15.000 muertos. Aunque al expresidente Zapatero le parezca que no, la comparación es oportuna y necesaria.
    3. Atribuir al SARS-CoV-2 (que así se llama en ciencia) la producción de trombos fuera del pulmón, fracaso renal o daño neurológico es una especulación que está todavía muy pendiente de demostración. Si no se quiere contribuir a la mala información, o no se menciona o se menciona así.
    Podría seguir, pero no quiero alargarme.
    José M Echevarría
    Virólogo

  3. Veo que ha borrado mi corto mensaje. No quisiera pensar mal. Para ello le ruego que use mi email para decirme lo que crea conveniente. Su artículo contiene la mejor colección de tópicos-típicos sobre el tema y no puedo desprovechar esta ocasión para tratar de desmontarlos con datos y argumentos.
    Saludos
    José Vicente

  4. 1.-Un excelente artículo sobre el Virus y sus efectos. Discrepo de algunos comentarios. Veamos el primero: «En la sanidad pública, que es buena pero solo cuando no hay una crisis, una década de recortes tenía que notarse, y no solo en los medios materiales, también en la escasez de personal al que más que trabajadores se ha exigido ser héroes» Es cierto, tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Se puede preguntar a nuestros visitantes sobre el turismo sanitario. España fuera reconocida en 2019 (ayer) como el país más saludable del mundo, según el índice Bloomberg Healthiest Country, lo que debe ser, entre otras razones, por tener el mejor sistema sanitario y los mejores sanitarios del mundo (y los más heroicos, hay que añadir ahora). Y no solo esto, es también líder mundial en trasplantes de órganos, en fecundación asistida, en sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal gratuita; además, España se ha hecho con el primer puesto en esperanza de vida (OMS 2019; hace muy poco detrás de Japón).

  5. 2.- Es cierto, tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo pero no estaba preparado para el colapso que se produjo. Ningún país está preparado ni puede disponer de un número de camas de UCI, de material y personal suficientes para atender a cualquier número de pacientes. Con muchos menos medios otros países tuvieron muchas menos víctimas. Por tanto, no nos faltaron medios, nos sobraron contagiados en un periodo de tiempo muy corto. Hay una alusión a los recortes que no es correcta. Se puede leer en mi blog https://sites.google.com/view/blog-de-josevicente (LA COVID-19. FACTORES QUE INFLUYEN EN SU CAPACIDAD LETAL) que no influyeron y, brevemente, diré que España tiene 40 veces más fallecidos por millón que Grecia y este país sufrió recortes muchísimo mayores que España e invierte en Sanidad mucho menos que España. Otro tanto cabe decir de Portugal aunque los recortes fueron menores que en Grecia.

  6. 3.-Se dice «Escuchando a la oposición española es envidiable la situación política de Portugal, donde se ha entendido que ahora el acabar con el Gobierno puede esperar porque lo urgente es acabar con el virus». Claro, ni los griegos ni los portugueses tienen razones para quejarse de su gobiernos. Nosotros, que lideramos el número de muertos por millón (leer en mi blog EL EFECTO PINOCHO) debemos preguntarnos por las razones. Esto no impide que se apoye cualquier medida que sirva para luchar para que no tengamos otra catástrofe. Recomiendo leer el CV de la Ministra de Sanidad de Portugal (LA COVID-19. FACTORES QUE INFLUYEN EN SU CAPACIDAD LETAL). Los casos de GB, USA, Brasil, y otros no nos pueden consolar. No vale lo de mal de muchos, epidemia. Nosotros estamos en cabeza: son 47.000 según el registro (ver en mi blog EL EFECTO PINOCHO).

  7. 4.- «la mejor forma de impedir la epidemia es impedir los contagios con medidas de aislamiento, y que la estrategia del Gobierno de España no ha estado muy equivocada» Claro, pero puede verse lo que hicieron para conseguirlo los que están en la cola del ranking (Los otros no sirven para aprender nada) y comparar con las medidas tomadas por nuestro gobierno para comprobar que nosotros estamos en cabeza porque la estrategia del Gobierno de España ha estado muy equivocada (ver LA COVID-19. FACTORES QUE INFLUYEN EN SU CAPACIDAD LETAL). Cuando se escriba la historia de esta hecatombe los lectores se asombrarán al saber que el gobierno organizó una manifestación (y hasta la encabezó) que el año anterior había tenido cientos de miles de manifestantes, que el experto del gobierno, para animar al personal, manifestó que él a su hijo le recomendaría hacer lo que quisiera (Ver en mi blog FERNANDO SIMÓN, EL EXPERTO), que la Vicepresidenta primera recomendó ir «porque nos va la vida». ¡Y tanto! Y, de paso, consintió otras múltiples aglomeraciones (ver en mi blog EL CURIOSO INCENDIO DEL 8M)

  8. 5.- «Pero no creo que nadie lo haya hecho, como parece hacernos creer la oposición, para perjudicarnos» Esa acusación a la oposición y a quienes creemos que el gobierno tiene que asumir la responsabilidad por sus muchas negligencias, es un exceso. Nadie ha dicho tal y, por tanto, es un puro juicio de intenciones.
    «También es urgente volver a financiar la sanidad pública y la investigación hasta niveles como los de Alemania, país en el que más personas se han curado gracias al buen nivel de atención y recursos médicos. Es lógico que reiterar las recriminaciones y descalificaciones entre nuestros políticos no van a ayudar mucho a conseguirlo.» Esta afirmación también aparece en mi blog pero la alusión a Alemania no es correcta: muchos otros países con mucho menores presupuestos tuvieron mucho mejores resultados que Alemania. Perdón por la reiteración necesaria para responder a otra reiteración. Lo que afirmo en mi blog es que hay que aumentar la financiación para ponernos al nivel europeo y poder atender mejor a los enfermos en cualquier momento, es decir, cuando no hay una pandemia. Si vamos a vivir siempre bajo una pandemia como esta habrá que quintuplicar el presupuesto.

  9. y 6.- Decía: Si vamos a vivir siempre bajo una pandemia como esta habrá que quintuplicar el presupuesto. Tal vez tendría que haber dicho «habrá que hacer lo que otros países con escaso presupuesto hicieron y no lo que hicimos nosotros». La frase «… la mejor forma de impedir la epidemia es impedir los contagios con medidas de aislamiento» puede leerse también mi blog y es lo que el Gobierno no hizo.
    Aviso: Soy químico, sin relación con ningún partido político y mi CV está en mi blog. Nada de lo que afirmo en el blog requiere saber más allá de las 4 reglas, buscar en internet los datos y cuándo un número es mayor, igual o menor que otro. Incluyo opiniones sobre la Sanidad, aunque no soy un experto, haciendo uso de mi sentido común y mi dedicación a la investigación y la literatura científicas durante décadas.

  10. Hola José Vicente,
    mientras una entrada tiene activada la recepción de comentarios, estos se añaden por el propio sistema y los autores solo eliminan en casos extremos algunos que o bien no tienen sentido, son propaganda comercial o que inducen a la automedicación.
    Saludos
    Miguel Vicente

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