Pues Cataluña sí que quiere ser competitiva

Ya se podía picar De Guindos con Castellà como Florentino con Rosell

Ha habido que esperar a la presentación retrasada de los presupuestos para que el ministro Luis de Guindos hablara sobre lo que piensa acerca de la inversión pública en I+D, en unas declaraciones recogidas por el diario digital La Información:

El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha señalado hoy que la inversión en investigación e innovación en España tiene una «deficiencia estructural» al ser dependiente de las subvenciones que, en su opinión, deben ser eliminadas para dar paso a la inversión privada.

Así, pues, el ministro del que depende la inversión pública en investigación piensa (o defiende públicamente) que la ciencia no ayuda a mejorar la competitividad de una sociedad. Ya puede decir misa Carmen Vela.

El mismo diario señala en otra noticia publicada hoy un listado de 10 invenciones de la NASA que se lograron gracias a subvenciones públicas. Como es bien sabido, Estados Unidos es el país más capitalista del mundo (¿con el permiso de China?), pero a lo largo de su historia ha hecho una excepción en el ámbito de la ciencia, precisamente. Cierto es que la NASA era un ámbito prioritario y estratégico de gran importancia a lo largo de la guerra fría, y que tanto las inversiones como el entusiasmo se han frenado en las últimas décadas.

 

Otra respuesta a Guindos es la que le dio, en el propio Congreso de los Diputados, la parlamentaria del PNV Arantza Tapia: en el País Vasco la inversión en innovación supera el 2 % del PIB (en el conjunto nacional está por debajo del 1,4%), y la tasa de paro es la mitad que en el resto de España. “Algo tendrá que ver”.

Periferias centrífugas más competitivas que el centro de gravedad castellano, volvemos a las andadas históricas. De ellas participa también la Generalitat de Catalunya, pues el gobierno de CiU prevé, a lo largo de la presente legislatura, presentar una ley de la ciencia que garantice legislativamente su modelo de investigación.

Para empezar, se lanzará un programa de doctorado industrial, inspirado en el modelo vigente desde los años 70 en países como Dinamarca, que permita a los doctorandos realizar una tesis de utilidad para una organización empresarial en la que trabajarán durante el 50 por ciento de su tiempo. Aunque el paro doctoral, según los datos publicados por el INE en la encuesta sobre Recursos Humanos en Ciencia y Tecnología de 2009 es nimio (poco más de un dos por ciento en ese año), la sobrecualificación (=subempleo) también es la más elevada, por mucho que no esté medida con precisión. Es evidente que el desarrollo de una investigación original de inmediata aplicación en la empresa de acogida, la incorporación, diríamos orgánica, de los valores, plazos y objetivos del mundo empresarial, otorgan un potencial de mucha mayor envergadura para el desarrollo profesional dentro o fuera de la academia para los afortunados participantes. Habrá 50 de ellos a partir de septiembre de este año.

Los planes de la Generalitat también pasan por la creación de 60 nuevos contratos Icrea, 750 nuevos contratos predoctorales y 300 postdoctorales en los próximos tres años, para una tasa anual de 20, 250 y 100, respectivamente. Frente a estos números, el gobierno central arroja su tábula rasa, arrasadora,  abrasadora, atrasadora, la regla del 0, vieja conocida de los planes de recursos humanos de las universidades públicas: Cero contratos nuevos para el sistema español de ciencia, tecnología e innovación. Cero incorporaciones en todo el CSIC. Cero futuro para una España moderna.

¡Viva Las Vegas!

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