¡Basta de fotos de Einstein con la lengua fuera!

Es lo que vino a decir Anne Glover, asesora científica de la Comisión Europea, tras comprobar la representación mental que los niños de 8 a 10 años tienen de un «científico». El retrato robot es claro: hombre de avanzada edad con gafas de culo de vaso (y una miopía galopante, deberíamos suponer), bata blanca, pelos alocados (Einstein, Punset). Queda confirmado por la primera imagen que aparece haciendo una búsqueda en Google images y la búsqueda sugerida: científico loco

No hay otros modelos. La ficción no nos los presta. Aunque Indiana Jones puede haber inspirado a algún que otro arqueólogo que se habrá visto sorprendido con lo poco que se parece la profesión a lo que se había imaginado, el resto de las disciplinas científicas están bastante huérfanas. De acuerdo, Jeff Goldblum en Jurassic Park era matemático… pero era una figura un poco macarra y oscura y nadie entendía muy bien en qué consistía su día a día.

Ahí está, en realidad, el problema: ¡casi nadie fuera de la profesión sabe en qué consiste el trabajo diario de un científico! ¿Qué hace un biólogo en su laboratorio? ¿Y un químico?

Esta semana he leído (pero no me pidáis la fuente) que un 20% de los niños creen que las carpetas digitales se inventaron antes que las carpetas físicas. El problema de los nativos digitales es que han naturalizado la tecnología y el avance científico hasta el punto de que no distinguen su correlación directa con el trabajo de científicos, investigadores e ingenieros.

Para Anne Glover, parte de la solución pasa por potenciar las apariciones públicas de científicos jóvenes, con una imagen más cercana y normal. Una física treintañera será capaz de comunicarse con niños y jóvenes haciendo uso de un universo mental compartido mucho más extenso que un provecto y sabio investigador formado en los años setenta.

Al haber crecido en la era de la comunicación, están acostumbrados a hablar sobre lo que hacen.

 

Compartir:

Deja un comentario