Uno puede estar o no de acuerdo con él, pero resulta difícil, en un medio tan adocenado como el nuestro, ser insensible a su audacia y rigor intelectual. Se atrevió a escribir un libro sobre Dios y ahora se atreve a hacerlo sobre el cristianismo: «Por qué soy cristiano» (Anagrama), título que revierte el célebre de Bertrand Russell. Lo de menos es que asintamos o disintamos; lo pertinente es la flexibilidad y agilidad de un pensamiento capaz de moverse en los ámbitos más diversos. Lectores de pequeña provincia mental llevan años perdonándole la vida a José Antonio Marina, a quien consideran por debajo de los filósofos «serios» de este país, esos que no dicen nada sobre casi nada porque no tienen nada que decir. Marina cumple con la misión del filósofo: transitar los dominios más arriesgados y menos hollados. Iluminar la realidad sin que nadie tenga por qué sentirse «deslumbrado». No es dogmático Marina.  Ante este último libro suyo uno recuerda, al margen de su acuerdo o desacuerdo, aquello que decía Albert Camus sobre la necesidad de juzgar a las religiones o culturas por sus cimas (san Agustín, Pascal), no por sus fosos. En medio del integrismo que galopa por ciertos círculos, el libro de Marina es una invitación –e incitación– a pensar, incluso, ¿por qué no? a repensar el mito, los mitos.

 

MIGUEL GARCÍA-POSADA

 

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Un comentario

  1. A mí Marina no me disgusta. Es más, hay libros suyos que en su día hice mios y releí, recomendé, regalé y sirvieron.

    Por ejemplo "Ética para naúfragos" o "El fracaso de la inteligencia".

    Si, pero hay en él algo que no me llena, que no me termina de llenar, que no cubre su autodefinición ni llena el hueco esperado.

    Yo, personalmente, le ubicaría entre autor de libros con tufo de "autoayuda"

    a la americana y claro…

    no se puede estar en misa y repicando.

    Quiero decir, una cosa es ser filósofo y otra, lo otro.

    Él, a mi humildísimo entender, pretende quedarse entre una cosa y la otra, como ensayista filósofo y no. Sencillamente es un señor inteligente y como tal medido, discreto y moderado. Lógico en las exposiciones y razonamientos, como disimulando las intenciones para a la vez… vender.

    Y es legítimo, respetable y valioso, por supuesto.

    Pero… filósofo… pues no.

    Un señor de inteligencia práctica contemporánea, si.

    Con todos los respetos, un saludo

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