El accidente del metro de Valencia ha sido terrible. Tanto, que sentimos miedo al escribir en torno a él, no sea que nos pueda escapar algún comentario gratuito sobre tanto dolor, sobre tanta desdicha. Pero no podemos recluirnos en el dolor ni en el tan extendido, justamente, sentimiento de desgracia. Lo único factible, excusada la solidaridad efectiva –sí– con las víctimas, es investigar las causas del desastre y exigir responsabilidades civiles y, sobe todo, políticas.

Cuando se produce un siniestro de tal magnitud, los responsables políticos no pueden quedar impunes, salvo que se demuestre, lo que no parece el caso, que todas las medidas y precacuciones habían sido adoptadas.Si es obscena la retórica en circunstancias como éstas, también lo es el que los responsables políticos, los que fueren, se vayan de rositas.

MIGUEL GARCÍA-POSADA

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