Una tumba en el olvido

 Sesenta años se han cumplido de la aparición de la primera edición  en abril de 1936 de «La realidad y el deseo», de Luis Cernuda, uno de los libros capitales de la literatura española contemporánea, que García Lorca exaltó en términos que después no han hecho sino confirmarse.

Pero la tumba del gran poeta, uno de los más grandes escritores de la lengua, que murió en México, en noviembre del 63 se halla, al parecer, en un estado deplorable ¿Sería mucho pedir al Consulado General de España en México que encargara el cuidado de la última morada de este español eminente, que murió en el destierro arrastrado por la turbia marea de la guerra civil? Tenemos un deber de piedad con los muertos–ilustres o no–; debemos cumplirlo.

 

MIGUEL GARCÍA-POSADA

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Un comentario

  1. Al comprobar que se abren tantas tumbas comunes, con razón porque es simbólico y piadoso que conozcamos el lugar donde reposan los muertos familiares, se me ocurre una pregunta que no sé si alguien podrá aclararme: Ya que se cometieron horrores de un lado y de otro, ¿los del otro entregaban a las familias los cadáveres de sus allegados para que los enterrasen dignamente?

    En cuanto al abandono de la de Cernuda, se me ocurre que si está abandonada es porque, ni vivo ni muerto, pudo ser un poeta manipulado. Ya saben lo que quiero decir.

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