A la industria. Aurelio Guzmán Berro.

Enlace  a A la industria de Aurelio Berro en poesia y ciencia

Visión de la ciencia y el progreso en la poesía decimonónica

En esto de la poesía científica, uno vuelve a veces su mirada al siglo XIX: el siglo del vapor y del buen tono, tal y como lo definió Bretón de los Herreros en su “Epístola moral sobre las costumbres del siglo” que comenzaba con el siguiente terceto que pronto se habría de hacer famoso:

¡Oh siglo del vapor y del buen tono!
¡Oh venturoso siglo diez y nueve…
O, para hablar mejor, decimonono!

Porque el siglo diecinueve está asociado, inevitablemente, a la energía del vapor, al desarrollo de la ciencia y de la técnica y, por tanto, a una mayor presencia de temas científicos y tecnológicos frente a la de siglos anteriores.

A comienzos del siglo, en que predomina el neoclasicismo, la poesía encuentra en la ciencia uno de sus temas preferidos. Y por lo general en estos casos, la ciencia es vista como fuente inagotable del saber y como agente liberador del esfuerzo humano. Ahí encontramos a poetas como Antonio Pinazo, Gabriel Ciscar, Manuel José Quintana y Buenaventura Carlos Aribau, entre otros.

 

Con la llegada del romanticismo se produce un cambio de sensibilidad: la realidad y la razón pasan a un segundo plano para gustar de la fantasía y la pasión; con lo que la ciencia, que tan bien se adaptaba al ideario neoclásico, no resulta tan atrayente como tema para los poetas románticos, apareciendo solo aisladamente. Y la apreciación positiva de la ciencia y el progreso – que sigue estando presente en poetas como Carolina Coronado en sus poemas A la invención del globo o La empresa del ferrocarril en Extremadura – ya no es unánime, y comienzan a darse casos de poetas románticos contrarios a la ciencia como por ejemplo José de Zorrilla en su poema Pulvis es o  Gaspar Nuñez de Arce en Tristezas.

En el último tercio del siglo XIX con la irrupción de nuevas concepciones sociales como el positivismo, el anarquismo y el socialismo – y la correspondiente reacción de los partidarios de ideas conservadoras – la ciencia retoma un papel más relevante en la poesía y se afianza la escisión esbozada en el romanticismo entre los entusiastas, defensores de los avances científicos y del progreso que éstos llevan consigo, y los detractores que critican a la ciencia. Como ejemplo de visiones extremas podríamos mencionar a José López Montenegro, coronel del ejército español que abrazó la ideología anarquista, con una visión positivista de la ciencia de un marcado anticlericalismo con su poema La naturaleza; y a Eusebio Blanco y Soler, prolífico escritor que en Germinal, desde una perspectiva religiosa, ofrece una  da una visión crítica e irónica a la vez de la ciencia y del progreso.

El poema A la ciencia

Con este panorama, el hallazgo en el número XLV de la revista La ilustración española y americana, del poema A la ciencia de Aurelio Berro, cuya estrofa final se ha incluido en poesía y ciencia, es una muestra condensada de las dos visiones de la ciencia en la poesía decimonónica finisecular como puede comprobarse con la lectura del poema.

La revista da noticia del poema con motivo del premio otorgado en los segundos Juegos Florales de Buenos-Aires, celebrados en 1882 que reproducimos, a continuación, literalmente:

Imagen de Aurelio Berro

El Accésit de honor fue obtenido por D. Aurelio Berro, en su poesía A la Industria. Aquel distinguido vate uruguayo, para quien no ha sido incompatible el Ministerio de Hacienda, que ha desempeñado en su patria, con el culto al arte, que hoy cultiva en el ostracismo, tiene rasgos, cuya energía refleja la última estrofa de su canto:

¡Noble industria, salud! Lazo potente
eres, que al hombre con el hombre liga,
y la extensión a dominar le obliga
tras nuevos climas do mostrar tu frente.

Sí; supiste cambiar rápidamente
en pan sabroso la buscada espiga,
y el vellón tibio que la carne abriga
al tugurio allegar del indigente;

mas ¡ay! ¡la libertad le dio a tus alas
el aire y luz donde espaciar te veas,
y a la opresión das tú hierros y balas!

Si nuevas armas contra el hombre creas.
Si en el bien y en el mal tu esfuerzo ¡gualas.
Industria, don fatal, ¡Maldita seas!

El mismo Aurelio Berro obtuvo la copa de plata, premio de la Sociedad de Beneficencia Argentina, por su canto a Rivadavia, una de las glorias históricas en la emancipación de Buenos-Aires.

Como puede comprobarse los dos cuartetos iniciales constituyen una loa a la ciencia; tornándose a pesimista la visión en los dos últimos tercetos, que contrastan por su concisión y menor retórica y por su mayor fuerza con las estrofas iniciales. Son las nuevas armas – de fuego, automáticas y producidas en serie – las que se subraya que son el mal fruto de la ciencia: indeseables y malditas.

Aurelio Guzman Berro

No hemos podido hallar mucho material bio-bibliográfico de Aurelio Guzman Berro. Curiosamente es en la Auñamendi Eusko Entziklopedia – supongo que por su condición de descendiente notable de vascos emigrados a Sudamérica – donde aparece una reseña biográfica del personaje que, por su brevedad, se reproduce a continuación:

Aurelio Guzmán Berro

Ministro de Estado uruguayo de origen vasco. Legislador. Hombre de letras. Empresario Nació en Montevideo el 3 de agosto de 1834. Hijo de Miguel Antonio Berro. Fallece en Buenos Aires el 5 de diciembre de 1911.

Llegó a tener una respetable fortuna, construyendo un hermoso palacio en el barrio montevideano de Paso Molino, que años más tarde fue adquirido por el Gobierno Argentino para sede de su representación Diplomática. Miembro del Partido Nacional (Blanco) fue electo Senador por el departamento de Cerro Largo en la XI Legislatura.

El dictador coronel Lorenzo Latorre lo incluyó entre los miembros del Consejo Consultivo creado por decreto de 1877 para redactar un nuevo proyecto de Ley de Elecciones. Electo nuevamente Senador por el departamento de Cerro Largo en 1879, abandonó su escaño parlamentario al ser convocado por Latorre para ocupar la cartera de Hacienda.

En el gobierno del general Santos inició tareas de periodismo como redactor de El Telégrafo marítimo, pero debió abandonar su tarea al ser requerido por su familia para atender sus negocios en Argentina. Ya radicado en Buenos Aires se asocia a su hermano político Eduardo Madero para la construcción del Puerto.

Casa quinta Aurelio Berro en Montevideo

El palacio mencionado en los párrafos anteriores es, en efecto, hermoso y da – creo –  cuenta precisa de la respetable fortuna que llegó a tener el poeta. En la actualidad alberga la sede del Uruguay National Garden, (ver http://municipioc.montevideo.gub.uy/node/54). También en relación con lo anterior hay que entender en la última frase que se trata de la construcción del Puerto Madero de Buenos Aires.

En cuanto a su obra poética, he localizado en la página web  www.biblioteca.org.ar el texto completo del poema A la Industria. Otros pocos poemas de Berro pueden encontrarse en las antologías de poesía uruguaya de finales del siglo XIX, que ver en http://autores.uy/autor/584.

Lo que nos ofrece una curiosa y notable biografía del autor, mezcla de político y legislador, hombre de letras y empresario que – por lo que se ve – era posible en el siglo XIX. Hoy nos parece (es) imposible.

 

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