Metal caliente. Leopoldo de Luis.

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Metal caliente

El perfecto endecasílabo inicial de Metal Caliente nos transporta, sin querer y en volandas, a las edades lejanas y sucesivas del cobre, del bronce, etc. que, en las viejas escuelas infantiles enseñaban a considerar el mundo en periodos míticos que, a través de a través de la aparición por innovaciones sucesivas de los nuevos metales, marcaban el lento pero firme progreso de la humanidad.

En esa ensoñación, la continuación natural debería ser o podría constar de sucesivas descripciones de cada época y su metal, con los nuevos ingenios y herramientas que se desarrollaron y sus ventajas. Pero desde el segundo verso ya nos tememos que no va a ser así y vamos viendo como los metales, en el poema de Leopoldo de Luis, (Ver Nota 1), constituyen imágenes y material poético para describir un triste panorama; el del verano y otoño de 1936 en España y la guerra civil.

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Leopoldo de Luis
(De la web de la Universidad Carlos III de Madrid)

Metal caliente está compuesto, en su mayor parte, por endecasílabos que tienen calidad escultórica y heptasílabos, cinco repartidos en el poema que aportan un cierto ritmo de pie quebrado, con rima asonante en los versos pares. Entre ellos se cuelan los versos 14 y 20 que son eneasílabos.

La primera estrofa nos sitúa en verano bajo el sol rojo y pronto se asignan correspondencias a los metales: sombra al bronce, grito al hierro y espesa lengua al plomo. En la segunda estrofa ya es otoño y asistimos al temblor de la plata y a los desmayos del oro: ¿alusión al miedo del dinero?. El cobre se identifica con veneno  y  la fuerza del hierro hace palidecer al viento.

En ese otoño especial de 1936, la violencia se desató con una «tormenta mineral» en que las armaduras guerreras dejaron su reposo y la guerra volvió

Las viejas armaduras deshicieron
su historia. Los soldados
de plomo perecían en defensa
de sus inmóviles caballos.

En su estrofa final, el poema retorna al inicio; y tras la repetición de la frase inicial: «Brilló la edad de los metales», a la que sigue una enumeración canónica: «…Bronce, / cobre, cinc, hierro, acero, estaño/ …», el poema remata con cuatro versos lapidarios en los que se nos quedan resonando esas «… manos/ agitadas y rojas/ por la sangre de hermanos.»

Manos agitadas y rojas por la sangre de hermanos; o sea; lo que – en resumen y triste sustancia – fue nuestra guerra civil.

Leopoldo de Luis

Leopoldo Urrutia de Luis nació en Córdoba en 1918. Con un año de edad su familia se trasladó a Valladolid donde pasó su niñez y adolescencia, trasladándose a Madrid  a los 17 años para finalizar el bachillerato. Allí compagina el trabajo con sus estudios de letras en la Universidad que con las vicisitudes posteriores, nunca llego a concluir.

Porque el estallido de la guerra civil transforma la biografía de Leopoldo Urrrutia y su vida se transforma en varias sucesivas. La primera es la de soldado y de poeta combatiente; autor de poemas como Romancero a la muerte de García Lorca, Puñales quisieran ser o Regimiento Pasionaria, (ver Nota 2), que finaliza la contienda como capitán de estado mayor del general Escolar en el Frente de Extremadura. Inmediatamente después de la guerra conoció otra vida más: la cautividad pasando varios años entre cárceles (plaza de toros de Ciudad Real y cárcel de Ocaña) y campos de trabajos forzados (batallón de trabajadores de Gibraltar).

 

Liberado en 1942, y recuperado su trabajo en la compañía de seguros en que estaba empleado antes de la guerra, nace Leopoldo de Luis, seudónimo defensivo, que va a ser su nombre de poeta, por el que lo conocemos en la actualidad. Comienza publicar en revistas de la época como Garcilaso y Espadaña, entre otras. Desde la publicación de su primer libro de poemas,  Alba del hijo, editado en 1946 –  en la que se integraba en la línea existencialista de la posguerra española – su producción poética y ensayística, fue constante, libro tras libro; ensayo tras ensayo. Se le ha ubicado en la primera generación de postguerra y su poesía es calificada de social y de testimonio, siendo una de las figuras más destacadas de la denominada «poesía social» de la que fue, además, autor de una de las mas importantes antologías al respecto: Poesía Social. Antología, en Ed. Alfaguara, 1965. (Ver Nota 3).

En el discurso con motivo de su discurso de recepción de la medalla de honor de la Universidad Carlos III en 2004, indica sobre la poesía social:

«Pertenezco a una generación que cambió un día la actitud del poeta frente a la poesía misma. Se abatieron las torres de marfil, se eludieron las delicuescencias narcisistas. Se procuró que la poesía bajara a la calle y tomase conciencia de una realidad colectiva. …. Vicente Aleixandre hablaba de que hay épocas graves, de urgentes crisis, en las que se deben exigir al poeta los valores éticos más que los meramente estéticos. Surgió, quizá ingenuamente, una poesía en la que el poeta hace girar el eje de su comprensión más que hacia el yo, hacia el nosotros.

… Quisimos llevar la poesía cerca del dolor y de la injusticia. Porque toda gran poesía lleva implícita una moral. Alguno de nosotros la definió como un arma cargada de futuro, y lo es: no un fin en sí misma, sino un medio de comunicación; cargada porque algo va con ella; de futuro porque aspira a crear conciencia. Otro la consideró defensa del hombre. Y también lo es, al verla como un humanismo. No faltó quien pensó que la belleza, junto a los que sufren y esperan, puede ser un exhibicionismo cruel.

… He pretendido poner la poesía junto a la vida. No sé si es propiamente vida, pero sé que es su compañera. Me resisto a que sea bella pero inútil. Entre la “ fermosa cobertura” del Marqués de Santillana, y el “cambiar el nombre cotidiano de las cosas” de D. José Ortega, yo me he permitido definirla como RESPIRAR POR LA HERIDA..» (Ver Nota 4).

Referente clave dentro del ámbito de la poesía social española contemporánea, su obra poética destaca por la preocupación técnica, el cuidado del lenguaje, la riqueza imaginaria y la sincera conmoción por el mundo que le rodea y el momento que le toca vivir. (Ver Nota 5).

Leopoldo de Luis, que falleció el 20 de noviembre de 2005, (tal día como ayer hace 12 años), obtuvo numerosos premios, destacando el Premio Nacional de Literatura por su libro Igual que guantes grises en 1979 y el Premio Nacional de las Letras Españolas de 2003, concedido anualmente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en reconocimiento al conjunto de toda una obra literaria.

Notas y enlaces

1. En poesía y ciencia se pueden ver cuatro poemas de Leopoldo de Luis, incluidos entre diciembre de 2003 y noviembre de 2005. Son los poemas: La materia no muere, Nociones de estadística,  Extrañas radiaciones y Todo más pequeño.

2. En Poesía de la Guerra Cívil española. Antología (1936-1939). Edición de Jorge Urritia. Colección Vandalia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006.

3. La antología citada fue reeditada en varias ocasiones, destacando la reedición de 2000 en Ed. Biblioteca Nueva con el título Poesía social espñola contemporánea. Antología (1939-1968) y con introducción y notas de Fanny Rubio y Jorge UrrutiaEn relación con la poesía social, es interesante el artículo  Breve revisión de la poesía social de posguerra (1939-1975): un «concepto de época», de Pablo Carriedo Castro

4. En el siguiente enlace, se puede acceder al discurso completo de Leopoldo de Luis en la recepción de la medalla de honor de la Universidad Carlos III de Madrid en 1994.

5. En el siguiente enlace, se puede leer el interesante artículo Leopoldo de Luis: no son poco las palabras – con el antetítulo: Poesía social: extracto de una de las últimas entrevistas a un poeta arrinconado – de Anchor Ladoire publicado en www.diagonalperiodico.net el 5-05-2006.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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