La libertad y la ley españolas

Los españoles tenemos fama de bonachones y simpáticos. A la hora de la verdad, cuando hay que sacar cosas adelante es muy común que se haga la vista gorda y se ignore la letra de la ley con tal de “dejar hacer”. Ese es uno de los motivos de que la tendencia legislativa a la restricción y el prohibicionismo produzca tanta indignación.

Por lo general, se cuestiona si tiene sentido prohibir cuando ya se sabe que no se va a respetar lo establecido. El caso típico es de rabiosa actualidad: la reducción del límite de velocidad a 110 km/h, menos del 10 % sobre el límite anterior, difícilmente va a repercutir realmente sobre los hábitos de conducción de los amantes de la velocidad. Quizás lo haga sobre sus bolsillos.

Es más: si se hiciese una encuesta ideal en la que todo el mundo fuera sincero y plenamente consciente de su velocidad media, muchos buenos conductores (donde bueno es igual a prudente) mostrarían velocidades medias iguales o superiores a los 120 km/h en tramos de autopista. Pero volvamos a cauces más tranquilos y serios, más alejados del mundanal ruido y de las tertulias acaloradas en el bar, la radio o la televisión.

Me gustaría menos mostrar con un ejemplo pertinente para este blog que, en realidad, la naturaleza de los reglamentos y las normativas españolas ha sido tradicionalmente muy restrictiva. De siempre. Por eso, quizás, al ciudadano no le ha quedado otra que apañarse con lo que se puede hacer en realidad. ¿Cómo lo voy a mostrar? Con la regulación del doctorado, claro. También es actualidad rabiosa.

El nuevo Real Decreto 99/2011, de 28 de enero, por el que se regulan las enseñanzas de doctorado, limita la dedicación al doctorado a tres años en dedicación exclusiva y cinco con dedicación parcial. Bien es cierto que se contemplan numerosas prórrogas, como explicábamos en la última circular, pero no hay excepciones de principio. Deberá caer en desuso una práctica bastante común entre los arquitectos, que cito porque conozco personalmente. Seguramente sea más amplia y difusa, pero sé de buena tinta que muchos arquitectos activos en el desempeño de su profesión comienzan la tesis en la treintena y la entregan como obra de madurez y complemento puramente intelectual a esa trayectoria profesional práctica. Es cierto que el doctorado es la puerta de entrada para la carrera académica y científica, pero también goza de gran consideración como culminación ociosa (en el sentido clásico de la palabra) de la producción teórica. Poner trabas a esa segunda vertiente seguramente vaya en contra del maltrecho panorama cultural español.

Además, si nadie se apresura en España a terminar la tesis es porque esa puerta de acceso es un limbo horripilante. Si en lugar de eso fuera el salto al éxito científico, académico o sencillamente profesional, las tesis se terminarían en tres años de forma voluntaria.

A la restricción del tiempo se añade la restricción de la edad. Hay que ser rápido, y hay que ser joven. En muchas convocatorias se imponen requisitos como el de las ayudas doctorales de la JAE: haber terminado la titulación universitaria superior no antes de 2007. Y es que si llevas licenciado más de tres años no vales para doctorando, porque…

…un momento, ¿hay un por qué? ¿Los jóvenes son más inteligentes, más trabajadores, más aplicados, más precisos, más creativos o mejores científicos que los no tan jóvenes? ¿Desde cuándo?

Esta restricción es, sencillamente, una barrera más para hacer una selección más fácil, con menos candidatos finales. Pero también más arbitraria.  Como poco, la edad es un factor neutral en la ciencia.Por otra parte, en muchas cosas la experiencia y la edad (superior) son un añadido o una garantía. No me atrevo a decir que cuanto mayor seas mejor científico serás, pero sí que la edad y la sabiduría van de la mano. Y forzar a que todos los doctorandos de la JAE sean recién licenciados es una pérdida de talento garantizada. Además de una barrera brutal a la libertad profesional y a la tan cacareada movilidad. Nadie puede dedicarse a trabajar durante unos tres o cuatro años después del título y luego aspirar a una beca de la JAE. A pesar de que es probable que el tema de su tesis esté, en ocasiones, mejor centrado y sea más original precisamente por haber visto lo que hay más allá de la academia.

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