Ética científica: el fraude es cosa de hombres

Ésta es la historia: un investigador estadounidense de origen cubano decide colaborar con la oficina de integridad de la investigación para averiguar si existe algún patrón en el fraude científico: cuántas de las denuncias de la oficina realmente corresponden a casos de fraude, en qué tipo de malas prácticas se incurre, y cuál es el perfil más habitual de las prácticas fraudulentas. ¿El desenlace? El protagonista descubre que los hombres son científicos menos fiables.

El científico surcoreano Hwang Woo Suk, tras descubrirse el fraude sobre la clonación de células de pacientes para obtener células madre

Tras analizar los 228 casos de fraude registrados en la ORI desde 1994, el patrón más claro que ha encontrado Arturo Casadevall no corresponde a especialidades ni edad, sino al género. El 65% de quienes fueron sancionados por fraude eran hombres. Según Casadevall, esto puede deberse a que los hombres tienden a tomar más riesgos que las mujeres. El fraude no tiene que ver, por lo tanto, con la inteligencia, sino con la voluntad. Por lo que, a igual inteligencia, las mujeres tienen una voluntad más moderada, y por lo tanto, más rigurosa que los hombres.

Si esta investigación pudiera confirmarse con más casos y experimentos, constituiría una estadística muy interesante,  que podría llevar a la regla práctica de decantarse por las mujeres en igualdad de méritos con candidatos masculinos. Puestos a especular, podríamos imaginar un test de comportamiento fraudulento con graduaciones, que podría ser importante para profesiones sensibles (no son pocas).

Arturo Casadevall, protagonista de nuestra historia. Derechos de la imagen: Ángel Franco/New York Times

De todos modos, antes de lanzarse a políticas de ciencia ficción, conviene citar la conclusión práctica de Casadevall: hay que ofrecer formación en ética a lo largo de toda la carrera investigadora, no solo para estudiantes. De hecho, resulta muy curioso que, a pesar de que constituyen una clara mayoría demográfica y son menos expertos en metodologías y prácticas de éxito, los estudiantes solamente son responsables de un 40% de los casos de fraude, frente al 32% de los profesores y el 28% de personal investigador en etapas intermedias. Además, cuantas más responsabilidades tienen, más fraudulentos son los hombres con respecto a sus colegas mujeres: sobre 72 profesores sancionados, 63 eran hombres y 9 mujeres, lo que arroja un porcentaje de 87,5% contra el 12,5% sobre esta muestra.

Otra conclusión que parece clara es que los entornos más competitivos y la obligación de generar publicaciones con impacto tienen efectos secundarios indeseables sobre la actividad investigadora.

Casadevall, que es catedrático de Microbiología e Inmunología en el Albert Einstein School of Medicine, ya había descubierto que cuando un científico se retracta de un artículo publicado, en dos de cada tres casos se debe a que los resultados del paper se habían obtenido con alguna práctica fraudulenta.

Podéis consultar el índice de casos de la Office for Research Integrity, que contiene un listado completo de todos los científicos que han sido sancionados por mala conducta y cuya sanción está en vigor.

 Autor: Jaime Capitel

Compartir:

Un comentario

Deja un comentario