SANIDAD PÚBLICA Y NUEVA AMSTERDAM

En los últimos meses hemos estado viendo una de las muchas series que la televisión nos ofrece. No somos habituales videntes de ellas, pero nos hemos dejado sorprender por alguna que otra. Eso nos ocurrió con “New Amsterdam”, seguro que condicionado por el mundo profesional que presenta, al ser precisamente una serie que se desarrolla en un entorno sanitario.

Somos selectivos de lo que vemos, leemos, escuchamos, en función de diversas variables como la disponibilidad de tiempo, las alternativas de ocio disponibles, nuestras obligaciones. La confluencia de algunas cosas nos llevó a engancharnos a esta serie “de médicos”. Y seguro que fue determinante el primer episodio, en el que aparecía un un personaje protagonista  diferente, irreverente, innovador, hasta transgresor, inmerso en un sistema sanitario muy distinto del nuestro y con ideas socializantes. Además, nos llamó la atención las continuas exposiciones implícitas y explícitas de situaciones y personajes que suponemos pretenden reflejar la sociedad de EE.UU., con su diversidad y contradicciones. Incluso nos atrevemos a intuir una pretensión moralizante y de denuncia larvada o descarada.

Por mostrar algunos ejemplos, se ve y se habla de diversidad racial y cultural, de racismo, del acceso de puestos de gestión y dirección en función de raza y sexo, de compaginar la vida personal y profesional,  de gestión eficiente de recursos humanos y materiales;  de aborto, de suicidio, de eutanasia; de liderazgo en las organizaciones, de compromiso con el hospital y con la profesión, de rigor en la formación; de relaciones interprofesionales; de relaciones con los pacientes más allá del deber y de la estricta atención sanitaria;  de equidad y accesibilidad al sistema sanitario, de conflictos éticos, de presencia de intereses crematísticos y empresariales y de su primacía sobre la asistencia sanitaria; de cambio desde las bases, de utopías.

Como vemos, aunque podamos estar sesgados, un combinado atractivo que nos hizo ver la serie en pocas tacadas de varios episodios. Pero esa emoción que afloraba en todos los capítulos no nos ha hecho perder la perspectiva. La realidad neoyorquina no es la de nuestros hospitales urbanos, grandes o medianos. Precisamente lo que denuncia la serie en repetidas ocasiones, la inequidad, la cobertura parcial de los seguros privados, la existencia de millones de personas sin la misma, es lo que cualquier ciudadano tiene garantizado en nuestro país y en la mayoría de los de nuestro entorno. Desde luego que el sistema sanitario tiene defectos y es muy perfectible, pero sólo pensar que ante una enfermedad crónica, un trasplante, un ingreso prolongado, un accidente o una simple gripe la solidaridad colectiva nos garantiza asistencia sanitaria en unas condiciones dignas y de calidad debería recordarnos el valor que eso tiene.

Lo que vemos en una serie de un entorno cultural y económico distinto, pero que es el que se extiende fruto de la globalización, que parece inundar muchos aspectos de nuestra cotidianidad, ha de recordarnos lo que nos hemos impuesto. No como algo excepcional o coyuntural, sino como una forma de abordar los problemas de salud que tranquiliza y cohesiona a la sociedad, la aleja de diferencias en base a los ingresos del enfermo y de su familia. Esto, en nuestra opinión, no debería cuestionarse desde ninguna posición ideológica que pretenda el bien común. Claro, siempre podemos pensar que los protagonistas de New Amsterdam son héroes y que su trabajo es una lucha de la que querríamos participar. Pero no, aquí no hace falta.

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3 comentarios

  1. La calidad del sistema público de sanidad depende del gasto público en Sanidad. En España hay grandes diferencias entre CC.AA y el gasto público en Madrid es el segundo por la cola, 1340 euros/habitante. El Pais Vasco gasta 1873 euros/habitante, un 40% más. Se pueden hacer bien las cosas pero no se quiere. Madrid tiene el PIB más alto de España pero solo gasta el 3,7% del PIB en Sanidad.

  2. Es usted un ingenuo, señor González García. Yo soy paciente de salud mental y cuando eres paciente de salud mental lo que tienes que tener es dinero, mucho dinero, para pagar buenos psiquiatras y psicólogos, porque la sanidad pública madrileña solo te ofrece convertirte en un politoxicómano que lucha con la enorme toxicidad de esos fármacosy las ideas autolíticas que te producen.
    Ojalá hubiera algún New Amsterdam en Madrid o en alguna parte del mundo, un hospital donde los médicos no te dedican diez minutos cada seis meses y arreglao, has de esperar 4 meses como mínimo para que te vea un especialista y resulta que ese especialista está muy «quemao» y no tiene ninguna gana de ocuparse de ti.
    Trata usted de confundirnos, como si los que estamos enfermos no estuviéramos metidos en la pesadilla que es la sanidad pública en Madrid y gastándonos nuestro sueldo, como dice Zahara, en «intentar volver a ser una persona». Somos enfermos pero eso no nos convierte en tontos automáticamente.

  3. Es más que loable que cualquier ser humano enfermo pueda salvarse si es factible. Pero el sistema de sanidad «universal», por ejemplo en España, es incompatible con una economía sumergida del orden del 25%. La sanidad se sostienen con los impuestos.

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