OTRA DE HOSPITALES

Hace un par de años escribimos unas líneas sobre una serie «de médicos», con escenario norteamericano, pero en la que encontramos una fuente de reflexión que bien podía aplicarse a cuestiones cotidianas de otras realidades sanitarias.

Se trataba de New Amsterdam , nos encontramos con ella de casualidad, pero nos cautivó hasta el punto de desear más y buscar, de vez en cuando, si estaba en alguna de las plataformas de visión a la carta a las que estamos suscritos. Pero como eso de los algoritmos nos espeta lo que se supone que nos gusta, llegamos, sin esperarlo, a otra de esas americanadas, Chicago Med. Y usamos lo de americanada sin el tono despectivo con el que en otra época llamábamos a las series y películas de estilo gringo.

Es difícil, diríamos que imposible, zafarse de lo que uno es y vive a diario a la hora de ver, en realidad o ficción, escenas y situaciones con las que es natural hacer analogías o comparaciones. Como sanitario esta no es una excepción. Aunque el fisioterapeuta no ejerce en todos los departamentos, servicios o unidades de los hospitales no nos ha resultado extraño encontrar, en estas series, familiaridad y vinculaciones con vivencias, momentos, contextos, escenarios o circunstancias propias. Tal vez la implicación en las situaciones surgidas en los primeros meses de la pandemia de la Covid-19, en las que muchos colegas participaron en ubicaciones habitualmente ajenas, nos haya hecho conscientes de otras realidades hospitalarias. Así, estuvimos en urgencias o departamentos de pacientes críticos desde que estos ingresaban, y nos relacionamos con muchos compañeros y especialidades con los que en circunstancias cotidianas no lo hacemos, o en mucha menor medida.

Pues, como hemos dicho, Chicago Med nos entretiene, algo difícil entre los que no terminan de encontrar el gustillo a eso de ver una serie tras otra y se sienten ausentes en conversaciones sobre series de moda o de culto. No nos repetiremos sobre todas esas cosas que ya nos hacía pensar New Amsterdam.  O sí. A sabiendas de que tenemos nuestros sesgos, no podemos dejar de ver, en distintos episodios, como el funcionamiento del sistema sanitario estadounidense difiere de lo que aquí consideramos «normal».  Las coberturas de los seguros, las dificultades económicas para afrontar gastos sanitarios y de medicación, aparecen en contraste con la universalidad de nuestra sanidad. Los seguros por «mala praxis», que se paga el profesional, nos invitan a entrever la presencia de una cultura de demanda, que conocemos de oídas, entre los «clientes» chicagüenses. 

Pero quizá esta serie, además de todo lo que ya nos sugería su homóloga neoyorquina, nos ha llamado la atención sobre el protagonismo de la Enfermería. Primero, por el hecho de que entre los personajes centrales hay enfermeras (que no enfermeros), que exponen un papel en la atención, toma decisiones y apoyo al personal médico nada secundario o auxiliar. Segundo, porque la jefa de todo el cotarro es una enfermera, la señora Sharon Goodwin, a la que el personal médico y de enfermería ha de rendir cuentas sobre muchas de sus decisiones, con total naturalidad. Que el lector piense, o no, por qué nos parece reseñable este hecho.

La fisioterapia no aparece por aquí, tampoco nos sorprende en una serie de urgencias. En ocasiones el jefe de psiquiatría, Daniel Charles, se queja de dolor causado por los ejercicios de fisioterapia. Por lo menos evade la típica alusión a técnicas pasivas y manipulativas. Veamos en ello un acierto de los guionistas. Y, si la ven, disfruten, aunque, como a nosotros, se les deslice alguna lágrima de vez en cuando.

LEER MÁS FISIOTERAPIA.

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