Pesadilla por unas bacterias: no todo en los EE. UU. es como CSI

autor: Miguel Vicente

Poco se podía esperar Steve Kurtz, un profesor de Arte de la Universidad estatal de Nueva York en Buffalo, que su desgracia no había hecho más que comenzar cuando en la madrugada del 11 de mayo de 2004, alarmado porque su esposa acababa de fallecer por un infarto mientras dormía, llamó al número de emergencias local.


Celdas en la prisión de Alcatraz


La historia se asemeja a esas películas americanas en las que un inocente pardillo empieza por tirar un papel al suelo y acaba, al final de una larga cadena de despropósitos y gracias a la incompetencia de unos cuantos lerdos y a su mala suerte, pudriéndose para los restos en las mazmorras de una sórdida prisión.

Al llegar al domicilio de Kurtz, la policía consideró sospechoso un equipo y material biológico que Kurtz había obtenido para el montaje de una exhibición crítica sobre la biotecnología, en concreto sobre los alimentos transgénicos. En cuestión de horas, lo que hasta entonces había sido un proyecto artístico se convirtió, al ser requerida la presencia del FBI, en un peligroso entramado bioterrorista que, entre otras cosas impidió al profesor atender debidamente a las necesidades que el óbito de su esposa generaban, ya que su domicilio fue clausurado, su coche y su gato requisados e incluso el cadáver de la señora custodiado en busca de pruebas incriminatorias.

De bioterrorismo pasa a delito postal
Lo más grave es que el proceso judicial no ha tenido un desenlace hasta hace unos días, y un desenlace francamente alarmante, pues si bien Kurtz no ha sido condenado a prisión, como en un primer momento se pedía, sí que ha tenido que declararse culpable de un delito de fraude postal por el que se le ha impuesto una multa. En este tiempo ha tenido que demostrar que con los materiales en su posesión, que todo el mundo puede adquirir, no es posible fabricar armas biológicas. Pero se le ha condenado finalmente a pagar la multa por obtener por correo materiales que usó para un propósito distinto al que oficialmente declaró.

Y qué era el peligroso material que Kurtz tenía en su poder, pues reactivos y utensilios para obtener y amplificar el ADN. El ADN incluso se puede obtener con ingredientes como palillos de barbacoa, lavavajillas y alcohol de desinfectar (y quién no tiene eso en su cocina y en su botiquín), y los reactivos e instrumental que se utilizan para amplificarlo tampoco son muy peligrosos. Pero lo peor de todo, había ¡bacterias!, y eso es lo que despertó las sospechas de enfermeros y policías, quienes acabaron llamando al FBI.

El cuerpo del delito
Las bacterias que encontraron fueron Escherichia coli, Serratia marcescens y Bacillus atrophaeus, que como cualquier microbiólogo puede decir son, salvo algunas estirpes muy específicas, inofensivas. Muchas estirpes de Escherichia coli las llevamos todos puestas en nuestro intestino y lejos de ser peligrosas nos ayudan a cosas como obtener alguna vitamina. Solo algunas estirpes, entre las que no estaba la que tenía Kurtz, son peligrosas. Bacillus atrophaeus es otro microorganismo cuya peor maldad es el parecido físico que tiene con su primo, Bacillus anthracis, causante del carbunco, pero atrophaeus es inofensivo y se usa como control para evaluar los procedimientos para esterilizar materiales. Serratia marcescens puede vivir en la boca, en los baños y en pan estropeado y causar algunas infecciones, pero  raramente lo hace en individuos sanos, de hecho durante mucho tiempo se utilizó como “pintura” microbiana en prácticas de Microbiología, ya que produce un pigmento rojo.


Colonias de Serratia marcescens, de color rojo anaranjado por el pigmento prodigiosina.


No cabe duda de que la paranoia que se ha adueñado del mundo tras los ataques terroristas de septiembre de 2001, y en especial tras el envío de las cartas conteniendo esporas del carbunco, es preocupante.  Y lo peor es que el terrorista que envió esas esporas, que produjeron varias muertes, no ha sido identificado, pese a los indicios de que no se trataba de ningún extremista religioso o político, sino posiblemente de un operario resentido. Parece que Kurtz ha sido víctima de esa paranoia, y de la mala costumbre que tienen los espíritus mezquinos de intentar culpar de cualquier cosa a quienes teniendo una actitud crítica no la ocultan.



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2 comentarios

  1. Es un placer leerte. Es una necesidad que digamos en voz alta que no todos queremos vivir bajo sospecha en un mundo de amenazas.

  2. Miguel, excelente relato de intriga y de lo peligrosa que puede ser la unión del miedo y de la ignorancia…

    enhorabuena.

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