CONTAGIO NO, POR FAVOR

La pandemia por coronavirus podría cambiar nuestra vidas en general y la parte de las mismas asociada a nuestra actividad como profesionales sanitarios. De lo primero dudamos por la tendencia al olvido, de lo segundo querríamos no dudar. Es de esperar que se incorporen protocolos, guías y procedimientos fruto del aprendizaje forzado al que nos hemos sometido.

En los próximos meses y años se publicarán muchos trabajos sobre aspectos epidemiológicos, biológicos, sanitarios, preventivos, logísticos o sociológicos de una situación inusitada, sin antecedentes, a la que hubo que dar respuesta de forma inopinada, con celeridad e improvisación. Seguro que todos servirán para, de forma más calmada, aportar datos e implementar respuestas ante futuras pandemias.

Lo que no podemos argumentar es que no conocíamos las medidas básicas para prevenir el contagio a nivel individual o grupal en el entorno sanitario. Si bien tenemos poco margen de acción en los comportamientos sociales que aminoren cualquier propagación de una infección, es mucho lo que hemos de hacer para evitar ser vectores de diseminación de patógenos y para evitar ser contagiados.

Lo que hemos visto en la Covid-19 es un déficit «estructural» en lo material, al verse desbordada la previsión de elementos de protección para el personal sanitario. Esto se habrá de corregir, pero no debe ser excusa para requerir y requerirnos celo y meticulosidad en las medidas de higiene y autoprotección que atenúen las posibilidades de extender cualquier agente infeccioso.

En cuanto a las infecciones nosocomiales, sabemos que desembocan en una elevada mortalidad, una mayor estancia hospitalaria y un aumento consecuente del coste sanitario. Hemos de ser conscientes del papel del profesional en la prevención de estas infecciones. Por lo que nos concierne como fisioterapeutas es imperativo considerar nuestro papel como vehículos de transmisión de forma directa o indirecta (manos, ropa, fonendoscopio,…).  Si somos portadores de un agente infeccioso, estando colonizados sin signos o síntomas, o estando infectados, hemos de evitar la transmisión con la barreras habituales de manera  disciplinada. Mascarilla (si el patógeno estuviera en nuestra vía respiratoria o esfera nasobucal), guantes y lavado de manos antes  y después de entrar en contacto con el paciente. Recordemos que el uso de guantes no exime del lavado de manos. Además deberíamos tener en consideración como normas básicas:

  • Uñas cortas y sin esmalte, nada de anillos, pulseras o relojes.
  • No nos sentemos en la cama del paciente.
  • Nada de ir con ropa de calle. Lavado de pijama y bata en el centro de trabajo, separado de cualquier otra prenda. Cambio diario. Calzado lavable.

Con estas sencillas medidas, que requieren perseverancia, insistencia, tenacidad, de las que es fácil «olvidarse» conseguiremos mantener a raya la infección (al menos disminuirla) de nuestros usuarios. Pero NO es menos importante nuestra protección. Debemos protegernos, en lo elemental, con cobertura de zonas cutáneas «abiertas»  para evitar contagios por  secreciones corporales y líquidos biológicos de nuestros pacientes. La mascarilla también protege al fisioterapeuta (y al paciente del fisioterapeuta) que practica cualquier procedimiento, respiratorio o no, cercano al área cefálica del paciente. Existen distintos tipos, sucintamente:

  • Mascarilla quirúrgica: adecuadas cuando el que la lleva es el portador del agente infeccioso.
  • Mascarilla de protección: adecuada para evitar la inhalación de partículas patógenas del ambiente y producidas desde el paciente u otra persona. Ha de tirarse después de cada intervención, a no ser que estemos tratando pacientes con la misma infección. Este es el caso, por ejemplo, de tratar en una planta pacientes infectados todos por el mismo virus.

Además del uso de guantes en todos los pacientes hospitalizados usamos bata suplementaria en caso de que estos estén en aislamiento de contacto o pacientes inmunoincompetentes. Creemos también que en todos los casos de fisioterapia respiratoria o de riesgo de aerosolización de partículas patógenas se deben usar gafas de protección.

En cuanto al material que utilizamos, lo hay de un sólo uso (boquillas, vendaje), de varios usos con descontaminación o no (incentivadores), de uso privativo o de uso compartido. Hay especificaciones sobre los sustancias adecuadas para limpieza de los dispositivos, como los de fisioterapia respiratoria. Otros prácticas deben hacernos meditar si son adecuadas. Tensiómetros, dinamómetros, pulsioxímetros, fodendoscopios,…¿los limpiamos de forma efectiva después de cada paciente? En las salas de fisioterapia individual o colectiva se utilizan picas, balones, mancuernas, lastres, gomas elásticas, ejercitadores de dedos, masilla terapéutica,…Pensemos si pueden servir de superficie de asiento y diseminación de gérmenes antes de proponerlos. Muchos pacientes usan camilla (no todos), bancos, bicicletas, cintas rodantes, mesas de mano…¿se limpian con asiduidad?

Creemos necesario convertir la higiene en una prioridad del profesional sanitario. Se supone que ya lo es y sería mala praxis no poner los medios necesarios para evitar la transmisión y el contagio. Sin la obsesión de Jack Nicholson, hagámoslo posible.

 

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