¡Adios, adios!

En esta mañana en que nos ha dejado Leopoldo María Panero, que fue príncipe de la poesía, el más novísimo de los novísimos y que, después, se fue a la locura – de psiquiátrico en psiquiátrico –  donde ha estado los últimos cuarenta años. Panero el loco, el poeta maldito.

 

Ya no paseará más por Las Palmas con un último manuscrito (sic) “dentro de una bolsa de tela entre cintas de Los Chichos y antologías de Emily Dickinson”. Vamos a imaginar que se despide de nosotros, como Blancanieves de los enanos en su libro Así se fundó Carnaby Street de 1970

BLANCANIEVES SE DESPIDE DE LOS SIETE ENANOS

Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.

¡Adiós, adiós!

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