¿Peor el remedio que la enfermedad?

Los antibióticos nos salvan de muchas infecciones que antes eran graves y con frecuencia mortales, pero no saben distinguir entre los patógenos que nos infectan y las bacterias que el intestino debe albergar para funcionar correctamente. Es por eso que a veces provocan efectos secundarios no deseados, de los que los desarreglos intestinales son lo más leve. Pero un antibiótico administrado a destiempo puede dejar huellas desagradables y que perduran en el tiempo, como una mayor propensión a desarrollar asma.

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¿Es saludable un cierto grado de porquería? Eso es lo que proponen los defensores de la teoría de la higiene, que el organismo del niño necesita estar en contacto con un cierto grado de suciedad para desarrollar una inmunidad adecuada sin que se produzcan alergias. En este sentido el personaje de Pig Pen acabaría por ser el menos afectado por las alergias de toda la pandilla de Carlitos y Snoopy.

Es lo que han demostrado unos investigadores canadienses cuando han administrado vancomicina a ratones recién nacidos.
La vancomicina es un antibiótico usado en los hospitales y que suele reservarse como último recurso para tratar las infecciones recalcitrantes, aquéllas que son producidas por gérmenes resistentes que no responden a los antibióticos más comunes administrados como tratamiento inicial frente a las infecciones. Los resultados demuestran que la administración de vancomicina a ratones produce un desequilibrio importante de la flora intestinal lo mismo en los ratones adultos que en los recién nacidos. El efecto sobre la composición de la población de bacterias en el intestino grueso es específico para este antibiótico y más acusado que si se trata a los animales con estreptomicina, uno de los antibióticos más comunes y que más tiempo lleva en uso como terapia contra muchas infecciones. Se observó que la vancomicina afectaba de forma diferente a la composición de la población de bacterias del intestino de los recién nacidos respecto a su efecto en los adultos. En los recién nacidos la vancomicina disminuyó la diversidad de su flora intestinal.

Lo que resulta sorprendente es que los ratones recién nacidos a los que se trató con vancomicina quedaron hipersensibilizados siendo luego más susceptibles de sufrir asma inducida cuando de adultos se les sensibiliza artificialmente con una inyección de ovoalbúmina y luego se les hace inhalarla. Esto no ocurrió tampoco con los ratones de una u otra edad tratados con estreptomicina. Se comprobó que solo el tratamiento neonatal con vancomicina provocaba la disminución de la cantidad de algunas células del sistema inmune del intestino grueso. Por el contrario, el tratamiento no afectó a las células inmunitarias en el pulmón del neonato y los problemas respecto a la facilidad de padecer asma solo se manifestaron en el momento en que de adultos se provocaba la alergia y se inducía artificialmente la inflamación de las vías respiratorias.

Los investigadores han identificado algunos cambios en cuanto a las especies de bacterias más afectadas por la vancomicina en el intestino, y curiosamente algunas de ellas, como los Bacteroides, no son las más susceptibles al antibiótico. Otra sorpresa es que además el tratamiento provocó en los neonatos un aumento de los lactobacilos, a los que tradicionalmente se atribuyen efectos beneficiosos para la salud.

Son muchas las lagunas que deja este estudio hecho en ratones, en especial el detalle de cómo se establece la conexión entre la flora intestinal trastocada tras el tratamiento con vancomicina administrado a los recién nacidos y los problemas de sensibilidad a la inflamación de las vías respiratorias que manifiestan cuando llegan a adultos. Pero los resultados refuerzan la idea de que tal conexión puede existir y que posiblemente funcione específicamente solo durante un tiempo limitado del desarrollo del recién nacido. Por otro lado nos advierte de que, aun habiendo grandes lagunas en cuanto a lo que sabemos sobre cómo afecta la flora intestinal al organismo, necesitamos albergar en el intestino una población bacteriana equilibrada. Posiblemente durante el crecimiento sea ese equilibrio el que conduce a que el recién nacido desarrolle las respuestas inmunológicas para estar adecuadamente protegido al llegar a adulto. En definitiva que la moderna obsesión por librarnos indiscriminadamente de las bacterias en nuestro cuerpo podría, si se lleva a extremos, ser perjudicial.

REFERENCIA:

Russell et al, 2012. Early life antibiotic-driven changes in microbiota enhance susceptibility to allergic asthma. EMBO reports 13: 440 – 447.

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3 comentarios

  1. Vale que no hay que ser como cerdos, y que los niños deben ir aseados (duchados, que se laven las manos después de hacer sus necesidades, etc etc), pero de ahí a la obsesión por la higiene, lavarse las manos cada vez que tocan algo, no dejarles jugar con tierra o similares por si se ensucian, bañar a los bebés excesivamente, utilizar jabones desinfectantes, o bien geles con alcohol posteriormente, ir al médico y administrar antibióticos por cualquier chorrada (y se hace…), utilizar productos hipoalergénicos sin ser alérgico a nada, limpiar excesivamente la casa para evitar ácaros, etc, etc, etc, lo único que se conisgue es que el cuerpo se «aburra» sin combatir ninguna bacteria, y le dé por atacarse «a sí mismo», provocando enfermedades autoinmunes, o bien reacciones exageradas ante alérgenos inocuos (asma, alergias de cualquier tipo, etc).
    Antes había menos alergias, y no era solo por una menor contaminación, sino porque la gente crecía en un medio más natural.

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