En 2025 se cumplen 100 años del nacimiento de Ana María Matute, la gran escritora que desde la autenticidad y con valentía nos trasladó a paraísos únicos, nuevas miradas de los cuentos tradicionales y a lugares que asombran a los seres humanos, y que nos lleva a que parezcamos luciérnagas en la oscuridad. Son muchos los libros escritos por Ana María Matute desde Los Abel, Primera Memoria, Luciérnagas, Olvidado Rey Gudú, Paraíso Inhabitado o Demonios Familiares… sin olvidar sus cuentos que nos introduce en el mundo de la fantasía como El polizón del «Ulises», Paulina, Sólo un pie descalzo o El verdadero final de la Bella Durmiente…

“Ana María Matute en diferentes entrevistas afirmaba[1]: “Yo no hago otra cosa que escribir y leer y para mí es el paraíso”, pues “sin escribir no soy nada” o “la mía es una vida de papel” tal como declaró en el discurso de recepción del Premio Cervantes, 2011, para acabar recalcando que escribir es “una vocación, una manera de estar en el mundo. Una manera de ser”.

Siempre que he leído alguno de sus libros, me ha venido a la mente que no estuvo nunca muy de acuerdo con la distinción entre “literatura femenina” y “literatura masculina”: solo existe una buena y una mala literatura. Porque para ella la condición imprescindible es la “autenticidad”, de manera que un escritor auténtico será bueno, malo, mediocre o soportable. Un escritor inauténtico será siempre malo”. Tal vez esta autenticidad, la condujo a no ser una de esas “mujeres recortadas” que vivieron en un tiempo complicado, que  se cifraba su felicidad en el ámbito doméstico”.

Me encuentro en este cálido agosto releyendo algunos de sus libros, entre ellos tengo ante mi Luciérnagas- novela lírica de aprendizaje-, donde muestra el viaje iniciático y psicológico  de la protagonista Sol Roda donde nos sitúa en los años que van de 1936 a 1939 en Barcelona, y Las Luciérnagascomo lo tituló en un primer momentoes un maravilloso retrato de diversos personajes que aparecen desde la protagonista Sol Roda, su padre Luis Roda, su madre Elena Oliver, su hermano Eduardo, pero también de Pablo, Cristian, Chano, Cloti, o María entre otros,  presentes en la inmersiva lectura de la novela, donde su narrativa nos permite observar e incluso comprender sus actuaciones, comportamientos y decisiones que toman, puesto que son hijos/as de un período singularmente complejo y duro de nuestra historia del siglo XX. Y precisamente, lo que continuaría después en los  siguientes años y cómo afectaría a la propia andadura del libro que fue presentado en la convocatoria del Premio Nadal de 1949, donde fue finalista, pero a esta novela le quedaría un largo recorrido pues fue sometida a la censura de esa época, quedando inédita hasta 1955, año en que la autora la publicó en la barcelonesa Editorial Éxito con el título de En esta tierra. Habría que llegar hasta 1993, para realizar una cuidada y extensa revisión por parte de la autora, y recuperando el título original, Luciérnagas, suprimiendo el artículo inicial.

De esta novela se han realizado diferentes análisis, pero si hay un común denominador, podríamos decir que estamos ante una obra extraordinaria “la propia Sol Roda que ante el “asombro” camina hacía un desarrollo personal y psicológico” pues podemos pensar que a través de ese personaje la escritora nos ilustra de la “llamada generación de los niños/as de la guerra” pues ella nació en 1925 y de forma real experimentaron el tránsito de la adolescencia a la madurez. La novela presenta un diseño que se corresponde con el esquema iniciático propio de la de formación o “bildungsroman”, que plantea en tres fases -partida, iniciación y regreso-. A lo largo de sus páginas, podemos ver  la valentía que tuvo que experimentar Sol Roda, en aquellos años convulsos, y que fue el propio asombro de Ana María Matute en esos años, pues ella pertenece a la generación Generación de los Niños de la Guerra, también conocida como la Generación de los Jóvenes Asombrados o de los años 50 del siglo XX.

La autora, nos muestra a través de sus páginas las vicisitudes sobrevenidas a sus personajes en la Barcelona de esos años, me parece acertado el título Luciérnagas, pues como ella refleja en sus páginas, las personas en muchas ocasiones somos como las luciérnagas[2], criaturas errantes, dando tumbos, chocando contra los muros, la cabeza encendida. 

Para finalizar, me gustaría invitar a leer o releer cualquiera de los libros o cuentos de esta maravillosa escritora y lectora como a ella le gustaba , pues fue autentica y valiente aunque en algún instante también fue luciérnaga.

Mi gran agradecimiento al legado de libros y cuentos que nos dejó Ana María Matute y me atrevo a incluir lo que ella afirmó: “Soy una contadora de historias”, que nos permite trasladarnos a esos bosques mágicos y conocer vivencias apasionantes. En su Discurso: En el Bosque leído el 18 de enero de 1998, como motivo de su ingreso en la Real Academia Española, escribió:

“…Porque el bosque era el lugar al que escapar en mi niñez y durante mi adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún, resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de dónde han brotado todos los libros del mundo…”.

[1] Luciérnagas. Ana María Matute. Ed. CÁTEDRA. Letras Hispánicas.2014

[2] La «luz de las luciérnagas» se refiere a la bioluminiscencia, la capacidad de estos insectos para producir luz a través de una reacción química en sus cuerpos.

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