Hace unos días, para organizar en 2014 el Congreso de Microbiología de IUMS en Montreal, me preguntaban qué temas podrían interesar a los periodistas, mi respuesta, lógicamente de lo más subjetiva, incluyó once temas y me llevó a reflexionar el porqué del interés de cada uno de ellos. Lo primero que pensé es que como media los temas sobre Microbiología no alcanzan ni de lejos el interés que despierta el cáncer, basta con mirar el número de “me gusta” de los artículos en “microbichitos” en los que aparece la palabra cáncer en el título y compararlos con los otros. La razón bien puede ser que, salvo en casos puntuales, nos parece que las infecciones ya no son una amenaza para el mundo de los ricos, entre los que a nivel mundial nos encontramos. ¿Ocurriría lo mismo si viviéramos en lugares pobres donde las enfermedades infecciosas siguen siendo una frecuente causa de muerte?

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Dos portadas de la revista Time separadas por solo un mes. Es interesante el contraste entre los titulares con los que se presenta el caso de una y otra enfermedad. En la portada sobre la tuberculosis (3 de marzo) se alerta sobre la nueva amenaza de contagio por una enfermedad olvidada de la que nos creíamos libres y sobre la que se investiga poco. Para el cáncer (un conjunto de cientos de enfermedades diferentes) la controvertida portada (1 de abril) hace hincapié en que se puede mejorar el pronóstico de quienes lo padezcan gracias a la gran cantidad de recursos que se le dedican.

También las noticias sobre virus suelen recibir más atención que las protagonizadas por bacterias. Puede haber varias razones para ello, por un lado muchos virus aparecen de repente, en especial porque con facilidad mutan de forma que los que hasta ese momento solo infectaban a los animales, se convierten en infectivos para el hombre. Muchos virus se contagian por el aire, y la facilidad con la que hoy en día nos trasladamos de una punta a otra del planeta los hace especialmente peligrosos porque en poco tiempo se pueden convertir en una amenaza global. Además al viajar en una especie de bolsas ambulantes en donde todos los pasajeros comparten el aire que respiran, el contagio entre quienes viajan juntos está casi garantizado. Como los virus son fragmentos de células que se reproducen dentro de nuestras propias células, es difícil encontrar medicamentos que curen sus infecciones sin tocar de paso al organismo, lo que añade un componente de peligro adicional que hace más alarmantes a las noticias sobre epidemias virales.

Entre los once temas que en mi opinión no suelen fallar a la hora de aparecer en titulares sobre Microbiología están los que más alarman al público acomodado, los que mayores promesas ofrecen para combatir las enfermedades que provocan los microbios y los que se refieren a ambientes remotos y exóticos que despiertan el espíritu aventurero del ser humano. La abundancia de bacterias resistentes a los antibióticos cae dentro del primer apartado, porque gradualmente va calando la idea de que el abuso de estos medicamentos está dificultando la terapia hasta que un día, si no descubrimos nuevos antimicrobianos, todos los medicamentos para frenar las infecciones sean inservibles. Por razones parecidas la aparición de nuevas enfermedades o la reaparición de las que creímos desaparecidas es también un tema que alarma al ciudadano. Como también lo es el que en particular algunas estirpes del bacilo de la tuberculosis, las que se llaman tuberculosis extensamente resistente, hayan adquirido tal número de resistencias que se las tema como fuente de una futura epidemia de “muerte negra”. Es lamentable a este respecto que aunque la tuberculosis está continuamente matando a un gran número de personas pobres, la opinión pública solo le preste atención cuando amenaza con extenderse al mundo rico.

Algunos microbios también hacen titulares cuando se detectan infecciones alimentarias graves, como fue el caso del brote de Escherichia coli de 2011 en Alemania, lo que nos sugiere otro tema candente, el microbioma, es decir el conjunto de microbios que habita en nuestro cuerpo. Otra vez más lo que nos mueve es nuestro bienestar. Idéntica motivación es la que tiene el interés por encontrar vacunas que inmunicen frente a epidemias como el VIH o la gripe, o el diseñar bacterias modificadas como bombas dirigidas a eliminar infecciones o células cancerosas y también la que guía los hallazgos que nos acercan a la construcción con piezas de microbios de nanomáquinas que podamos guiar hacia lugares recónditos del cuerpo para ensanchar una arteria o eliminar un coágulo que la tapone.

Son menos llamativas las aplicaciones de los microbios para resolver problemas medioambientales, pero por el contrario suelen salir en las primeras páginas los microbios que se descubren en ambientes hostiles, como en los hielos polares, en las profundidades de la tierra o de los mares o en aguas ponzoñosas. Mayor expectación reciben si a su ubicación exótica se le añade el que daten de épocas pretéritas, y ya si el ambiente en el que se descubren se asemeja a Marte tienen casi asegurada la popularidad.

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