El suministro de agua y los ataques terroristas

El suministro de agua se encuentra instalado en el subconsciente colectivo como uno los puntos sensibles a ataques terroristas. Sin embargo, ataques como un envenenamiento masivo del agua de suministro presenta dificultades técnicas. Se requiere el empleo de agentes tóxicos capaces de actuar a bajas concentraciones y con efectos rápidos, como es el caso de la toxina botulínica. Afortunadamente, ésta se destruye con facilidad en los tratamientos de potabilización o por calentamiento del agua. La detección temprana es clave para limitar los efectos de un potencial ataque, por lo que los esfuerzos se han dirigido en buena medida a la detección de agentes tóxicos y al diagnóstico de los posibles envenenamientos.

 

[Grupo de Procesos y Sistemas de Ingeniería Ambiental, Universidad Autónoma de Madrid]

El suministro de agua se encuentra instalado en el subconsciente colectivo como uno los puntos sensibles a ataques terroristas. No en vano, la vulnerabilidad y el papel estratégico de los suministros de agua eran ya aprovechados por los romanos, quienes lanzaban animales muertos a las provisiones de agua de los enemigos. A pesar de todo, hasta el momento la mayoría de los casos de pueden calificarse más de sabotajes a las infraestructuras que de acciones que pongan en peligro la salud de la población por consumo del agua de suministro. Por ejemplo, en marzo de 2009 el acueducto que abastece a la ciudad colombiana de Villavicencio fue objeto de un atentado cuya reparación se prolongó por durante varios días en los que al menos trescientas mil personas permanecieron sin suministro de agua corriente teniendo que recurrir al abastecimiento por cisternas.

 

Los cierto es que ataques como un envenenamiento masivo del agua de suministro presenta dificultades técnicas. Cuanto mayor sea el número de personas al que va dirigido el ataque, mayor es la cantidad de agente tóxico a añadir. Así, una población grande requiere de una reserva de agua grande y de un caudal de suministro alto, lo que da lugar a una dilución importante del agente tóxico. Por tanto, los ataques sólo son viables si se dirigen a poblaciones de tamaño limitado y deben realizarse con agentes tóxicos capaces de actuar a muy bajas concentraciones. Otro aspecto importante es la rapidez a la que el agente tóxico manifieste sus efectos, pues de ello depende el tiempo de reacción del que disponen las autoridades para dar una alerta. Con estas premisas – actuación a concentraciones y efectos rápidos – la toxina botulínica se presenta como uno de los agentes tóxicos que ha centrado las preocupaciones. La toxina botulínica es una proteína segregada por la bacteria Clostridium botulinum. La ingestión de toxina botulínica, o de células vivas de Clostridium botulinum, que producen la toxina al llegar al intestino, origina una enfermedad denominada botulismo. La toxina botulínica se une de forma irreversible a las proteínas que facilitan la liberación de acetilcolina, el principal neurotransmisor de las uniones neuro-musculares, impidiendo así su funcionamiento y la transmisión del impulso nervioso entre las neuronas y los músculos. Por ello, la toxina botulínica se clasifica como neurotoxina. La toxina botulínica es la sustancia más tóxica que se conoce. Un solo gramo de toxina botulínica cristalizada, adecuadamente dosificada, dispersada en los alimentos o en el agua, o inhalada en forma de aerosol, bastaría para matar a más de un millón de personas. Por suerte, los tratamientos oxidantes de cloración y ozonización empleados en la desinfección del agua de suministro destruyen la toxina botulínica con rapidez. Es más, el cloro remanente en el agua potable tras la cloración la descomponen en pocos minutos. Otra característica a favor es que basta con calentar el agua a 85 ºC durante 5 minutos para que la toxina sea destruida. A pesar de todo, la posibilidad de ataques con toxina botulínica han sido motivo importante de preocupación y la Unión Europea y las administraciones de diferentes países han promovido el desarrollo de métodos de detección de esta toxina en agua a bajas concentraciones. Así, la detección temprana es clave para desencadenar alertas para que la población tome las medidas necesarias para evitar la ingestión de la toxina.

Sin embargo, el uso de agentes tóxicos de efectos fulminantes no es el único motivo de preocupación. En Estados Unidos, donde se vive como en pocos lugares la amenaza terrorista, la preocupación por las posibilidades de ataques a la red de suministro ha llegado a la Cámara de Representantes Federal. En ella se analizó durante el mes de julio de 2009 el desarrollo de un proyecto de ley para crear un programa especial antiterrorista que proteja el suministro de agua potable. La alerta por la posibilidad de un envenenamiento masivo mediante el agua no ha dejado de crecer desde la incautación a Al Qaeda en 2002 de documentos con información sobre los sistemas de distribución de agua potable de varias poblaciones de Estados Unidos. Los preocupación se centra en la dificultad para supervisar un sistema de gestión con numerosos trabajadores y enclaves en cada estado. Las sospechas sobre planes terroristas en curso se sitúan no sólo en la adicción de agentes de alta toxicidad (biológicos, químicos o radioactivos), sino también en la alteración de los productos químicos usados para desinfectar el agua, lo que podría derivar en enfermedades en la población, si bien la información que ha trascendido es incompleta. En cualquier caso, las autoridades y organizaciones sanitarias han elaborado guías en las que se proporcionan pautas a los profesionales de la medicina para reconocer los posibles síntomas de envenenamiento por ataques terroristas al suministro de agua.

 

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