Egipto mantiene sus planes para convertir el Sahara en un vergel

Mientras que el cambio climático y la sobreexplotación del terreno favorecen el avance del desierto en muchos puntos del planeta, Egipto transforma lentamente la arena que cubre la mayor parte de su territorio en tierras de cultivo. El gobierno egipcio ha elaborado un plan para los próximos 10 años para ampliar en un 40% las de tierras de cultivo, fundamentalmente mediante regadíos. El mayor problema para el plan de regadíos es el agua. Se prevé la movilización de recursos del río Nilo, lo que ha suscitado la preocupación del resto de países bañados por el Nilo y de los grupos conservacionistas.

[Grupo de Procesos y Sistemas de Ingeniería Ambiental,
Universidad Autónoma de Madrid]

Parece un espejismo, pero exuberantes campos de coliflor, melones y albaricoqueros se extienden a lo largo de una vasta franja al norte de El Cairo, constituyéndose en una prueba de la determinación de Egipto de convertir su desierto en un vergel. Mientras que el cambio climático y la sobreexplotación del terreno favorecen el avance del desierto en muchos puntos del planeta, Egipto transforma lentamente la arena que cubre la mayor parte de su territorio en un entorno verde hacia el cual su creciente población pueda expandirse. Para ello en el centro de desarrollo del desierto, al norte de El Cairo, se desarrolla el conocimiento y la tecnología para mejorar los cultivos en el desierto.

 

La falta de terreno habitable es un problema palpable en Egipto. Únicamente el 5% del territorio es habitable, lo que lleva a que la mayoría de los 74 millones de habitantes se encuentren concentrados en las márgenes del río Nilo y en la costa mediterránea. La distribución de la población es preocupante en El Cairo, una de las ciudades más densamente pobladas del planeta y que se espera que doble su población antes de 2050. El gobierno egipcio tiene previsto un plan para los próximos 10 años con una dotación de 70.000 millones de dólares para incentivar la migración hacia el desierto y ganar a éste unas 1,4 millones de hectáreas de tierras cultivadas. Entre los incentivos están terrenos baratos para licenciados universitarios. De este modo el proyecto pretende ampliar las tierras de cultivo en Egipto en cerca de un 40% para 2017.

 

La mayor dificultad para convertir el desierto en terrenos habitables y cultivables es la disponibilidad de agua. Las precipitaciones anuales en Egipto son exiguas, por lo que se prevé que sea necesario movilizar recursos hidráulicos procedentes del río Nilo para crear regadíos. Se prevé que el plan genere una demanda de 5.000 millones de metros cúbicos de agua al año. Los recursos del río Nilo se encuentran sometidos ya a un grado considerable de explotación, por lo que el plan ha levantado el recelo de grupos conservacionistas, que plantean la insostenibilidad de los regadíos en el desierto. En la misma línea, Anders Jagerskog, director del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo en Suecia, ha indicado que “un desierto no es el mejor lugar para producir el alimentos” y que el plan “sólo tiene sentido desde una perspectiva política en términos de proporcionar puestos de trabajo, no siendo racional desde la perspectiva del aprovechamiento del agua”.

 

Junto a las dificultades técnicas para el cultivo de tierras poco productivas y donde la evaporación de agua es importante, aparecen repercusiones para el equilibrio regional en el reparto del agua del Nilo. Así, los países del sur que comparten el agua del río Nilo con Egipto muestran su preocupación ante los planes de su vecino. Se perfila pues el desafío de conseguir una distribución de los recursos entre los países en la ribera del río Nilo. En el tratado establecido en 1959 entre Egipto y Sudán, Egipto obtuvo el derecho a 55.500 millones metros cúbicos por año, más de la mitad del caudal total del río Nilo. En el extremo contrario se encuentra Etiopía, que no tiene una asignación formal de agua del río Nilo, pero depende de él para su propio desarrollo agrícola.

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