¿De qué color es el agua?

De qué color es el agua? Es una pregunta aparentemente sencilla y la respuesta recibida suele ser que el agua no tiene color pero, ¿es del todo correcta esta afirmación? Desde que somos pequeños nos enseñan que el agua es incolora, inodora e insípida. Pero si sólo tenemos en cuenta el primer término, cuando contemplamos un lago o paseamos por la orilla de un río, vemos masas de agua con diferentes coloraciones, a veces, es verdosa, otras azulada, muchas azul oscuro… Según esté el cielo, según la hora del día, según la cantidad de suciedad que lleve disuelta, según esté limpio o sucio el fondo del río… el agua adquiere unas tonalidades u otras.

La realidad es que el agua tiene color pero no es algo que el ojo humano pueda apreciar en pequeñas cantidades.

[CyPS-UCM -Grupo de Catálisis y Procesos de Separación]

Para darnos cuenta del color del agua debemos observarla en un lugar donde haya un gran volumen de agua.

Sabemos que la luz blanca que nos llega del Sol, que son ondas electromagnéticas, está compuesta por casi todas las frecuencias del espectro visible, es decir, contiene todos los colores del arco iris, desde el violeta hasta el rojo, pasando por el azul, verde, amarillo y naranja. Cuando la luz blanca incide sobre un objeto, éste normalmente absorbe sólo un conjunto determinado de colores (o lo que es lo mismo, de frecuencias). El resto, los colores que no absorbe, los transmite, refleja o dispersa. El color del agua se debe a la absorción selectiva de la luz. Cuando la luz atraviesa el agua, ésta absorbe del espectro electromagnético las radiaciones correspondientes a la luz roja, y por tanto, la luz que la atraviesa la vemos como azul (que es el color complementario al rojo). Dicho de otra manera, el agua absorbe principalmente las frecuencias más bajas, que son las asociadas al color rojo y al naranja, mientras que los azules y verdes son transmitidos íntegramente. Por tanto, un haz de luz que viaja a través de una gran masa de agua queda privado de parte de sus tonos rojos, y será percibido con una tonalidad azul.

También se explica que, a mayor volumen de agua, más cantidad de absorción presenta un haz de luz atravesándolo, y se ve de un color más azul. La prueba es tan simple como llenar un vaso con agua de mar, la veremos transparente, si arrojamos dicha agua nuevamente al mar veremos de nuevo el color azul. Lo que ocurre es que la absorción del rojo por el agua es muy débil, así que para que nuestro ojo sea capaz de percibirla es necesario que la luz atraviese una distancia de agua suficiente.

La creencia popular sostiene que el color del agua se debe al reflejo del cielo en una superficie de grandes dimensiones, como en el caso del mar. Esto es un mito pero tiene una parte de verdad. La superficie del agua refleja una pequeña parte de la luz del cielo superponiéndose al azul propio del agua. Determinar en cualquier situación la contribución del azul del cielo es complicado, ya que depende de si hay nubes, del ángulo de observación y de las continuas oscilaciones de la superficie. Sin embargo, se estima que en un mar en calma bajo un cielo azul, la contribución del azul del cielo no supera un 2% respecto del color del agua.

Pero no siempre vemos azul el agua. Hay otros factores que afectan nuestra percepción de su color. Por ejemplo, muchos ríos y estuarios presentan un aspecto turbio, predominantemente marrón. Eso es indicativo de que llevan en suspensión una gran cantidad de sedimentos, típicamente limos y arcillas. También una elevada concentración de minerales o metales pesados puede dar color al agua, como es el caso del Río Tinto, en Huelva.

Más espectaculares incluso resultan las coloraciones de las aguas causadas por el crecimiento de determinados microorganismos. Porque lagos, lagunas y océanos están llenos de microorganismos, algas y bacterias, estos organismos no son perceptibles a simple vista, su tamaño oscila entre una micra (una milésima parte de un milímetro) y unas pocas decenas de micras. Pero, en determinadas ocasiones, los microorganismos proliferan hasta alcanzar enormes concentraciones (hasta diez millones de microorganismos por mililitro de agua) y pueden teñir las aguas de colores blancos, verdes o rojos. Entonces, ¿podemos asegurar que lo que el agua contenga determinará el color que vemos?

Hasta este punto, hemos hablado del agua en su estado líquido pero en la naturaleza no siempre se encuentra así. Es el caso de la nieve, que es agua congelada. Y después de descubrir por qué vemos el agua azul, nos planteamos otra pregunta, ¿por qué la nieve es blanca?

Si pudiéramos observar la nieve con algunos aumentos, veríamos que está formada por copos, que son cristales de agua congelada alrededor de una mota de polvo. Tienen forma de estrella de seis brazos. A medida que los copos se van agregando entre ellos, queda atrapado aire, y es ese aire el que da el color blanco a la nieve. Ese aire dispersa la luz, es decir, la absorbe y a continuación emite en todas las direcciones, al fin y al cabo, la luz blanca no es nada más que eso, la suma de todas las longitudes de onda de la luz visible.

Pero ni siquiera el agua congelada es sólo blanca, puesto que también existen glaciares azules. El hielo de los glaciares ha estado bajo una enorme presión durante millones de años, ese hielo compactado y libre de burbujas de aire absorbe mejor la gama del espectro electromagnético, correspondiente a las tonalidades rojas y amarillas, potenciando así el color azul intenso que presenta en ocasiones el hielo.

Como hemos comprobado la paleta de colores del agua es muy variada, dependiendo estos tanto de las leyes de la física, como de la pureza y de la composición del agua.

 

Referencia: Los colores del agua. Beatriz Pradillo. iagua (21 octubre 2014)

 

 

 

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