¿Igualdad de género en la ciencia? Todavía no

En el Encuentro Nacional de Unidades de Igualdad de las universidades españolas, celebrado el 26 y el 27 de agosto en la Universidad Menéndez Pelayo, Inés Sánchez de Madariaga desveló algunas de las conclusiones del Libro Blanco sobre la situación de las mujeres en el sistema español de ciencia y tecnología.  No son nada halagüeñas.

La noticia se ha reseñado en numerosos medios. Podéis leer, entre otros, el artículo deIbercampus, el del Diario Montanés, más completo, o el del Instituto Asturiano de la Mujer.

Hay datos pésimos: sólo un 15 % de mujeres en puestos directivos, ninguna catedrática en más de 20 disciplinas, incluyendo áreas médicas como la ginecología y la pediatría… la verdad es que resulta aberrante y sorprendente.

Nos preguntamos, naturalmente, cómo es posible. Seguramente haya un factor generacional que se remedie por sí mismo. La generación que actualmente se encuentra en la madurez, la del baby boom, es la primera en la que la mujer consiguió comenzar a equipararse de forma más o menos generalizada, al menos en actividades profesionales y derechos, a los hombres. En esa generación perviven todavía actitudes y mentalidades más del siglo XX que del XXI, y esto es natural y comprensible. Con el paso de las generaciones será inevitable que las mujeres logren una cuota más razonable de posiciones de liderazgo en el mundo científico, ya que, según los datos que se difundieron en el encuentro, en la actualidad el 60 % de las mujeres sale de la universidad con mejores expedientes que los hombres. Inés Sánchez de Madariaga, responsable de la Unidad de Igualdad del MICINN, afirma que, de mantenerse la actual progresión, sólo se alcanzaría la paridad dentro de cien años. Personalmente, soy más optimista. Es más, creo que Madariaga también lo es y ha reflejado esa proyección más como advertencia que como una previsión realista. Seguramente el ritmo de equiparación se acelere en las próximas décadas.

Aún así, sería seguramente un error pensar que el problema va a resolverse por sí mismo. Iba a escribir que las mujeres investigadoras se enfrentan a la misma discriminación de la mujer en el mundo de la empresa, a saber, los enormes obstáculos que se ponen a la conciliación de la vida laboral y la condición prematernal y maternal.

Sin embargo, en rigor esto no es cierto. Aunque el problema sea el mismo, los mecanismos de la discriminación son distintos, y más invisibles en el terreno de la ciencia, cuya administración es, supuestamente, más neutral y parcialmente ajena a la lógica del mercado. En las empresas son los círculos directivos los que invitan a evitar las bajas maternales, o las propias trabajadoras quienes interiorizan esas limitaciones (el famoso «techo de cristal»).

El techo de cristal en las empresas está marcado en muchas ocasiones por relaciones laborales de duración indefinida (perdón por la generalización, pero sin ella no puedo argumentar). Por el contrario, para una investigadora en la treintena sin un puesto fijo, que haya encadenado de forma más o menos convencional una beca doctoral con otra postdoctoral, la maternidad supone interrumpir la actividad en un período en que la consolidación del puesto es una meta tan difícil como deseada.

Por suerte, el Ministerio está trabajando para mejorar lo que se pueda. Por ejemplo, en la última convocatoria Ramón y Cajal se incluyen novedades muy positivas a este respecto. No sólamente se equiparan las bajas por maternidad y paternidad, sino que se prorroga durante un año el período de descanso por cada hijo.

En resumidas cuentas, la extensión del contrato hasta el período doctoral, contemplada en la nueva Ley de la Ciencia, tiene la ventaja de generalizar dichos permisos. No es la única medida. Citando el artículo de Ibercampus, el proyecto de ley «ya incluye medidas para promocionar la meritocracia, como la paridad en las comisiones de evaluación, incorporar el género como categoría transversal y la obligatoriedad de que todos los organismos científicos tengan planes de igualdad.»

Bienvenidas sean las medidas. Volveremos sobre este asunto cuando se publique el libro blanco.

Por Jaime Capitel

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