Ingeniería hidráulica mexica: el acueducto de Chapultepec

En el fondo del Valle de México estaba Tenochtitlán, la capital del Imperio Mexica, construida sobre un islote cerca del borde occidental del gran lago de Texcoco. Para mejorar el abastecimiento de agua dulce de la capital se construyó un acueducto de doble caño que transportaba las excelentes aguas de Chapultepec hasta el centro de Tenochtitlán y que admiró a los conquistadores españoles.

[Grupo de Ingeniería Química y Ambiental (GIQA) Universidad Rey Juan Carlos]

  El otoño de 1519 contempló un acontecimiento memorable. El ejército expedicionario de Hernán Cortés, instalado en Cholula, se preparaba para la aproximación a la capital del Imperio Mexica donde se debatía entre dudas y recelos su Huey Tlatoani, el poderoso y temido Motecuhzoma. Frente a ellos se mostraba retador el cono nevado del volcán Popocatépetl con sus imponentes 5500 m. El zamorano Diego de Ordaz le pidió autorización a Cortés para intentar coronarlo. Aunque salió con diez compañeros y algunos indios, sólo Ordaz y otros dos españoles llegaron a la cumbre y se asomaron al interior del volcán que “hervía como un horno de vidrio”. Posiblemente, ningún europeo había subido nunca tan alto, ni siquiera Alejandro Magno cuando cruzó el Hindu-Kush 18 siglos antes. Ordaz fue práctico y aprovechó su hazaña montañera para recoger algo de azufre, imprescindible en la fabricación de la pólvora.

Pero un segundo acontecimiento acompañó aquella ascensión, hoy casi olvidada. Por primera vez en la historia tres europeos pudieron contemplar el valle de México con su sistema de lagos, entonces pujante, y el incontable rosario de pueblos ribereños entre los que destacaban las ciudades de Texcoco, Tlatelolco y, sobre todo, Tenochtitlán.

El volcán Popocatépetl visto desde Cholula (izda.) y desde el Paso de Cortés (dcha.).

Pocos días después del regreso de Ordaz a Cholula, el ejército combinado de españoles e indios se puso en marcha. En vez de encaminarse por la ruta más fácil, Cortés prefirió cruzar directamente la cadena de montañas siguiendo la ruta de Huejotzingo. De este modo acampó en un collado a 3800 m de altura entre los formidables volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl; hoy se llama “Paso de Cortés”. Era finales de octubre y nevaba.

Cuando iniciaron el descenso tiritando, todo el ejército pudo contemplar el espectáculo del valle de México colmado de lagunas, cultivos y ciudades. Aunque algunos ya habían estado antes en Roma y Constantinopla, nadie había visto jamás un conjunto comparable. Llegaron a Amecameca, descansaron dos días, y siguieron bajando. Por fin, a comienzos de noviembre alcanzaron Iztapalapa, en un islote en el borde del agua.

El lago de Texcoco y su conjunto de lagunas complementarias a la llegada de los españoles. Un dique o murallón separaba las aguas más saladas del lago de Texcoco de las aguas parcialmente dulces de la parte occidental (imágenes procedentes de WIKIPEDIA).

A la llegada de los españoles, el sistema lacustre era muy extenso y estaba formado por muchas lagunas, unas más saladas, otras más dulces, cuya superficie inundada variaba con las estaciones. Para controlar el nivel de estas lagunas y aislar en lo posible las aguas más dulces, que no potables, había numerosos diques. Destacaba el murallón que de norte a sur dividía el lago de Texcoco y las tres grandes calzadas que permitían el acceso a la doble ciudad de Tenochtitlán-Tlatelolco. Fue precisamente en la calzada de acceso a la capital desde Iztapalapa donde tuvo lugar el 8 de noviembre de 1519 la primera entrevista entre Motecuhzoma y Hernán Cortés. Ese mismo día, el ejército fue invitado a entrar en la capital donde fue agasajado y espléndidamente alojado.

La doble ciudad de Tenochtitlán, al Sur, y Tlatelolco, al Norte, era de reciente construcción. Unos pocos de siglos antes, pueblos mexica, a los que actualmente se denomina aztecas, se instalaron huyendo de sus numerosos enemigos en un sistema de islotes insalubres en el borde del lago. En apenas 300 años, los fugitivos transformaron los islotes en una formidable ciudad y la convirtieron en la capital del imperio que compartían con las ciudades hermanas y aliadas de Texcoco y Tlacopán (Tacuba). Al llegar Cortés, los aztecas eran una potencia en expansión y se encontraban en la cumbre de su poder, incluso en relación con sus aliadas Texcoco y Tlacopán.

La capital pareció a los ojos de los españoles una segunda Venecia; pero mayor, con una gran red de calles y canales. Miles de canoas se movían a sus anchas dentro y fuera de ella. Cuando unos pocos días después de llegar, Cortés y sus capitanes subieron a lo alto del templo mayor y tuvieron una visión de conjunto comprendieron la grandeza de la ciudad que los alojaba … y la ratonera en la que se habían metido. Bastaba cortar unos pocos puentes y el ejército español que tenía menos de cuatrocientos hombres armados al estilo europeo estaría preso. En el laberinto de canales y plazuelas, los trece caballos y la escasa artillería que llevaban no servirían de nada. En caso de conflicto, podrían matarlos a pedradas, sin gloria alguna, como le sucedió al gran rey Pirro por su imprudencia en las calles de Argos. Pero esa es otra historia.

Reconstrucción hipotética de Tenochtitlán, el templo mayor y una calzada de acceso.

Como Tenochtitlán-Tlatelolco no disponía de aljibes para acumular el agua de lluvia, el abastecimiento de agua potable a una ciudad tan grande fue siempre problemática; aunque, curiosamente, los españoles cercados posteriormente en 1520 hicieron algunos pozos y obtuvieron un agua aceptable. Para suministrar agua permanente de calidad a la ciudad, los aztecas construyeron un acueducto que transportaba las excelentes aguas, a decir de los conquistadores, de los manantiales que brotan en las laderas de la montaña de Chapultepec en el borde del lago, al Oeste de Tenochtitlán. Al parecer, la conducción era abierta y se apoyaba sobre un dique o murallón, no en arcos. Tenía un doble caño de forma que uno de ellos se mantenía en uso mientras el otro se limpiaba y reparaba. Con todo, el caudal era insuficiente para una ciudad tan grande y existía un continuo trajín de canosas con tinajas.

Tras la conquista, Hernán Cortés intentó mantener la propiedad de la montaña y entorno de Chapultepec, con su castillo, aguas y jardines, pero una Real Cédula posterior de Carlos V le obligó a cederlo en parte a la Ciudad de México. En la actualidad, existe en Chapultepec un gran parque que pasa por ser uno de los mayores parques urbanos de toda América.

El Parque de Chapultepec de la Ciudad de México en la actualidad (fuente: WIKIPEDIA)..

 Durante el sitio de 1521, que concluyó con la caída y destrucción de Tenochtitlán, el acueducto fue cortado. Por eso, una de las primeras disposiciones de Cortés, que no deseaba la destrucción de la ciudad y que procedió inmediatamente a su reconstrucción al estilo europeo, fue la reparación del acueducto de Chapultepec que encargó a los propios mexicas. El acueducto fue posteriormente reformado y retocado y aún se conservan secciones del acueducto colonial que pueden visitarse, aunque ha perdido su función primordial como fuente de abastecimiento de agua para Ciudad de México.

Ruinas del acueducto de Chapultepec. No se trata desde luego del original mexica, sino de una sección del acueducto colonial con un remate artístico moderno.

 En cuanto al complejo lacustre del fondo del valle de México, con su riqueza de flora y fauna, la mayor parte se ha perdido. Para evitar inundaciones y ampliar la Ciudad de México se fueron desecando porciones cada ver mayores del gran lago de Texcoco del cual ya solo queda una pequeña muestra en grave peligro. Desgraciadamente, otro tanto sucedió con las lagunas de Chalco y Xochimilco. En la actualidad existen movimientos locales para intentar preservar los últimos restos lacustres. Esperemos que tengan éxito.

Fragmento de un mapa antiguo mostrando los restos del lago de Texcoco (izda.) y composición de la actual Ciudad de México comparada con los límites de los antiguos lagos (dcha.). Las imágenes proceden de WIKIPEDIA.

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