El verdadero «efecto llamada»

 

Desde hace un par de años, la información sobre el tema migratorio tiene un sesgo diferente al que era habitual. Las noticias que en esta materia más han atraído la atención de los medios de comunicación y, con el tiempo, también del Gobierno, no han sido las relativas a los graves impactos de la crisis sobre la población inmigrada, sino las que tienen que ver con el aumento de la emigración. Proliferan las informaciones que resaltaban que, por primera vez en muchos años, salen de España más personas que las que se instalan.

La tendencia se invirtió en 2011 y la diferencia aumentó en 2012, año en el que el tema estrella fue la marcha de un creciente número de jóvenes españoles al extranjero. Dicho gráficamente, la imagen de las pateras ha sido sustituida por la de la fuga de cerebros. O en ese lenguaje electoral tan caro al PP: la niña de Rajoy ahora sirve copas en Berlín. El partido del Gobierno al final se ha visto interpelado y ha acabado respondiendo en su peculiar neolengua. Han tenido que improvisar y hablar del impulso aventurero de la juventud y de la movilidad exterior para intentar dar una explicación de las nuevas tendencias.

Algunos nos acordamos ahora del tan cacareado efecto llamada aireado por muchos medios. Los movimientos internacionales de población tienen que ver más bien poco con las leyes más o menos permisivas o más o menos restrictivas que dicten los gobiernos. En este campo también funciona la ley de la vida, una ley de enunciación muy sencilla: la prosperidad atrae y la penuria ahuyenta. La gente se desplaza de donde no tiene libertad a donde espera poder disfrutarla, de donde no puede alcanzar su sueño a donde cree que podrá hacerlo realidad. En esto, y no en otra cosa, consiste en efecto llamada. ¿Aprenderemos esta lección?

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