Migración, percepción distorsionada y conflictos de soberanía

Por Béatrice Hibou

Cuando se analiza el fenómeno migratorio en Europa (tanto como en los países más ricos a nivel mundial), tres enigmas nos chocan por su persistencia y su falta de solución.

Chinatown, Londres

1.  ¿Por qué la cuestión migratoria ocupa tanto espacio hoy en Europa, cuando los datos, incluso los cuantitativos, no dan lugar a observar una presencia tan masiva de poblaciones migrantes? De hecho, los países occidentales, empezando por los europeos, no reciben más que una proporción ínfima de desplazados.Por una parte, más de la mitad de ellos (55%) migran dentro de su propio país. La otra parte (45%) lo hace masivamente a un país vecino (73%) y, aún en mayor proporción, a un país en vías de desarrollo (86%). Sólo una mínima proporción (6,3%) de los desplazados migra hacia un país rico, renuente, por cierto, y a pesar de este pequeño número, a expedir permisos de residencia. Y los inmigrantes no representan más que el 3,6% de la población mundial.

Por otra parte, la proporción de migrantes que viven en los países europeos está, en todo caso, sobrestimada. La encuesta IPSOS sobre las percepciones muestra que la proporción de extranjeros en relación a la población nacional está muy sobrestimada en Europa (aunque el palmarés en ‘percepción distorsionada’ sobre el porcentaje de migrantes residentes registra en sus primeros puestos varios países de América Latina y Sudáfrica): en Francia, como en Alemania, la percepción es que hay un 26% de extranjeros entre la población total, mientras que la proporción real de personas no nacidas en el país no es más que el 12%. En España las cifras son, respectivamente, de un 22% percibido frente al 14% real, y finalmente en Italia de 29% percibido frente al 9% real.

 

2.  ¿Por qué ninguno de los pocos discursos positivos sobre la migración ha logrado penetrar en el debate público, cuando los estudios científicos muestran, como mínimo, que el fenómeno es neutro en cuanto al empleo y el crecimiento y, en el mejor de los casos, tiene incluso un efecto positivo? De hecho, la gran mayoría de estas investigaciones están de acuerdo en mostrar que la inmigración es más una bendición que una carga, sobre todo porque los que emigran son jóvenes de países de ingresos medios y prevenientes de clase media (más que de las clases más desfavorecidas), que tienen un nivel educativo relativamente alto y son más emprendedores que la media.

Estas investigaciones tienden a mostrar que los inmigrantes contribuyen tanto, o incluso un poco más, de lo que se benefician de los bienes y gastos públicos, de modo que el impacto de la inmigración en las cuentas públicas tiene efectos limitados, pero más bien positivos. Sobre todo, señalan que, dado que los migrantes también son consumidores, su presencia aumenta el PIB, sobre todo porque los inmigrantes son más emprendedores que los nacionales. Por último, todos los estudios científicos, e incluso los informes parlamentarios, reconocen que los inmigrantes no “roban el trabajo de los nacionales”, sino todo lo contrario.

 

3. ¿Por qué la lógica represiva continúa dominando en las políticas públicas cuando ha mostrado su ineficacia? De hecho, la represión no impide el incremento de las migraciones. Incluso si se exagera su número y su presencia, son cada vez más numerosos los migrantes que desean venir a Europa y no son detenidos por las medidas represivas. Estas constituyen, además, gastos públicos reales, que no son tenidos en cuenta en los análisis de los costes de las migraciones.

Se puede, entonces, pensar la situación actual en los términos que Michel Foucault proponía para analizar la dinámica del encarcelamiento: ¿cómo entender esta aparente paradoja, si no es no considerando estas acciones por lo que pretenden ser (una lucha contra las migraciones ilegales y su fracaso repetido), sino simplemente por lo que producen? En este caso, producen efectos de poder y dan forma a las relaciones de fuerza y a las luchas; en resumen, permiten el ejercicio del poder y dibujan los contornos de la dominación. Lo que importa son las dinámicas y no el resultado. Es preciso,  por tanto,  explorar  lo  que  nos  dicen  estas dinámicas en términos de ejercicio de poder.

 

Ahora bien, todas estas dinámicas remiten a cuestiones de soberanía.  […] El  fenómeno  migratorio  no  es,  como  lo  pretende la opinión generalmente extendida, la ilustración por excelencia de la erosión, incluso la pérdida, de la soberanía de los Estados a causa de la globalización neoliberal;  que  no  es,  como  lo  afirman  a  menudo  los  políticos  en  el  poder  o  los  analistas  de  las  relaciones  diplomáticas  e  internacionales,  el  lugar  por  excelencia  de la afirmación de una soberanía, ciertamente restringida, pero muy real; que no es, como lo pretenden los partidos políticos de la oposición, más particularmente los que están a la derecha del tablero político (pero no solamente ellos), el reflejo de una falta de ambición soberanista y de una simulación de impotencia; que no es, tampoco, como lo interpretan muchos intelectuales foucaultianos, el lugar por excelencia de un biopoder que habría firmado la muerte del poder soberano.

Me gustaría mostrar que hoy el fenómeno migratorio parece más bien ser el lugar por excelencia de la expresión de pretensiones plurales y heterogéneas a la soberanía concebida de manera fragmentada y diversificada como un juego político, que produce conflictos de soberanía cuya violencia puede ser mortal.

 

El texto de este post constituye la introducción del artículo de Béatrice Hibou “Migración y conflictos de soberanía. Relaciones de poder, juegos de poder y violencia de poder”, cuyo contenido completo puede encontrarse en la revista Bajo Palabra, nº 36, pp. 23-62. Se agradece a la revista el permiso otorgado para su reproducción en este blog.

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