¿Qué son hoy las fronteras?
Desde el final de la Guerra Fría reina la apariencia de un mundo globalizado con territorios gradualmente abiertos a todos. Sin embargo, entre tanto, los Estados se han multiplicado y las fronteras también. Esta reafirmación de la frontera parecería ir entonces a contracorriente de los impulsos globalizadores que hasta hace poco marcaban la época. Muy probablemente detrás de esta paradoja haya un error de concepto, pues de manera precipitada se da por supuesto que la transnacionalización de la economía y las comunicaciones equivale por sí misma a la emergencia de un «mundo sin fronteras».
La refronterización del planeta no es un impulso contrario a la globalización, sino su cara B, tan constitutiva de ésta como lo es el acelerado incremento de los flujos internacionales de personas, capitales, mercancías e información. Las fronteras hacen de dispositivos estratégicos que permiten gestionar la movilidad sin renunciar a la soberanía y sostener la globalización sin tener que apostar por un universalismo coherente. No hay motivos, pues, para proclamar el «fin de las fronteras», sino más bien para lo opuesto: las fronteras están de retorno e incluso gozan de buena prensa en no pocos ambientes. Son múltiples los lugares del mundo donde de hecho se pugna por cambiar su trazado o establecer otras nuevas.
Número de kilómetros de fronteras internacionales, 2019
(entre paréntesis, kilómetros de las nuevas fronteras creadas después de 1990)
• África: 86.121 (2.849)
• Asia: 67.424 (15.230 en Asia Central y 228 en Timor-Este)
• América: 52.725
• Europa: 35.600 (11.157)
• Total: 261.570 (29.564)
Fuente: Michel Foucher, 2020: 7
Las fronteras importan todavía y conservan su prestancia, pero esto no significa que mantengan los perfiles de antaño. Siguen siendo instrumentos fundamentales en cuanto que separan espacios políticos, delimitan el ámbito de validez de diferentes códigos y normas de comportamiento, y marcan simbólicamente el derecho al control de la migración, el comercio o los recursos naturales. Todo ello es cierto, pero también lo es que se ha registrado una profunda transformación —aún sin concluir— en la forma de entender y gestionar la espacialidad humana, una transformación que está dando lugar a formas de pertenencia y fronteras alternativas a las que desde la Paz de Westfalia (1648) marcaban la soberanía absoluta sobre el territorio. Las fronteras no han desaparecido; han mutando y se han sofisticado para poder seguir siendo útiles a los intereses particulares de cada Estado.
Pluralidad de fronteras
Sobre el terreno, las fronteras son plurales y presentan una morfología muy variada. No existe un modelo canónico de frontera válido para cualquier momento y lugar. Su apariencia externa guarda una relación directa con su carácter multidimensional y multifuncional.
En el imaginario contemporáneo pervive la anquilosada imagen de las fronteras como lugares fijos y vigilados con guardas siempre presentes. Esa imagen se ha visto potenciada en los últimos tiempos por la proliferación de muros, fosos y vallas, convertidos en auténticos emblemas de las fronteras. Sin embargo, este tipo de construcciones fortificadas se extienden tan sólo en el 8 % de los más de 260.000 kilómetros de fronteras que atraviesan la faz de la Tierra. Otro 10 % de las fronteras está parcialmente fortificado, especialmente en torno a las zonas de tránsito.
No todas las fronteras están claramente definidas ni resultan perceptibles para el ojo humano. Alrededor del 8 % de todas las existentes pueden clasificarse como fronteras de tierra de nadie. Otro 12 % son fronteras marcadas sobre el terreno mediante simples hitos, que apenas interrumpen la movilidad debido a la completa ausencia de control.
Distribución de las distintas formas de fronteras (en porcentaje)
• fronteras de tierra de nadie (no manʼs-land borders): 8%
• fronteras marcadas y con paso (landmark borders): 12%
• fronteras con paso controlado (checkpoint borders): 60%
• fronteras de barrera (barrier borders): 10%
• fronteras forti’cadas (forti’ed borders): 10%
Fuente: “Border Infrastructure Data”, Mau et al. 2021
Una transformación capital preñada de consecuencias prácticas para millones de personas es la desvinculación de las fronteras respecto a trazados cartográficos reconocidos por el derecho internacional. El control de las fronteras ya no se realiza necesariamente en las propias líneas de demarcación interestatal. En la práctica son aún más importantes aquellos nodos o puntos de interconexión en la red global de transporte a través de los cuales se canaliza la movilidad internacional: entre ellos, y en primer lugar, los aeropuertos. Por lo demás, se ha amplificado el ámbito de control yproliferan las «zonas de amortiguamiento», diseñadas para contener y/o reorientar distintos tipos de flujos. Esas zonas pueden tener un espesor de unas decenas de metros o incluso de centenares de kilómetros.
Se observa en muchos casos, y en especial en los países más prósperos del planeta, la creación de muros legales «móviles», muros que se encogen y que se expanden, que desaparecen y que reaparecen de forma variable en el espacio y en el tiempo al servicio de regímenes selectivos de movilidad. Estos cambios no significan que las fronteras se relajen, sino que se adaptan para seguir siendo un entramado de prácticas que permiten separar los elementos deseables de los indeseados. La porosidad o semipermeabilidad es una de las notas características de tales controles, que seleccionan y jerarquizan las personas que pretenden cruzar las fronteras. Dicho de un modo gráfico, las personas se situarían entre estos dos extremos: por un lado, el turista cosmopolita que se desplaza despreocupadamente por avión y, por otro, el migrante irregular confinado en un campo de detención.
Lugares de triaje
Con el objetivo de optimizar las funciones de control, las fronteras se han convertido en lugares de triaje, de filtros diferenciales de movilidad, a la vez que en mecanismos de estratificación global: por un lado, se encontrarían individuos y poblaciones cuya movilidad es deseada e incentivada y, por otro, se situarían aquellos no deseados a los que supuestamente habría que restringir su movilidad y detenerlos. La permeabilidad depende fundamentalmente de la nacionalidad y, sobre todo, del perfil socioeconómico de quien quiera cruzar. En estos cruces fronterizos se hacen patentes las relaciones de desigualdad y privilegio. De ahí que no sea de extrañar que, a nivel planetario, el número de fronteras fortificadas se haya incrementado especialmente en las zonas de contacto entre el Norte y el Sur global.
Fuente: Image: TD Architects 2009
Estos son algunos de los temas que desarrollo en mi reciente libro titulado Anatomía de la frontera (Madrid: Tecnos, 2025). Allí me propongo comprender qué son y cómo funcionan hoy las fronteras. El libro cumple su objetivo si el lector acaba entendiendo que las fronteras han quedado, si bien no definidas, sí problematizadas. Las fronteras son ante todo construcciones políticas y, por tanto, sus percepciones, sus usos, sus definiciones están en constante cambio. Precisamente porque son el resultado de elecciones políticas, son modificables y cabría entonces pensar en alternativas.
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Este artículo fue publicado previamente el blog del CSIC Ciencia para llevar Se han introducido ligeras modificaciones en la redacción, además de cuadros y enlaces.