Metáforas migratorias

El fenómeno de la inmigración padece una densa metaforización. La forma en que se piensan y se tratan los actuales movimientos migratorios es, en gran medida, cosa de metáforas.

 

Las metáforas más recurrentes a la hora de referirse a las migraciones son, sin duda, las hídricas. Las migraciones se asemejan a flujos, corrientes y olas. Y cuando se alude a ellas de manera amplificada toman el carácter de oleadas, mareas, avalanchas y riadas. Y más recientemente, incluso se emplea el nuevo y desgraciadamente famoso término tsunami, resaltándose con ello el carácter incontenible de la llegada de migrantes.

Estos giros retóricos no sólo señalan, exagerándolos, el gran número de inmigrantes que llegan, sino que refuerzan también, al introducirse en el lenguaje ordinario, la idea de la siempre presupuesta hostilidad natural o cultural de los extranjeros y de lo nocivo de su influencia. Curiosamente sólo se aplican a los inmigrantes desfavorecidos y no a otra categoría de personas que llegan todos los años en un volumen muchísimo mayor a nuestro territorio: los turistas. Pero, claro, los turistas son una categoría de interés y de valor económico, de modo que sería de mal gusto referirse a ellos con las referidas expresiones metafóricas.

 

Esta colonización del lenguaje mediante metáforas hostiles al fenómeno migratorio no facilita el establecimiento y menos aún la consolidación de una sociedad integrada. Si se pretende conseguir este objetivo resultaría  preciso contrarrestar estas representaciones y legitimaciones xenófobas, contestándolas y desmontándolas una a una. A nadie se le escapa que, lamentablemente, esta infinita tarea se presenta como digna de un Sísifo.

 

Lectura recomendable: el artículo de Enrique Santamaría, De metáforas e inmigración

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3 comentarios

  1. Pero una metáfora bella, bien utilizada, también puede ayudar, a ver la realidad de la inmigración, puede apoyar, incluso a la integración.

    Cuando hablamos, por ejemplo del derribo de los "muros de cristal" levantados frente al inmigrante, que ya "superada la crisis hídrica" (léase la "ruptura" del flujo, el "vuelo" personal de cada individuo) intenta aproximarse a la sociedad de acogida, queremos señalar, cómo no, la resistencia de los autóctonos a asumir que allí hay alguien que tal vez merezca la pena verlo, sentirlo. Aceptarlo. Dejarlo que entre, que traspase el cristal de la frontera.

    Es cierto todo lo que el autor señala, y no obstante, la metáfora (cuando no es hostil) ayuda a comprender las realidades, aproximar las identidades, de una manera más tenue. ¿Qué es una metafora, si no literatura? Y la literatura suaviza la realidad, le da color, sabor y belleza…

    Silvia Marcu

  2. Estoy totalmente de acuerdo con la afirmación de que las metáforas también pueden ser bellas e integradoras, pero con este ‘post’ quería llamar a la atención sobre el hecho de que, más allá de que las metáforas sean una figura retórica que sirve para embellecer el discurso y hacerlo más persuasivo, tienen también una función perfomativa con la que se constituye una realidad o al menos una forma de ver la realidad. Por desgracia, y pese a los bellos ejemplos que con buen tino pone Silvia Marcu y que están ahí, las metáforas más extendidas son hostiles o denigratorias con el fenómeno migratorio.

    Y para apuntalar algo más mi argumento: como muchos conocerán, el lingüista George Lakoff publicó con motivo de la Guerra del Golfo un interesantísimo artículo sobre metáfora y guerra, que comienza diciendo “La metáforas pueden matar” (Metaphors can kill). http://www.arieverhagen.nl/11-sept-01/Lakoff_1991.html

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