Inmigración, política y xenofobia

Las dimensiones alcanzadas fenómeno migratorio no sólo causa desconcierto en algunas mentes, sino que incide de manera considerable en el panorama político de los países anfitriones. Ninguno de los países europeos receptores de inmigración se ha sustraído de la tendencia a situar en un lugar destacado de la agenda política la presencia más o menos permanente de comunidades extranjeras. La inmigración suscita debates y controversias públicas de tono emocional, no exento de acaloramiento e incluso a veces de crispación, sobre todo durante los períodos electorales.

Entre amplios sectores de la opinión pública se ha extendido como si fuera un hecho probado la convicción de que existe un nexo indisoluble entre inmigración e inseguridad ciudadana. De ahí que se perciba una enorme ansiedad ante la porosidad y la integridad de las fronteras y, en general, ante las dimensiones alcanzadas por el fenómeno migratorio. Tan relevante puede resultar este asunto en términos políticos que, en función del posicionamiento que se adopte ante él, en ocasiones puede verse alterado el equilibrio de fuerza entre las formaciones políticas de un determinado país. De hecho, en ciertos lugares ha posibilitado la presencia parlamentaria de grupos extremistas hasta hace poco eran prácticamente marginales.

La diversidad cultural aflorada con la llegada de inmigrantes ha alentado así un peligroso discurso político. La mera presencia en su vecindario de extranjeros que a menudo sobreviven en condiciones deplorables irrita a cierta gente y da pábulo a un lenguaje xenófobo. Con la excusa de estas nuevas presencias se han extendido ciertos clichés y han proliferado reacciones defensivas, así como ciertos mecanismos colectivos no siempre legítimos, por más que sean bastante habituales a lo largo de la historia: campañas por las que se procede a la invención del otro, a la construcción social del ajeno, del sujeto radicalmente diferente, atizando así temores seculares. Tan diferentes serían algunos individuos y comunidades que la convivencia pacífica con ellos resultaría imposible, pues, según se afirma de ellos, carecerían de la más mínima vocación de integración.

Los medios de comunicación juegan un papel tan destacado en estos procesos que cabe hablar de una construcción mediática de comunidades inasimilables. El proceso más conocido en este sentido es el que afecta a los individuos que profesan el Islam y, por extensión, a todos aquellos que proceden de países donde el Islam es la religión mayoritaria. Esta islamofobia se ve alentada por escritos «científicos» que han empezado a proliferar y que dictaminan la entera incompatibilidad del Islam con la modernidad y con la democracia. De este modo, se establecen listas de países, oficiales en pocos casos, pero sí reproducidas por los medios de comunicación, de donde procederían inmigrantes indeseables, que automáticamente pasarían a ser colocados bajo sospecha y discriminados. En definitiva, la mejor manera de torpedear cualquier posible proceso de integración.

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Un comentario

  1. Entre las medidas que deberían tomarse para lograr una sociedad integrada hay una que habría que poner en práctica con urgencia: impedir que se concentren los estudiantes inmigrantes en sólo unos colegios o institutos; hacer que las aulas sean un reflejo real del porcentaje de inmigrantes en la sociedad, y no monocolores.

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