Migraciones y «cuestión social»

En la mayoría de los casos, hablar de las migraciones como un éxodo voluntario constituye una representación completamente falaz de la realidad. Los márgenes de acción y de decisión individual son enormemente restringidos en situaciones de escasez y penuria económica. No obstante, hay que tener en cuenta que, aunque detrás de muchos procesos migratorios estén la pobreza y la búsqueda de mejores oportunidades de vida, la identificación del factor desencadenante de las mismas (que no hay confundir con su causa última) resulta sumamente compleja.

 

Valga aquí un ejemplo histórico. En la primera mitad del siglo XIX, ya se levantó la alarma en Alemania por la salida masiva de emigrantes. Las malas cosechas y una industrialización brutalmente rápida sumieron al país en continuas oleadas de hambrunas. A ello se unía la represión política y la falta de derechos de los trabajadores. La situación invitaba a la rebelión o a la emigración. En muchos casos, la emigración tenía lugar de resultas de los fracasos de las reiteradas intentonas de sublevación protagonizadas por campesinos y artesanos.

 

Como testimonio literario de esa situación, bien vale la siguiente estrofa del poema “Despedida, canción de un inmigrante” (1823), compuesto por Nikolaus Lenau:

 

“Por última vez te saludo,

patria mía estúpida y cobarde,

besa los talones al déspota

y obedece callada y sin pestañear sus indicaciones”

 

El dramatismo de estos versos choca con el saludo a la nueva «patria», que se expresa en otra estrofa de la misma obra:

 

“Nuevo mundo, mundo libre,

en tu playa florida se estrella

la marea de la tiranía,

¡Yo te saludo, patria mía!”

  

En nuestros días, en la era de la globalización, las cosas no han cambiado tanto, y la causa última de las migraciones – tanto de las de naturaleza estrictamente económica como de las forzadas por las condiciones políticas – se encontraría en esa enorme brecha abierta entre el norte y el sur. Norte y sur, claro está, no son referencias geográficas, sino configuraciones político-sociales que cristalizan en formidables disparidades en materia de prosperidad económica, condiciones sociales, seguridad y derechos humanos.

 

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Un comentario

  1. El problema del racismo y la xenofobia en los países de "acogida" estriba precisamente en eso: la ignorancia de las causas que han probocado esas migraciones y la falta de conocimiento de la historia de España.

    A parte del hecho de que la cultura (entendiéndose esto como un amplio abanico que abarca también aspectos como la gastronomía o la arquitectura) que en la actualidad identifica a España en el extranjero proviene de la mezcolanza de civilizaciones, hay que tener en cuenta el pasado migratorio de nuestro país.

    Los españoles que se vieron obligados a emigrar a Argentina, por ejemplo, entre 1882 y 1926 o los que lo hicieron a Francia, Alemania, Suiza y Reino Unido entre 1960 y 1973.

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