Las nuevas políticas europeas de inmigración

Por João Cardoso Rosas
Universidade do Minho, Braga

 

La Comisión Europea ha lanzado una iniciativa para cambiar sustancialmente las políticas públicas en Europa en relación con la inmigración ilegal. Esta iniciativa era inevitable después del naufragio frente a las costas de Lampedusa, que causó centenares de muertos el mes pasado, precedido por una serie de tragedias similares. La cuestión es antigua en el Mediterráneo y, en particular, en la costa italiana, pero el problema se ha agravado por la inestabilidad política en el norte de África y Oriente Medio, debido en parte a los errores políticos de la propia Europa.

El punto es el siguiente: la Unión Europea (UE) no será considerado como un socio creíble en el plano internacional si no vive mínimamente a nivel de los principios que proclama y emplea para criticar a terceros países. Europa se considera a sí misma una «potencia normativa», basada en los valores, incluidos los que se proclaman en la Carta de los Derechos Fundamentales, entre ellos la dignidad humana, la igualdad, la libertad y la solidaridad. Por esta razón, el tratamiento humanitario de los inmigrantes, incluso de los ilegales y, en la medida de lo posible, su acogida en suelo europeo son cruciales para la credibilidad europea. No sería lo mismo, claro está, si Europa fuese contraria o indiferente a estos valores. Pero eso implicaría el final tanto de la identidad como del proyecto europeo. Es lo mínimo que debería hacer.

Las nuevas propuestas de la Comisión Europea – que deberán ser aprobadas la próxima semana por los ministros de Exteriores de la UE y en junio por los jefes de Estado y de Gobierno – implican el establecimiento de cuotas de acogida entre los 28 países miembros, de manera que sea un esfuerzo mancomunado. El primer ministro portugués Passos Coelho ya ha dicho que tiene que haber una mayor apertura en Europa en relación la inmigración, y lo ha dicho para así ir preparando a la opinión pública a la adhesión de Portugal a este esquema de acción. Passos Coelho no lo dice por especiales convicciones humanitaria, sino porque el plan lo ha propuesto la Comisión y cuenta con el apoyo de Alemania. En cualquier caso, el efecto es el mismo. El porcentaje de inmigrantes en Portugal está por debajo del 5%, con un amplio margen, pues, para acercarse a los niveles europeos.

El gran adversario de la nueva política europea es el gobierno de Gran Bretaña. El primer ministro Cameron ya se había opuesto incluso al reforzamiento de los fondos para los salvamentos en el Mediterráneo. Su política favorece una intervención militar significativa en aguas territoriales libias, algo que la Comisión Europea también quiere, pero es contrario a gastar un céntimo aunque sólo sea para salvar a los inmigrantes pobres o la credibilidad de la Unión.

Una vez que Cameron ha salido ahora reforzado electoralmente, su voz será importante. La actitud de Cameron y los conservadores británicos también nos recuerda que en la Europa de hoy, la coherencia con los principios que proclama, o incluso la decencia humana más básica, no son cualidades necesarias para ganar las elecciones. Más bien lo contrario.

 

Nota adicional del editor (JCV).- En el empeño de las sociedades democráticas europeas por estar a la altura de sus propios principios en temas de inmigración es mucho lo que se juegan, empezando por su propia calidad moral y, por ende, su propia autoestima:

“El trato a los extranjeros en la frontera sur nos puede dignificar como personas o, por el contrario, aproximarnos a la barbarie. Hoy, con nuestra falta de sensibilidad humana y de rigor jurídico, corremos el riesgo de que la barbarie, más que amenazar las murallas de nuestra civilización como antaño, crezca dentro de nosotros y de nuestros miedos para acabar devorándonos” (VV. AA., Rechazos en frontera”: ¿Frontera sin derechos?).

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3 comentarios

  1. El problema de la UE es que cuando los distintos Estados miembros se ponen a concretar los acuerdos tomados en común comienzan las divergencias, las reticencias y los regateos. Es entonces cuando se ponen a prueba la solidaridad real de la rica Europa con la miseria en el mundo. Un buen ejemplo de echarse atrás a la hora de la verdad nos lo da el actual ministro español de Exteriores. Ahora aduce que son injustas las cuotas de asilo propuestas por la Unión Europea. Veáse
    http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/18/actualidad/1431953601_043194.html
    No hay peor ciego que el que no quiere ver. En el año 2014 España recibió apenas el 0,9% de las peticiones de asilo registradas en la UE: 5.615 peticiones de asilo de las 484.600 de toda la Unión. Y de esas 5.615 tan sólo concedió el 44%.
    Ahora se le pide a España que asuma una cuota del 9%, en proporción a su riqueza, su población y, sobre todo, a su escaso esfuerzo realizado hasta el momento en materia de asilo.
    Si todos siguen poniendo excusas como España el plan propuesto será papel mojado y se hundirá en el agua como los miles de personas que se ahogan en el Mediterráneo intentando huir de la guerra, la represión y/o la miseria.

  2. Son, en realidad, muchos los ciudadanos europeos que mantienen una actitud hostil respecto a los extranjeros empobrecidos y los demandantes de asilo que se acercan a las puertas del rico continente. Muchos otros mantienen una actitud tibia frente a este problema. Son pocos los que mantienen una actitud pro-activa en favor de recibirlos e integrarlos. De ahí que los gobiernos de la UE se lo piensen mucho antes de dar una respuesta a la altura de los principios proclamados en sus constituciones y en los tratados de la UE.

    El gobierno que quizás ha mostrado con mayor claridad su rechazo a aceptar el reparto propuesto por Bruselas de refugiados e inmigrantes entre los miembros de la Unión sea el francés, asustado por la potencia del movimiento antiinmigración en su país. El gobierno de España sigue esa misma estela: busca el regate corto y escaquearse de posibles compromisos con la excusa de que no se ha tenido en cuenta el elevado paro que asola al país a la hora de fijar el reparto de cuotas.

    Sin una decidida movilización de la opinión pública es muy difícil que los gobiernos lleguen a compromisos solidarios con los más desprotegidos del planeta, que, para su desgracia, no forman parte del cuerpo electoral. El impulso ciudadano es, pues, a la postre, indispensable y decisivo.

  3. Muchas gracias a RW y a JCV por sus comentarios. Estoy totalmente de acuerdo con lo que decís sobre la necesidad de aumentar la presión política por parte de los ciudadanos y grupos organizados. Los gobiernos de Europa están en un estado de negación, que está motivada por sus propias dificultades políticas y el temor de la extrema derecha. Ahora bien, mi argumento apunta al siguiente punto: la Unión Europea se presenta como un «poder normativo». Europa quiere basar su influencia en el mundo de los valores que defiende, en lugar de en una pura afirmación de la fuerza. De esta manera, la Unión espera tener voz y voto en los asuntos internacionales (distinguirse de los EE.UU.).
    El problema es que esta estrategia es errónea una vez que los actores externos – otros países u otras entidades – perciben la idea de un «poder normativo» como pura hipocresía. Con el fin de ser creíble esa idea tiene que ser coherente. Es por ello que creo que lo que los ciudadanos y las ONG de deben exigir a Europa que respete y promueva sus propios valores. En relación a la inmigración que Europa tiene que hacer mucho más en la línea de los valores que constituyen su identidad política. De lo contrario, la Unión Europea no será creíble como un «poder normativo» y no va a tener su propia voz en los asuntos internacionales.

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