Inmigrantes sin techo
Por Pedro José Cabrera
La expresión máxima de la exclusión residencial, es aquella que en el marco de sociedades ricas en recursos de todo tipo, niega a algunas personas la posibilidad de contar con un alojamiento, un lugar en el que refugiarse durante la noche, establecer su malla de relaciones sociales y radicar su biografía. Vivir sin hogar, para algunos, no es sólo una expresión simbólica para aludir al desarraigo existencial que acompaña la modernidad, sino la descripción literal de sus condiciones materiales de vida.
Si a lo largo de la historia, la humanidad ha tenido que vivir en condiciones habituales de escasez que entrañaban no poder contar con techos suficientes donde poder alojarse todos dignamente, la situación actual de nuestro país no tiene nada que ver con esa penuria de alojamientos sino más bien con la perversa lógica de distribución excluyente de los mismos que hace posible la existencia de más de 3 millones de viviendas vacías -que no se utilizan ni siquiera como vivienda secundaria-, mientras viven literalmente en la calle o en albergues de emergencia, algo menos de treinta mil personas. Cien techos sin usar, por cada persona sin techo, viviendo en la calle o casi.
En todas las modalidades del sinhogarismo se encuentran mayoritariamente presentes las personas inmigrantes. Es obvio que no se puede identificar inmigración con exclusión, pero también es evidente que en todas las formas de exclusión residencial que podamos estudiar, los inmigrantes se encuentran sobrerrepresentados abrumadoramente respecto de lo que sería su porcentaje dentro de la población residente en España.
En una encuesta del INE de 2005, la única de ámbito estatal realizada hasta la fecha a usuarios de albergues y comedores sociales, los extranjeros suponían el 48,5% de las personas sin hogar existentes. Este porcentaje era aún mayor entre quienes se encontraban, no ya alojados en albergues de emergencia, sino viviendo en la calle o en alojamientos de fortuna, donde pasaban a representar el 54% de la gente estrictamente “sin techo”. Desde entonces hasta ahora, este porcentaje no ha dejado de crecer. En el último recuento nocturno efectuado el pasado 3 de marzo en Madrid, los extranjeros viviendo aquella noche a la intemperie eran el 59%, y en el celebrado en Barcelona el pasado año, nos encontramos con un 62%.
La falta de “papeles” es el gran obstáculo, el gran elemento diferenciador de los inmigrantes sin hogar, al compararlos con los de nacionalidad española. Como consecuencia de todo ello, viven una doble exclusión que multiplica las dificultades y los obstáculos para poder salir adelante. Así por ejemplo, el acceso a los servicios sociales se hace mucho más problemático para ellos: mientras que un 25% de los españoles no tiene contacto con ningún trabajador/a social, entre los extranjeros sin techo son más del 40%; y si nueve de cada 10 españoles sin hogar está en posesión de su tarjeta sanitaria, con todo lo que ello conlleva, sólo la mitad de los extranjeros dispone de ella. Es decir, que entre la gente sin hogar no sólo hay muchos inmigrantes, sino que éstos se encuentran aún más excluidos que los más excluidos de entre nosotros.
* Extractado del artículo de Pedro José Cabrera “La exclusión residencial severa. El caso de las personas inmigrantes sin hogar”, publicado en la Revista MUGAK Nº 46 (2009)
* Como lectura recomendada, véase también el artículo de Hilde Sánchez Morales “Los inmigrantes ‘sin techo’ en España. Tendencias de evolución en el nuevo siglo”