El Día 20 del presente mes de Enero de 2006, en el boletín de Noticias de I + D + I de la CAM podía leerse:

 

Los brazos de la ciencia ya alcanzan 500 millones de kilómetros en el espacio exterior -de allí trajo la sonda Stardust partículas de un cometa el domingo pasado-, pero apenas han podido penetrar unos miles de metros en el espacio interior, el enigmático subsuelo de nuestro propio planeta. Proseguir ese viaje es el objetivo del barco más avanzado del mundo en tecnología de exploración, el Chikyu (Tierra), la estrella del proyecto internacional más ambicioso de la historia para conocer el origen y el futuro del planeta y de la vida que bulle en su superficie.

 

¿Qué hermosura? El hombre rompiendo continuas barreras allende del planeta o perforando sus entrañas. ¡Las grandes gestas de la ciencia contemporánea!. Fastuoso.

Comenzamos repitiéndonos con las mismas palabras con que comenzamos la contribución anterior sobre el maltrato de la edafología. ¿Deben realizarse este tipo de investigaciones? Sin duda alguna. ¿Habría otras prioridades que deberían interesar más a la comunidad científica y a los ciudadanos? Sin duda alguna. Pero la ciencia comienza a ser un espectáculo, mientras las cacareadas prioridades de que los científicos debemos anteponer la investigación aplicada e innovación,  a la básica no son refrendadas por las decisiones de nuestras autoridades de política científica. Como espectáculo, mandan los indices de audiencia sobre

 

Bien sigue valiendo este párrafo (que he modificado un poco) y, por tanto me he autoplagiando, más por coherencia que por pereza. Ya comenté contribuciones atrás que, es fácilmente demostrable que se ha invertido mucho más en estudiar el desconocido regolito marciano que el nuestro propio. Tan solo hace falta seleccionar su motor de búsqueda favorito y escribir regolito (regolith). Y resulta que desde un punto de vista científico (tanto básico como aplicado) sería interesante y prioritario conocer mucho mejor las propiedades del terrestre. Al fin y al cabo, aunque sólo fuera por motivos de investigación espacial, tener referencias sobre lo que ocurre en las profundidades de la corteza terrestre aérea de nuestro planeta, nos informaría, instruiría y guiaría acerca de cómo se debe abordar la prospección de los marcianos.

 

Más aún, independientemente, analizando tan solo uno o dos metros superficiales del sistema suelo-regolito no podemos más que especular acerca de como es la estructura y dinámica de la hidrología superficial. Ya mentamos en la contribución anterior que, sus repercusiones sobre la contaminación de las aguas y por ende, de la salud humana y de la biosfera terrestre y marina (al fin y al cabo la biodiversidad de los océanos se encuentra fuertemente amenazada por nuestros vertidos tóxicos desde la tierra emergida), son graves, muy graves. Se habla mucho de la bomba química del tiempo (chemical time bomb), pero a penas se toman iniciativas para analizar con seriedad y recursos este grave problema. Como corolario, tales iniciativas transcienden la investigación básica ya que afectan a la «salud» (que poco me gusta este vocablo, aunque ya abordaremos este tema en concreto) del ser humano y del planeta.   

 

 

Volvamos a autoplagiarnos una vez más:

 

¿Por qué más la prospección de los fondos marinos que del sistema suelo-regolito? Vayan ustedes a saber. No existen criterios científicos que soporten que se priorice el estudio de la primera sobre la segunda. Supongo que llama  más la atención del público, ávido de aventuras científicas pero que no conoce bien las prioridades que debieran guiar la racionalidad científica. 

 

Y mientras tanto, si uno publica en una revista de suelos,  no puede competir con otro que publica sobre los fondos marinos, por cuanto el índice de impacto de la Revistas de unas y otras investigaciones son abismales. Pobre edafología, pobres edafólogos, pobre estudios de salud pública, pobre racionalidad científica, pobre política de i + D + I. Pero las modas son las modas. Una vez más esta es la racionalidad de la racionalidad político-científica. No nos extrañe, coloque un vergonzante culebrón, o una tertulia rosa, en una cadena de televisión determinada y podrá comprobar por sí mismo, como cambian los programas de otras las otras para competir en audiencia, so pena de suprimir programas de mejor calidad (que es lo que menos importa). Esta es la sociedad que estamos construyendo con la ayuda de todos.

 

¿Qué se debe hacer para convencer a unos y a otros de que se invierta más en la investigación de los metros que subyacen bajo nuestros pies? Se admiten sugerencias. 

 

Juan José Ibáñez Martí

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